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Annegret Kramp-Karrenbauer

31. Parteitag der CDU.

31. Parteitag der CDU., © SVEN SIMON

14.12.2018 - Artículo

Aún pueden ocurrir muchas cosas de aquí a octubre de 2021, cuando tendrán lugar, de forma inevitable, las próximas elecciones federales en Alemania.

En todo caso, resulta imposible no rendirse ante la emoción que provocó la elección de Annegret Kramp-Karrenbauer (Völklingen, 1962), llamada comúnmente con sus iniciales: AKK, como nueva líder de Unión Demócrata Cristiana - CDU -Christlich Demokratische Union Deutschlands- partido que ha estado bajo el timón de la canciller Angela Merkel en los últimos dieciocho años. El entusiasmo que este evento produjo fue tal que no pocas personas, tanto de la vida pública como de la privada, la vislumbran ya como la próxima canciller alemana. Ello se entiende, habría que decirlo, no sólo por el descrito halo emotivo que circundó al suceso, sino también porque por el momento no se vislumbra a ningún personaje que, dado el caso, pudiera considerarse un rival de cuidado en la carrera por el ejecutivo.

Ciertamente, y como ya se ha dicho, quizá lo más prudente y adecuado sería no adelantarse de lleno a los acontecimientos. Si hay un mundo plagado de sorpresas -y quizá todavía más en nuestros tiempos- es el de la política. Eso no significa, sin embargo, que hagamos oídos necios a nuestro sentido previsor: si los pronósticos de tantos individuos llegaran a ser reales, nada mejor que conocer desde ahora un poco acerca de la vida y la manera de ser de la futura Bundeskanzlerin, y lo mismo si no es así, pues aun bajo esa circunstancia nadie podrá negarle nunca el arrastre político que consiguió entre sus copartidarios el 6 de febrero pasado y que la sacó de tajo del anonimato no sólo en su propio país sino en el mundo entero.

Gente como uno

Hay un viejo refrán que reza: “si quieres saber quién eres, pregúntale a tu vecino”. Pues bien, éste adquiere sentido sobre todo en lugares como Püttlingen, pequeña ciudad ubicada en el Land o estado de Sarre -en alemánSaarland-  en la que habitan apenas dieciocho mil quinientas almas. Hasta febrero de 2018, cuando fue elegida nueva secretaria general del CDU, AKK vivía de forma permanente en dicha población, y si hay algo en lo que coinciden el carnicero de su mismo barrio, o la cajera del súper, o la encargada de la panadería o el vecino de la casa del al lado, todos ellos individuos con los que se ha cruzado con asiduidad a lo largo del tiempo, es que se trata de una persona que tiene los pies en la tierra. Para ellos, sus modos amables y deferentes de hoy día los mismos de siempre. No variaron en esa época en la que ocupó diversos ministerios del gobierno del Sarre, ni tampoco con el posterior puesto de ministra o gobernadora del Land que obtuvo en 2011 y con el que permanecería hasta que Angela Merkel la propuso como la segunda de a bordo del partido. Y confían en que no cambien ni aunque escale a lo más alto.

Es cierto que Püttlingen no es en forma estricta su lugar de nacimiento, el cual en las actas consta como  Völklingen, un poblado aledaño. De allí que esos escasos cinco kilómetros que separan a dichos puntos en el mapa sólo podrían percibirse por alguien verdaderamente devoto a su hogar y AKK lo es. Entiéndase como hogar no sólo el jardín de su casa, el cual describe como su lugar favorito en el planeta, ni tampoco la familia que compone con su marido, Helmut Karrenbauer, y sus tres hijos, Tobias, Lauren y Julian, nacidos entre 1988 y 1988: también es un lugar conformado y nutrido por sus recuerdos, sus creencias y sus principios. En este sentido, los elementos determinantes en el desarrollo de la personalidad de AKK son por completos distintos a los que pueden distinguirse en Merkel y, por tanto, su actuar como persona y como ente político es y será otro, ello por encima de las analogías que se han hecho entre ambas y que le han ganado el mote de “mini-Merkel” -entre muchos otros apodos, algunos de ellos originales, como: “Annegret Karren-Power”-.

Para empezar, y a diferencia de la canciller actual, AKK no nació en la ya desaparecida República Democrática Alemana ni abreva de una tradición religiosa de tipo protestante. Contrario a ello, procede de una región de la República Federal Alemana -a su nacimiento todavía dividida- que colinda con Francia y con Luxemburgo y donde el europeísmo se lleva en el código genético, fomentado, al menos en el caso de su familia, a la par que un catolicismo a prueba de balas. Todos los domingos el clan compuesto por papá Hans, mamá Else y sus seis hijos -AKK era la quinta y la más pequeña de las mujeres- acudía a misa. Invariablemente bien vestidos, porque Hans y Else cantaban en el coro de la Iglesia. Cabe agregar que no hablamos de principios del siglo XX, con lo que una familia tan copiosa de seguro llamaba la atención de propios y extraños.

En todo caso, y según se lee en la biografía de AKK escrita por las periodistas Kristina Dunz y Eva Quadbeck, titulada Ich kann, ich will und ich werde, el ser un Kramp, aparte de asegurar diversión, daba pie a la repartición de las tareas de la casa. De acuerdo al testimonio de Hans-Günter, uno de los hermanos de AKK, a ella por lo general le tocaba secar la vajilla recién lavada. Al menos en teoría, porque no fueron pocas las ocasiones en las que la madre o alguno de los hermanos la llamaba a gritos para recordarle de su labor y ella se encontraba con la nariz metida en algún libro. “Déjenla en paz, que está leyendo”, solía intervenir entonces el padre, con quien AKK tenía una relación particular. De hecho su adhesión al CDU se debe en gran parte a él, quien se dice que “era más negro (tal es el color con el que se identifica dicho partido político) que el carbón”, y asimismo fue la influencia paterna la que despertaría su interés en la política, avivado con las incontables discusiones que solían darse en la sobremesa. Ello explica el gran dolor que le significó el fallecimiento de su progenitor, provocado por la leucemia, cuando AKK tenía apenas veintiún años. Su impacto fue tal que provocó en ella una crisis existencial que por poco y la hace dejar los estudios. “En cuestión de meses, con inusual rapidez, me hice mayor”, declaró al respecto a la revista Focus. Otra pena significativa relacionada con sus lazos familiares ocurriría más tarde, en el año 2000, cuando el mayor de sus hermanos perdió la batalla contra un tumor cerebral.

Mujer de carrera y de familia

A estás duras experiencias a las que tuvo que sobreponerse, habría que agregar el desafío que le significó el desarrollar sus ambiciones profesionales paralelamente a las de ser madre. En dicha ecuación, el papel emprendido por su marido ha sido vital. Ingeniero especializado en minas, Helmut Karrenbauer renunció a su trabajo como capataz en aras de cuidar de sus hijos y así permitir que AKK se dedicara de lleno a su carrera política, cuyo punto de partida podría ubicarse en 1981, cuando se afilió al CDU. Desde entonces el recorrido ha ido únicamente en dirección ascendente. En 2000, con sólo 38 años cumplidos, obtuvo el cargo ministra de la administración de Sarre, en aquel entonces a cargo de Peter Müller, mientras que en 2011 se convertiría en la primer mujer en ejercer de ministra en dicho Land y la cuarta en ocupar un cargo de tal nivel en Alemania. Pese a que estos logros son más que encomiables, AKK nunca ha ocultado que en varias ocasiones tuvo que sacrificar su papel dentro de la familia, situación que sabe que es compartida por muchas madres trabajadoras. “Por cada mala nota que (los hijos) obtienen en la escuela te viene la mala conciencia”, confesó en alguna entrevista. En todo caso, es de intuir que ahora que sus tres hijos son mayores de edad, la adopción de una estructura familiar poco convencional y la privación de ciertos episodios de convivencia valieron la pena.

Es así como a sus 56 años “la buena vecina” se ha transformado, al menos por el momento, en la figura política más famosa de Alemania. Ante tal panorama, es probable que la biografía antes mencionada empiece a venderse como pan caliente y, de manera simultánea, que la información en Internet acerca de su persona sea cada vez más abundante. Todo aquel que se interese por ella podrá leer que se ríe mucho, que le encantan los carnavales, que practica el yoga y que a veces padece de migraña. Incluso podrá conocer lo que los peluqueros y expertos en moda opinan de su característico peinado y del sutil maquillaje que ostenta en las apariciones públicas. En cuanto a los interesados no tanto por el aspecto íntimo como por el político, serán susceptibles a enterarse de que se la tiene como una persona moderada y pragmática y, si bien aparenta ser más emocional que Angela Merkel, quienes la conocen aseguran que también es muy cerebral cuando tiene que serlo. Su antiguo jefe, el ex ministro de Sarre, Peter Müller, dijo de ella: “no hay tarea que no se le pueda encomendar”, y no son pocos los que han elogiado sus buenos reflejos, confiabilidad y disposición férrea a la hora de buscar consensos.

Únicamente al tiempo seremos capaces de percibir qué hay de verdad en todo lo que se dice de ella, incluyendo, claro está, lo que la une o separa de Angela Markel en la manera de hacer política, sin duda el mayor dilema que hay actualmente en la opinión pública alemana. Por ahora, en todo caso, no queda sino aceptar los triunfos obtenidos por AKK y felicitarla por ello. Es lo menos que merece.

 

Carlos Jesús González (@CjChuy), en exclusiva para CAI, diciembre 2018.


Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.


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