Hoy damos las gracias a un grupo de personas que para mí son la personificación de la humanidad, el valor y el compromiso: los trabajadores humanitarios. Muchos de ellos trabajan en las condiciones más difíciles e incluso se ponen en peligro para ayudar a las personas necesitadas. Van donde otros huyen. Dan esperanza a los que lo han perdido todo.

Cuando viajé a Malí y Níger en abril, pude comprobar lo difícil que es cultivar alimentos y alimentar a la población, sobre todo en países especialmente afectados por el cambio climático. Pero también vi que la ayuda humanitaria del gobierno alemán está llegando a la gente y salvando vidas.

Hoy en día, el número de personas que dependen de la ayuda humanitaria es el doble que hace tres años. Para muchos, esto es literalmente una cuestión de vida o muerte. A la vista de esta evolución, no es el momento de reducir la ayuda humanitaria, aunque tengamos que apretarnos el cinturón en muchos ámbitos.

Por esta razón, el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores pone a disposición 2.770 millones de euros para ayuda humanitaria en el año en curso. Esto convierte a Alemania en el segundo mayor donante humanitario del mundo, como lo ha sido durante años. Al mismo tiempo, trabajamos en todo el mundo para garantizar que los trabajadores de asistencia humanitaria no se conviertan en objeto de violencia y persecución como consecuencia de su importante labor.

El que ayudemos a las personas necesitadas forma parte de nuestra imagen de Estado para el que la dignidad humana está por encima de todo, y estoy orgullosa de ello. Personas de todo el mundo cuentan con nuestra ayuda cuando más lo necesitan, y es nuestra responsabilidad como comunidad mundial no abandonarlas.