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La guerra de Rusia contra Ucrania nos ha obligado en Alemania a repensar nuestro papel en el mundo
Die Deutschland-Flagge ist auf der Tarnkleidung eines Soldaten am Montag (17.05.2010) auf dem Truppenübungsplatz in Hammelburg (Unterfranken) am Rande der 5. Europäischen Robotik-Leistungsschau ELROB (European Land-Robot Trial) zu sehen. Foto: Daniel Karmann dpa/lby, © dpa
Ya no podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar lo mejor, sino que debemos ser aliados firmes de quienes promueven la paz y la libertad.
Por Annalena Baerbock
La capacidad de sorprender no es, quizás, lo primero que la gente suele asociar a los alemanes. Pero viendo la dirección que ha tomado nuestro país desde que Rusia lanzó su guerra de agresión contra Ucrania, puede que los alemanes hayamos conseguido sorprendernos incluso a nosotros mismos.
Hace tan solo dos años, miles de millones de metros cúbicos de gas llegaron de Rusia a Alemania a través de Nord Stream 1 y otros gasoductos. Los combustibles fósiles rusos representaban una gran parte de nuestro consumo energético. Hoy, lo hemos reducido a cero.
Hace tan solo dos años, la idea de que Alemania suministrara tanques, sistemas de defensa antiaérea y obuses a una zona de guerra habría parecido, como mínimo, inverosímil. Hoy, Alemania es uno de los principales proveedores de armas para la autodefensa de Ucrania.
No solo hay un cambio abismal en la forma en que mi país percibe las amenazas a su propia seguridad, sino también en cómo entendemos nuestra responsabilidad en el mundo actual: como líder en el que nuestros socios pueden confiar.
Tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, desencadenados por los alemanes, la política exterior de nuestro país se rigió por la premisa de que la guerra nunca más debía provenir de suelo alemán. En una primera fase de la política exterior, después de 1945, mi país trató de recuperar la confianza de los antiguos enemigos. Les estaremos eternamente agradecidos por habernos tendido la mano, readmitiéndonos en el ámbito mundial.
La evolución de los decenios siguientes es demasiado compleja para abordarla aquí. Sin embargo, hay algunos aspectos que me llaman la atención. Durante décadas, los gobiernos alemanes aplicaron lo que llegó a conocerse como “"diplomacia chequera"”: la creencia de que nuestro dinero en efectivo, y no nuestros soldados, debía ayudar a resolver los conflictos.
Los años noventa trajeron una tercera fase, gradualmente primero a través de la participación en misiones dirigidas por la ONU y luego –impulsada por las insoportables imágenes de las guerras balcánicas– de forma mucho más sólida a través de la participación activa de Alemania en la fuerza dirigida por la OTAN en Kosovo. Esta decisión fue importante no a pesar de la historia de nuestro país, sino a causa de ella. Como señaló el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer: la responsabilidad de Alemania por la Shoah significaba no sólo un compromiso de "nunca más la guerra", sino de "nunca más Auschwitz, nunca más el genocidio". El compromiso con los valores de la Carta de la ONU, así como con el derecho penal internacional, significó que Alemania ha apoyado a sus socios en las misiones de la ONU en todo el mundo. Tras el 11-S, Alemania apoyó a Estados Unidos y a sus socios en el despliegue de la Bundeswehr en Afganistán.
Sin embargo, lo que creo que ha cambiado fundamentalmente ante el ataque de Rusia a Ucrania, dando lugar a una cuarta fase de la política exterior, es la forma en que percibimos las amenazas a nuestra propia seguridad, en el corazón de Europa. Nuestra seguridad no es un hecho. Durante demasiado tiempo no escuchamos las advertencias de nuestros vecinos del Este, que nos instaban a tomarnos en serio las amenazas procedentes de Rusia. Aprendimos que “esperar lo mejor” no es suficiente cuando se trata con un líder cada vez más autocrático. Aparte de todos nuestros esfuerzos por construir una arquitectura de seguridad europea con Rusia, nuestra interacción económica y política tampoco inclinó al régimen ruso hacia la democracia.
Justo después del estallido de la guerra, una colegiala de Vilna (Lituania), que vive a poca distancia en coche de las fronteras rusa y bielorrusa, me preguntó: “"¿Podemos contar con usted?”" Yo respondo de todo corazón: sí pueden. Los alemanes nunca olvidaremos que debemos nuestra libertad en un país reunificado también a nuestros aliados y a nuestros vecinos del Este. Al igual que ellos estuvieron ahí para nosotros, nosotros estaremos ahí para ellos ahora, porque la seguridad de Europa del Este es la seguridad de Alemania.
Justo después del estallido de la guerra, una estudiante de Vilna (Lituania), que vive a poca distancia en coche de las fronteras rusa y bielorrusa, me preguntó: "¿Podemos contar con usted?" Le respondo de todo corazón: podéis. Los alemanes nunca olvidaremos que debemos nuestra libertad en un país reunificado también a nuestros aliados y a nuestros vecinos del Este. Al igual que ellos estuvieron ahí para nosotros, nosotros estaremos ahí para ellos ahora, porque la seguridad de Europa del Este es la seguridad de Alemania.
Sabemos que, en un futuro previsible, la Rusia del Presidente Putin seguirá siendo una amenaza para la paz y la seguridad en nuestro continente y que tenemos que organizar nuestra seguridad contra la Rusia de Putin, no con ella. En la primera estrategia de seguridad nacional de Alemania, exponemos cómo pretendemos asumir nuestra responsabilidad en esta nueva fase de la política exterior, en Europa y fuera de ella, mediante una política de seguridad integrada.
En primer lugar, eso significa reforzar nuestro compromiso con nuestra familia euroatlántica. Estamos reforzando la OTAN como garante de nuestra seguridad colectiva. Estamos reforzando nuestra capacidad militar con un paquete sin precedentes de 100 mil millones de euros (86 mil millones de libras) y comprometiéndonos con el objetivo de gasto en defensa de la OTAN. Estamos construyendo una Unión Europea geopolítica que abre sus puertas a nuevos miembros, como Ucrania, Moldavia, los países de los Balcanes Occidentales y, a largo plazo, Georgia.
Hemos aprendido dolorosamente que la seguridad no sólo significa protección frente a la guerra y las crisis, sino también frente a las vulnerabilidades económicas. Decisiones como dónde compramos nuestro gas, petróleo o tecnología tienen implicaciones para la seguridad. Por tanto, nos preparamos para no repetir los errores del pasado. Los rivales sistémicos tratan de ampliar sus esferas de interés utilizando su influencia económica. Aunque creemos que desvincularse de China no es una opción en un mundo globalizado, nos esforzamos por reducir los riesgos y nuestras vulnerabilidades. La diversificación es una inversión en seguridad.
Por tanto, estamos reforzando nuestras asociaciones estratégicas mundiales. Y si queremos que nuestras normas comunes –basadas en la Carta de la ONU– rijan nuestro mundo en el futuro, tenemos que demostrar su valía, impulsando soluciones que sirvan a las necesidades de nuestros socios, en cuestiones de seguridad, comercio y lucha contra la crisis climática. Si fracasamos en esto, otros, que no comparten nuestro firme compromiso con el derecho internacional y los derechos humanos, intercederán.
La guerra de agresión de Rusia ha marcado una ruptura en el mundo. Para mi país, ha marcado un nuevo capítulo, redefiniendo nuestra forma de promover la paz, la libertad y la sostenibilidad en este mundo: como un socio que asume su liderazgo.
Para algunos, esto puede resultar sorprendente. Más importante aún, yo creo que es una cuestión de responsabilidad.
Link al artículo original en The Guardian: https://www.theguardian.com/world/commentisfree/2023/jul/06/russia-war-ukraine-germany-foreign-policy?CMP=Share_iOSApp_Other