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La Rosa Blanca y los hermanos Scholl
Los hermanos Scholl, © dpa
CAI (g) - El período del III Reich, tuvo entre otras particularidades (la gran mayoría de ellas, qué duda cabe, atroces), el carecer de manifestaciones opositoras de importancia.
La relativamente escasa oposición, de hecho, se agrupaba en círculos conspirativos clandestinos, alejados siempre de la protesta pública. El movimiento de resistencia civil “La Rosa blanca” (Die weisse Rose) es una excepción a dicha regla.
El origen del movimiento
Este movimiento operó entre los años 1942 y 1943, en un momento crucial de la decadencia del tercer Reich. Eran las horas bajas del afán nacionalsocialista por imponerse en el orden mundial y, derivado de ello, se intensificó el espíritu criminal del régimen destruyendo sin piedad cualquier foco de disidencia. Varios son los nombres principales dentro del movimiento, dos de ellos pertenecen a los hermanos Scholl, Sophie y Hans, y un tercero al profesor de filosofía Kurt Huber.
Sophie nace en 1918 y Hans tres años más tarde, en un familia de tendencias liberales, aunque eso no impidiera que durante su adolescencia participaran en las “Juventudes Hitlerianas” (Hans) y en las “Niñas Germanas” (Sophie). El espectáculo de la “noche de los cristales rotos”, cuando fueron destruidos y saqueados los comercios judíos, incendiadas las sinagogas y asesinados miles de sus miembros (más otros tantos desaparecidos: Los hermanos Scholl tenían amigos entre ellos), les abrió los ojos frente a la horrible realidad que ya llevaba mucho rato inoculada entre la sociedad.
Es, sin embargo, la vida universitaria la que los sitúa en un momento crucial de sus vidas. Hans ingresa a la universidad de Múnich para estudiar medicina, asumiendo un importante liderazgo político entre sus compañeros -y más tarde miembros del movimiento-, Cristoph Probst, Wili Graf y Alexander Schmorell. Sophie ingresará también a la misma universidad para estudiar biología integrándose de forma natural en el movimiento político denominado desde su nacimiento “Rosa Blanca”.
La acción principal de “La Rosa Blanca” consistió en la difusión de propaganda antinazi a través de octavillas mecanografiadas y dirigidas en primer lugar a los universitarios y, más tarde, a los ciudadanos en general. Con ellas intentaban despertar a la sociedad alemana ante a la tiranía de Hitler y la inutilidad de continuar con una guerra de antemano perdida.
Dos eran los métodos utilizados para diseminar las octavillas: De mano en mano a personas de confianza, para su repartición posterior, y mediante el envío postal de las mismas a direcciones seleccionadas aleatoriamente de la guía telefónica. El resultado de estas acciones -6 en total desde la creación del movimiento hasta su disolución- fue patente, ya que las octavillas llegaron a circular por Stuttgart y Frankfurt, alcanzando incluso algunas ciudades de Austria e Inglaterra.
La disolución y la lucha
Un día de comienzos de 1943, el jefe de distrito de Baviera, Paul Giesler, visitó la universidad para comunicar que los estudiantes varones que fueran inhábiles para la guerra tenían la obligación moral –una cínica forma de llamar a los esclavos- de apoyar en otros trabajos en el frente y que las mujeres habrían de cooperar a la victoria del país dedicándose a procrear hijos –un argumento no sólo sexista, sino perversamente mercantilista-.
Se atrevió a decir más: “Y si alguna de estas señoritas carecen de encanto suficiente para atraer a un compañero, asignaré a cada una de ellas uno de mis hombres… y puedo prometerles una experiencia de lo más agradable”. La reacción previsible –salvo para la elocuente cabeza del jefe de distrito (el cinismo es lo que tiene, vuelve estúpida a la gente)- fue de una gran indignación, los estudiantes en general cargaron contra Giesler y la S.S. En suma, se rebelaron. Miles de alumnos recorrieron la ciudad gritando consignas, lanzando panfletos y rayando las paredes con la palabra “libertad”.
Un día después (18 de febrero de 1943), en pleno revuelo social, Hans y Sophie lanzaron panfletos por las ventanas de los pisos superiores de la universidad y fueron identificados por un traidor que los denunció a la Gestapo. La policía ingresó rápidamente a la casa de estudios, cerró las puertas y capturó a varios miembros del movimiento.
El final de los hermanos Scholl y de otros miembros del movimiento se asumió como una oportunidad aleccionadora contra la resistencia, ya que fue de inusitada violencia. Fue llamado un juez como parte del “Tribunal del Pueblo” (Roland Freisler, uno de los hombres más sádicos del tercer Reich), quien dictó tres días más tarde la sentencia de muerte por guillotina para Hans y Sophie junto con el resto de miembros de “La Rosa Blanca”. Otros integrantes menos importantes fueron transferidos a campos de exterminio.
Cuando le preguntaron a Sophie Scholl por los motivos que impulsaron su desobediencia ella respondió: “alguien tenía que empezar alguna vez”. El impulso de la libertad es así de sencillo, de puro. Como una rosa blanca.
La Rosa Blanca hoy
Más de siete décadas han quedado atrás desde el desmantelamiento del movimiento de resitencia antinazi, la Rosa Blanca, pero su memoria sigue despierta en una asociación creada en 1987, con el expreso objetivo de preservar su memoria.
Formada por sobrevivientes, familiares y amigos del grupo original se aboca a la tarea no sólo de guardar el recuerdo de los hermanos Scholl y Co., sino también de educar en la tolerancia, la democracia y la dignidad humana.
Suya fue la iniciativa de crear (en 1998) un memorial en el patio de luces de la Universidad Ludwig Maximiliam (LMU), donde 74 años atrás llovieran miles de panfletos y octavillas reclamando “¡Libertad” y “¡Abajo Hitler”. En ese mismo espacio se realizan exposiciones que informan detalladamente sobre dicho grupo de resistencia.
CAI (gordillo), a 22 de febrero de 2017.