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Stefan Raab: La cara más conocida del mundo del entretenimiento en Alemania 

Stefan Raab

Stefan Raab, © dpa/ picture-alliance

16.04.2018 - Artículo

La cara más conocida del mundo del entretenimiento en Alemania

 

Las comparaciones se utilizan con frecuencia cuando se quiere describir a un personaje. Si bien, no suelen ser el método más adecuado para aproximarse a la figura de un político, un intelectual o un científico de mente prodigiosa puesto que, para empezar, las referencias que uno pudiera citar para tal efecto o no son conocidas o se desempeñan en una sola actividad. La cosa es en cambio distinta si hablamos las figuras públicas que pueblan el universo del entretenimiento. Me explico: es posible -y de, hecho, bastante común- ignorar quién es el ministro de finanzas del país al que se pertenece o en qué consiste aquel descubrimiento que hizo de tal connacional un posible nominado al Nobel de medicina. No así con los pocos mortales considerados presentadores estrellas de la televisión. Tarde o temprano nos cruzaremos con ellos desde el sofá donde reposamos el esqueleto mientras jugamos con el control remoto o en la pantalla plana del restaurante de la esquina al que solemos ir; veremos sus rostros en las revistas de chismes que hojearemos en el consultorio médico y eventualmente sus nombres serán mencionados en alguna reunión con la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Por lo general muchos de estos célebres individuos no se limitan a darle rostro a un programa, sino que además cantan, hacen chistes, improvisan, lo mismo en Alemania que en Colombia o el Congo. Si algo unifica la labor de presentador de televisión que ha alcanzado la fama son la versatilidad, la generación de un impacto social considerable y unos números de audiencia elevados y poco dados a disminuir. No hay nación en la Tierra que no cuente con algún espécimen humano de este tipo y es por esa cualidad de omnipresentes que no cuesta trabajo -y encima se justifica- equipararlos.

Sin más preámbulos, y una vez justificado el código a usarse, es válido decir que Stefan Raab fue durante años algo así como el David Letterman de Alemania. O el Jay Leno. O, si hablamos de México, el Adal Ramones -en todo caso, todos estos nombres, Raab incluido, alcanzaron el pico de popularidad en sus respectivos países más o menos en la misma época-. Pero ahí no termina la cosa. Mirado a la distancia, Stefan Raab fue también un poco Quincy Jones, otro tanto Eminem -pero lúdico- y en varias ocasiones alguno de los locuaces miembros del programa Jackass. Ello por citar su “momento Jim Lehrer” en 2012 cuando se le asignó, junto con otros tres periodistas, la tarea de moderar el debate televisivo entre Angela Merkel y el entonces candidato de la oposición, Peer Steinbrück.

¿Algo más? Pues sí. Además de exitoso productor y presentador de programas televisivos, Raab ha fungido como intérprete y productor musical. Para ello se ha servido de sus envidiables habilidades naturales, pues aunque nunca ha tomado clases de ningún instrumento puede tocar con soltura la guitarra, los teclados, el bajo, el ukelele, el acordeón, la batería y el saxofón. Asimismo, aquella ocurrencia que un día lo llevó a crear la palabra “Schland” -abreviatura de Deutschland que es usada con frecuencia en los partidos de futbol de la selección alemana y que Raab patentó con fines comerciales- en otra ocasión lo estimuló en la invención de un innovador teléfono de ducha que bautizó como Doosch y que comercializa la cadena de tiendas Butlers.

No hay duda, pues, de que la maquinaria cerebral de Raab está bien engrasada y es su bien más preciado y rentable, pero para admiración de muchos y envidia de otros, la providencia también lo premió con una destreza y condición física excepcionales. Gracias, sobre todo, al programa Schlag den Raab, que surgió como idea suya y que se mantuvo en el aire de 2006 a 2015, se evidenció que su cuerpo era capaz de superar cualquier reto de tipo motriz. Durante el tiempo que duró la emisión, cuyo contenido consistía en que Raab y una persona ajena a la televisión se enfrentaran en diferentes pruebas, Raab pateó y lanzó pelotas y balones de todo tipo, manejó bicicletas de montaña, escaló columnas de hielo e hizo carreras en surf de remo, por mencionar algunas de ellas. Pero además encaró a sus numerosos adversarios en actividades de tipo estratégico o sujetas al azar, como serían el jugar a los dados, a las adivinanzas o al billar, así como en otras que podrían calificarse de infantiles, entre ellas tirar la mayor cantidad de latas posible a punta de resortera. Lo increíble, en todo caso, es que durante las diez temporadas que se transmitió el programa Raab se convirtió en una pesadilla para sus diferentes adversarios. De las 54 emisiones que hubo ganó 38, lo que significa que venció en el setenta por ciento de los desafíos que se le presentaron.

Aquí no hay intención alguna, por supuesto, de pintar a Stefan Raab como una suerte de súper hombre. Nos limitaremos a admitir que es alguien que ha sabido explotar sus virtudes. A simple vista, de hecho, no se aprecia en él nada especial. Es alto -1.81 metros- aunque no tanto para los estándares germanos, y si bien se mantiene en forma no es especialmente delgado ni musculoso. Su rostro tiende al prognatismo y, aunque a sus 51 años aún conserva algo de pelo, éste se aprecia cada vez más escaso y frágil. Es de lengua hábil y con la broma siempre al punto, pero tampoco es que el elevado IQ con el que cuenta -al menos eso asumimos- se asome en todo momento. Parece, a decir verdad, un alemán común y corriente, el vecino de banco en el bar, el cajero de banco, el profesor de deporte de la escuela a la que uno lleva a sus hijos. Y es quizá en ello donde se origine buena parte de su inestimable éxito.

El ascenso

Podría decirse que el año de arranque de la carrera de Raab en el mundo del entretenimiento fue 1990. Sería por aquellas fechas que este inquieto joven nacido en Colonia el 20 de octubre de 1966 decidió que lo suyo no era la abogacía, la cual cursó durante cinco semestres, ni tampoco el oficio de carnicero, para el cual incluso sería evaluado y calificado con la mejor nota. Es de imaginarse que para mamá y papá Raab cualquiera de las dos opciones mencionadas habría sido considerada como óptima, sobre todo la segunda, pues después de todo el negocio familiar era una carnicería, pero Raab prefirió seguir a sus instintos o a su locura, que a veces son la misma cosa.

Necio con embarcarse en el negocio de la música, montó como pudo un estudio de grabación y empezó a componer jingles para comerciales, además de producir discos tanto para sí como para otros músicos. En 1993, y tras haber formado parte de un casting, Raab fue contratado para presentar el programa Vivavision, de la cadena Viva, en el que se mantuvo hasta 1998. Hoy día en Youtube se pueden observar registros de esa época, con un Raab de barba incipiente, patillas de Elvis Presley y enormes gafas de pasta. En el visionado de estas viejas cápsulas también es posible constatar que Raab ya echaba mano de su controvertido sentido del humor. Llegado a este punto es válido hacer una suerte de paréntesis: aunque hemos mencionado sobre todo sus virtudes, sería incorrecto afirmar que el estilo de Raab sea para todos los gustos. Varias veces se le acusó de hacer bromas a costillas de los demás y muchos de sus chistes podrían calificarse de políticamente incorrectos. Ello le ganó varios detractores, por no mencionar las diferentes demandas legales en las que se vio envuelto, algunas de las cuales perdió y le significaron sanciones económicas importantes. En cualquier caso, es evidente que al grueso de los televidentes alemanes Raab les pareció un conductor ingenioso y fresco, sobre todo luego de su elogiada actuación como reportero enviado en el Mundial de Fútbol de los Estados Unidos, en 1994.

Todavía pasarían algunos años para que llegara TV total, programa de condujo de 1999 a 2015 y que marcó un antes y después en la televisión germana. Si bien es cierto que su formato era parecido a los shows de televisión estadounidenses conocidos como late-night-shows, con invitados, música en vivo y el esperado monólogo, es cierto que Raab le aportó al concepto un sello inconfundiblemente alemán a la vez que muy suyo, dotado de esas notas de comedia irreverente que desde sus inicios utilizó como bandera. Además de recibir a las más grandes celebridades nacionales e internacionales en el foro, el conductor materializó algunas ideas que a la larga gestarían el concepto de Schlag den Raab, como serían la pelea contra la boxeadora profesional Regina Helmlich en 2001 -el referí detuvo la pelea cuando ésta le rompió la nariz en el quinto round- o la carrera de velocidad en patines sobre hielo que mantuvo con la patinadora profesional Claudia Pechstein, ganadora de cinco medallas olímpicas.

Por si fuera poco, en todo ese tiempo se vio envuelto en la producción y moderación de diversos proyectos televisivos, entre ellos Wok-Weltmeisterschaft, consistente en carreras en toboganes a bordo de woks de cocina adaptados, o noches de juego de póker que contaron con la participación de las estrellas alemanas más reconocidas. Asimismo, no hay que olvidar los diferentes programas musicales que creó y condujo, entre ellos Unser Star für Oslo, el cual constó en hacer una suerte de casting para elegir al artista que habría de representar a Alemania en el concurso de EuroVisión que se celebró en Suecia en 2010. La elegida por cierto fue Lena Meyer-Landrut y, para fortuna no sólo de Raab sino de toda Alemania, se hizo del primer lugar. Por aquellas épocas algún comentarista soltó la ocurrencia de que el nuevo lema de ProSieben, la cadena que transmitió todos estos programas, debía de cambiarse de “We love to entertain you” a “Raab loves to entertain you”. Y tenía razón.

En cualquier modo todos los programas mencionados, incluyendo TV total y Schlag den Raab, cerrarían su ciclo en 2015. En esa fecha la estrella más popular de Colonia, al menos en el presente milenio, no solamente dio por anunciada la cancelación de ambos programas, sino que también expresó públicamente su retiro definitivo como conductor de televisión. Si bien es cierto que Raab ya llevaba un tiempo barajando esa posibilidad, pocos creyeron que la haría válida: no pocas veces la celebridad viene acompañada de jubilaciones anticipadas, entre otros generadores de expectativa. No sería el caso de Raab. Cansado de los 28 años que permaneció bajo el escrutinio público, decidió que era hora de “abandonar el calzado televisivo” (Fernsehschue an den Nagel hängen).

Desde entonces el misterio que rodea a Raab, quien de por sí hasta el fin receló de su vida privada, no ha hecho sino aumentar. Se sabe que vive en su Colonia natal en compañía de su esposa Nike y de sus dos hijas pero no mucho más. Luego de su retiro, el hombre de la quijada prominente se ha movido con un secretismo que recuerda al de los rock stars que, hartos de la fama, han optado por llevar una existencia casi monacal. Bueno, al menos hasta ahora, pues en los meses recientes anunció su esperadísimo regreso. No a la pantalla chica, claro está, sino mediante un espectáculo en vivo bautizado Stephan Raab Live!, mismo que, de acuerdo al trailer que puede encontrarse en Youtube, comprenderá las acostumbradas rutinas humorísticas y musicales que tanto gustan a sus fanáticos. Eso sí, el show se presentará únicamente en el Lanxess Arena de Colonia y sólo hay tres fechas anunciadas, dos de ellas con las entradas agotadas.

Así pues, pueden aguardar sentados aquellos que querrían ver el rostro de Raab de nuevo en la pantalla chica. Sería más fácil escuchar otro éxito suyo en la radio como Die kommt Die Maus, canción la que alcanzó el segundo lugar en los charts alemanes en 1996 o verlo fundando algún partido político, al fin y al cabo seguidores no le faltan. Pero no hay que alarmarse. Aunque no dé la cara, su productora Raab TV continuará siendo portavoz de sus ideas y varias de ellas se materializarán y brindarán en su momento el nivel de entretenimiento esperado. Raab, como sea, ahora tiene la opción de llevar las cosas con mayor tranquilidad. Puede componer música, atender a los partidos del 1. FC Köln, su equipo de futbol favorito, o invertir ese inagotable impulso inventivo en el prototipo de un nuevo teléfono de ducha. O, si así lo prefiere, es libre acostarse como Rico McPato sobre su gran fortuna o saltar sobre ella con un solo pie, locura que ciertamente sería muy de su tipo. Después de todo, se la ha ganado.

Carlos Jesús González

@CjChuy

 

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