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Alice Salomon: Pionera feminista y trabajadora social incansable

Alice Salomon Hochschule

Alice Salomon Hochschule, © dpa-Zentralbild

20.06.2018 - Artículo

De varios meses para acá el nombre de Alice Salomon (Berlín, 1872; Nueva York, 1948) conocida feminista y activista social, ha resonado incansablemente en Alemania.

Ello no se debió, sin embargo, al Google Doodle que el portal de Internet le dedicó el pasado 19 de abril para rememorar los 146 años de su nacimiento, ni por la reedición de alguno de sus libros, ni mucho menos por la proyección de algún nuevo documental dedicado a la trascendencia de su obra. Por desgracia, una vez más el escándalo y el amarillismo que suele rodearlo se impusieron sobre cualquier información optimista.

En este caso se trató de la polémica retirada de un poema que hasta el enero pasado adornaba la fachada de la universidad Alice Salomon, mismo que había sido calificado de machista por parte del alumnado al considerar que ofrecía una “imagen estereotipada de la mujer, impropia de un centro universitario moderno". El texto era conocido como “Avenidas” y fue escrito en 1951 por el poeta boliviano-alemán Eugen Gomringen quien, para añadir controversia al asunto, precisamente había ganado el premio de poesía Alice Salomon en 2011.

Si bien, no entraremos en cuestiones que no tienen que ver demasiado con el legado de Salomon y que posiblemente para ella no contarían con una mayor relevancia. De hallarse aún viva, es probable que esta pionera de la labor social hubiera dado cualquier tipo de opinión y luego alentado a su gente a continuar con asuntos más apremiantes. Ese el al menos el tipo de personalidad que uno sería susceptible de otorgarle tras leer datos acerca de sin vida. Judía de nacimiento pero convertida al protestantismo en 1914, cuando contaba con 42 años, Salomon quiso combinar la compasión que veía en el judaísmo - o Tzedaká, palabra yiddish que de común se traduce como “caridad” o “justicia”- con la ética del trabajo que caracteriza a la religión protestante. Más que rechazar una creencia para abrazar otra, se empeñó en absorber las mayores virtudes que observaba en ambas y que podían auxiliarla en la tarea que quería desempeñar. No fue, por demás, una decisión tomada a la ligera, pues ya desde niña sus padres optaron por enviarla a una escuela protestante al tiempo que en casa continuaban practicándose los ritos judíos. Fue a partir del breve exilio que experimentó en Irlanda para sortear la Primera Guerra Mundial que Salomon se inclinó por la conversión, concebido por ella como “acto de agradecimiento” hacia la gente que la recibió en aquella isla.

El hecho también puede leerse, es cierto, como una manifestación contra los convencionalismos. Una más, porque desde una edad temprana Salomon asumió la lucha a contracorriente como modus vivendi. Siendo ya una veinteañera, a la tercera hija de Albert Salomon y Anna Potocky -la pareja tuvo ocho hijos en total, seis de ellos hombres- se le ocurrió que quería estudiar en la universidad, algo impensable en esos tiempos, sobre todo para las chicas que provenían de familias acomodadas como la suya. Ella, sin embargo, se empeñó en ello y para 1902 pudo participar como estudiante visitante en la Universidad Friedrich-Wilhelm en cursos de economía, historia y filosofía.

Por primera vez un doctorado para una alemana

Mientras Salomon buscaba la manera de que sus estudios se reconociesen, su extendida reputación como una joven comprometida con las causas sociales no hacía sino aumentar. Ya desde 1893 había comenzado a apoyar diversos grupos y organizaciones de mujeres y poco a poco se la identificó como amiga o colega de otras personas destacadas en el rubro del trabajo social, como lo fue Jeanette Schwerin. Además, en 1899 fungió como presidenta del Vereins der Mädchen- und Frauengruppen für Soziale Hilfsarbeit (Asociación de Grupos de Mujeres Dedicadas al Trabajo Social) y en 1900 se unió al Bund Deutscher Frauenvereine Vorstanksfunktionen (Federación de Asociaciones de Mujeres Alemanas). Asimismo, escribió un par de publicaciones que versaban sobre los esfuerzos que habían realizado en su campo luchadoras sociales como Helene Lange y Gertrud Bäumer. Frente a tales credenciales sus estudios fueron finalmente aceptados por la universidad, la cual en 1906 le otorgó una constancia como doctora en filosofía, distinción académica que por primera vez en la historia recaería en manos de una mujer. Es de llamar la atención que su trabajo de doctorado, titulado Die Ursachen der ungleichen Entlohnung von Männer und Frauenarbeit, indagó en las causas que provocaban la diferencia salarial habida entre hombres y mujeres. En un país en el que ellas ni siquiera tenían acceso al voto -eso ocurriría hasta 1919- alguien se atrevía a alzar la voz en contra de la discriminación de género.

Insuflada de confianza, Salomon funda en 1908, en el barrio berlinés de Schöneberg, la Soziale Frauenschule, una escuela dispuesta únicamente para la matriculación de mujeres y cuyo objetivo era entrenar a futuras trabajadoras sociales. Sobra decir que en aquel entonces no abundaban en el mundo centros de estudios con estas características. La intención de Salomon y el equipo de docentes que confiaron en sus ideas era otorgarle al trabajo social el reconocimiento como una profesión más. Lógicamente no se contaba con el apoyo bibliográfico necesario, y acaso tampoco con la gente más experimentada, pero de alguna forma Salomon y sus colegas se las ingeniaron para crear sus propias teorías y así darle una mayor seriedad a su propuesta.

Los avances que se tuvieron en esta materia serían una pieza fundamental para que en 1925 Salomon fundara la Deutsche Akademie für soziale und pädagogische Frauenarbeit, es decir, una academia creada para que las mujeres alemanas que tuviesen un desempeño o un interés en el trabajo social pudiesen discutir acerca de él y la forma en la que pudiese mejorarse, no únicamente para el beneficio de la comunidad, sino también de las personas involucradas en la prestación de este servicio. Por dicha academia desfilaron algunas de las figuras intelectuales más feministas y destacadas de la época, como Marie Baum, Helene Weber o Siddy Wronsky. Sus esfuerzos no sólo para la investigación y la sistematización del trabajo social, sino también para la práctica de acciones dirigidas al empoderamiento de las mujeres, hicieron que Salomon perteneciera a diversas organizaciones femeninas nacionales e internacionales y participara de conferencias en diferentes ciudades de Europa y Norteamérica.

Exilio y memoria

A estas alturas al lector, en todo caso, le ha quedado claro que Alice Salomon era una persona fuera de serie. Por ello se antoja especialmente frustrante el que su carrera, junto con los esfuerzos que se habían concretado y que de alguna manera habían convertido a Alemania en un lugar mejor, fuesen pulverizados con el arribo de los nazis al poder. Pese a su conversión religiosa, una judía de nacimiento, Alice Salomon sufrió en carne propia los estragos del odio racial. La mujer que había renunciado a las facilidades propias de la clase privilegiada por ayudar a mujeres más desfavorecidas, tuvo que aguantar un severo y humillante interrogatorio por parte de la Gestapo en 1937. Vaya ironía: apenas cinco años antes la escuela que había fundado había sido renombrada Alice Salomon Hochschule Berlin en su honor, y en 1936 su férrea voluntad fue premiada con la medalla estatal de Prusia y un nombramiento como doctora honoraria por parte de la Universidad de Berlín.

Bastaron unos meses, o quizá días, para que Salomon no fuera “alguien” sino “algo”. Sola y en silencio, como decenas, cientos, miles de personas más, Salomon fue forzada al exilio en ese atroz 1937. Tenía 65 años, una maleta a medio empacar y un cuerpo lleno de sueños rotos. Pasó primero por Londres para luego arribar a los Estados Unidos en 1938. Un año después la dictadura anuló su ciudadanía como alemana, y no fue sino hasta 1944 que obtuvo la nacionalidad estadounidense, con lo que a lo largo de un lustro no tuvo otro país que los recuerdos. Murió el 30 de agosto de 1948 en Nueva York.

Su labor fue tan destacada que hoy día su figura no evoca sino respeto y agradecimiento. Alice Salomon no es sólo el nombre que llevan calles, parques o plazas, sino también ilustra a centros de docencia, lo que de seguro habría observado con humildad pero también con beneplácito. De hecho ya desde 1954 se había restablecido en Berlín una universidad para el trabajo social y la salud pública con su nombre, pero 1971 lo perdió por cuestiones burocráticas. Sin embargo, a partir de 1991 la Alice-Salomon-Hochschule-Berlin, aquella cuya fachada fue decorada con el polémico poema del que hablamos al principio de este artículo, se halla en pleno funcionamiento y es uno de los centros de estudios de su tipo más destacados de Europa.

Ahora, si lo que de verdad se desea es homenajear a Alice Salomon de una manera más profunda y directa, lo adecuado sería leer Charakter ist Shicksal: Lebenserinnungen (El Carácter es Destino: Recuerdos de Vida), la autobiografía que escribió y cuyo contenido no tiene desperdicio.

Se quiera o no, hay palabras que nunca podrán borrarse.

Carlos Jesús González.Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

 

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