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Alemanes que hicieron historia: Alexander Gerst

ISS Expedition 56/57 prime crew before launch from Baikonur Cosmo

ISS Expedition 56/57 prime crew before launch from Baikonur Cosmo, © TASS

02.08.2018 - Artículo

Navegador de estrellas

Hay algo sumamente cinematográfico en aquello que se halla relacionado con los viajes en el espacio, los astronautas, las naves que surcan regiones incógnitas y saturadas de estrellas en donde no hay más sonido del silencio. Bien lo supo Stanley Kubrick cuando filmó su ya mítica 2001: odisea en el espacio (1968) y lo mismo ocurrió con Alfonso Cuarón hace un lustro, cuando puso a millones de espectadores nerviosos con la taquillera Gravity, ello por no mencionar la mitología moderna que La guerra de las galaxias, Guardianes de la galaxia y a saber cuántas franquicias y películas más han generado. En resumen, son pocos los temas que han probado una y otra vez poseer un atractivo tan ilimitado en las salas de cine. La pregunta es: ¿por qué? Quizá buena parte de ello se deba al insondable enigma que genera lo que se encuentra más allá de nuestra atmósfera. Uno puede más o menos imaginarse la hazaña del excursionista que escala el Everest o la del científico que explora el universo submarino desde una campana de buceo, pero no ocurre lo mismo cuando el aventurero en cuestión es un astronauta: ni una ni otra actividad, por temerarias que sean, superan en misterio y sensación continua de sorpresa, casi de inverosimilitud, a la realizada por el hombre que navega por el espacio.

Quizá durante su infancia Alexander Gerst (Künzelsau, Baden-Wurtemberg, 3 de mayo de 1976) no vio demasiadas películas sobre cohetes interestelares o planetas desconocidos, y sin embargo la curiosidad con respecto a lo que se escondía más allá de donde su mirada era capaz de abarcar se instaló en su mente desde una edad muy temprana. En diversas entrevistas Gerst, también conocido como Astro Alex -imposible encontrarle un apodo más efectivo- ha comentado que la culpa de ese interés debe atañerse a su abuelo, al menos en buena parte, ya que entre otras cosas el viejo era un locutor de radio amateur que tenía una afición especial por el EME o modalidad de rebote lunar, consistente en propagar ondas de radio por reflexión sobre la superficie de nuestro satélite. Cómplice de la pequeña odisea, el Gerst de seis años observaba al abuelito saltando de alegría cada vez que lograba contactar alguna otra señal de radio, al tiempo que se preguntaba cómo era que ese círculo plateado y brillante pudiese servir a manera de puente de comunicación. “Desde pequeño me interesaba todo lo que tuviese que ver con el descubrimiento de la Tierra”, dijo en una entrevista para la revista Focus, “desde los volcanes, las tormentas o la historia de nuestro planeta, hasta cuestiones relacionadas con otras culturas y otros países”.

¿Es posible que Astro Alex recordase algunas de esas entrañables vivencias de la niñez el 28 de julio pasado, cuando tuvo lugar aquel eclipse lunar total del que se habló en todo el mundo? Imposible darlo por hecho. Lo que sí sabemos, es que tomó varias fotos del llamativo fenómeno astronómico y luego las compartió, como lo ha hecho tantas veces más, a través de su popular cuenta en Twitter: @Astro_Alex. La diferencia es que sus imágenes no provenían desde el pico de una montaña o el techo de un rascacielos, sino que fueron tomadas a través de una de las ventanas de la Estación Espacial Internacional (mayormente conocida por su acrónimo en inglés: ISS), estructura colosal -pesa 450 toneladas y posee 72 metros de largo y 108 de ancho- que se ha convertido en su hogar desde el 3 de junio de este año. Allí, a 400 kilómetros de la superficie terrestre, Gerst se mantendrá un total de 188 días. Arribó como parte de la expedición número 56, misma que ascenderá a 57 el próximo 4 de octubre con Gerst como comandante, cargo que no había recaído en manos de ningún europeo occidental desde que el belga Frank De Winne lo ostentó en 2009. Astro Alex es, por tanto, el primer alemán en obtener con tal distinción, lo que no es poco si tomamos en cuenta que fue en noviembre de 2000 que los primeros astronautas llegaron al ISS y que desde entonces la estación ha sido ocupada de forma ininterrumpida.

Astro Alex, superhéroe

La mayor parte de los niños hemos soñado con ser astronautas una vez alcanzada la adultez, está claro, y es por ello que de manera automática tendemos a conferir a quienes sí lo logran dotes de superhéroe: vivimos a través de ellos proezas que, además de habérsenos sido negadas, nos parece que superan las capacidades humanas. Más aún cuando el paladín en cuestión cuenta con un carisma a prueba de balas como el que presume Astro Alex. Volviendo al aspecto cinematográfico referido al inicio de este texto, es del todo comprensible que el natural magnetismo de este cosmonauta germano haya sido fuente de inspiración para el personaje de Alex Vogel en la cinta Misión rescate (The Martian, 2015), o que su nombre haya servido para bautizar un asteroide que se desplaza por algún rincón de la galaxia.

En pocas palabras Gerst, al menos en Alemania, es una especie Stefan Raab de la astronáutica, por así decirlo. Al igual que el popular presentador de televisión, Astro Alex es un hombre atlético y dotado de una inusual inteligencia, pero sobre todo es alguien lo suficientemente empático como para percibirse cercano, similar a uno, tan lleno de dudas, miedos y deseos como todos. En una de las múltiples entrevistas que ha concedido, por ejemplo, Gerst dejó en claro que su caso no es del tipo del astronauta duro que, a la Bruce Willis en Armageddon (1998) no tiene otra cosa con la cabeza que cumplir con una misión llena de riesgos: “echo de menos darme un baño en un lago, disfrutar de un asado en la terraza de algún amigo, hacer jogging bajo la lluvia. Esas cosas pequeñas y que parecen significantes, como el ruido del bosque o la forma en la que el pasto cruje cuando lo pisas”.

Lejos de hacerse de la corona que sus congéneres con gusto le otorgarían -y que de hecho de se le ha concedido de manera oficial: en enero de 2015 el entonces presidente de Alemania, Joachim Gauck, le entregó la Cruz Federal al Mérito (Bundesverdienstkreuz)-, Gerst prefiere asumirse como una persona que simplemente realiza su trabajo. Además, y por si fuera poco, los niños lo adoran: tanto ahora como hace cuatro años, cuando hizo su primera misión espacial al ISS -formó parte de la Expedición 40/41, la cual duró de mayo a noviembre de 2014- Astro Alex ha llevado con él algunos muñequitos a manera de acompañantes -entre ellos “Astro Mainzel”, mascota de la cadena televisiva ZDF- por no mencionar las muchas otras veces que, ya en Tierra, ha participado en programas de televisión infantiles en los que no solamente detalla sus experiencias fuera de la atmósfera, sino también explica, con la deferencia y paciencia de un profesor de primaria, todas las actividades que rodean al entrenamiento de astronauta. Asimismo, constantemente forma parte de foros académicos y universitarios en los que aporta sus conocimientos sobre el funcionamiento de nuestro planeta, como pueden ser la dinámica de los volcanes -se graduó de la carrera de geofísica en la Universidad Karlsruhe y es un prestigiado vulcanólogo- o la manera en la que la contaminación del ambiente afecta al entorno natural.

Las estadísticas

Ya que estemos hablando de alguien que, antes de marinero de estrellas, es un distinguido científico -posee además una maestría en ciencia de la Universidad de Wellington, en Nueva Zelandia, y sus investigaciones han sido publicadas por revistas como Science o Nature- hagamos el ejercicio de describirlo rápidamente a través de los números: tiene dos hermanos menores; mide 186 centímetros; en 2006 ingresó como becario en el Centro Alemán Aeroespacial (DLR - Deutschen Zentrums für Luft -und Raumfahrt); en 2009 fue elegido como uno de los seis candidatos alemanes a cosmonauta de entre 8,407 que solicitaron serlo; en 2010 se graduó con astronauta; fue, después de Thomas Reiter y Hans Schlegel, el tercer astronauta alemán que abordó el ISS; su primer actividad extra vehicular o EVA (Extra Vehicular Activity) ocurrió en el ISS en 2014 y duró un total de seis horas y trece minutos; cuenta con alrededor de un millón ciento ochenta mil seguidores en Twitter; tiene un libro llamado 166 Tage im All (166 días en el espacio) en donde describe las experiencias de su primera aventura a bordo del ISS.

Ello por no hablar, ya que estamos con cifras, de los cerca de trescientos experimentos que Horizons, que es el nombre de la expedición actual, pretende realizar antes de darse por concluida el próximo 13 de diciembre. Entre ellos se encuentran el observar la manera en la que los músculos se comportan en la microgravedad, la forma en la que el sistema inmunológico se ve afectado por el estrés y, por primera vez de manera tan detallada, la relación que los humanos y la inteligencia artificial mantienen en el espacio. Con esta última finalidad la tripulación de Gerst convivirá con un robot circular de cinco kilos de peso llamado CIMON (Crew Interactive Mobile Companion). Diseñado por cincuenta académicos e ingenieros de diversas empresas e instituciones, CIMON está dotado de un vocabulario de más de mil palabras y además realiza funciones que parecen directamente arrancadas de un filme futurista, como reconocer rostros, hablar y moverse por sí mismo. Astro Alex fue de hecho el responsable del aspecto de su rostro y su cercanía con él será constante, pues ambos cooperarán en tareas que van de experimentaciones médicas hasta la solución conjunta de un cubo Rubik.

No será entonces sino hasta finales de este año que Gerst asumirá nuevamente sus funciones como terrícola. Podrá dejar atrás, entre otras cosas, esos dieciséis menús que tuvo para escoger cada día que estuvo en órbita pero que luego de unas semanas, y por la manera en la que la falta de gravedad afecta al sentido del gusto, saben a lo mismo, y también actividades engorrosas como la de ducharse siempre con pequeños sobres de agua y jabón. Y esos toilets extraños e incomodísimos, y esa la bolsa de dormir que pegaba cada “noche” en suelos y paredes para tratar de conciliar un sueño que nunca llegaba del todo. Ya no habrá nada de eso, pero tampoco de esa fiesta de colores y belleza que cada día miraba desde las ventanas de la estación espacial. De vuelta al mundo, y como cualquiera, se citará en algún restaurante con su novia, la física Laura Winterling, y después irán juntos al cine, al teatro o al parque, y atesorará esos momentos en la memoria con toda sus fuerzas. A sabiendas -él quizá más que nadie- de que, al menos por ahora, y como él lo ha dicho tantas veces, “no hay ningún planeta B”.

Carlos Jesús González, en exclusiva para el CAI, agosto 2018


Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

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