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1918-2018 - Cien años del fin de la Primera Guerra Mundial

Kriegerdenkmal

Monumento para los soldados que murieron durante la Primera Guerra Mundial sobre el Lerchenberg., © ZB

06.11.2018 - Artículo

Ha pasado un siglo del término de la Primera Guerra Mundial. En Alemania, durante 2014 se recordó el inicio del conflicto; en 2018 se analiza el fin de la monarquía, el comienzo de una era convulsa y a la vez creativa.

El 9 de noviembre de 1918 abdicó el emperador Guillermo II de Alemania, terminando así la participación de este país en el conflicto que inició en 1914. La Gran Guerra se luchó en un escenario mundial, y sus efectos impactaron el futuro de Europa y el mundo. Los cambios provocados en Alemania fueron inéditos y, coinciden los historiadores, abrieron paso a conflictos aún más destructivos. Pero al mismo tiempo, el fin de la guerra dio lugar a transformaciones de una sociedad democrática.

 

Dos finales: la guerra y la monarquía

El proceso que condujo a la abdicación del emperador y el fin de la guerra es la historia de una derrota militar frente al enemigo externo y la pérdida de apoyo doméstico, tanto del ejército como de la sociedad política y la población. En cuatro años de guerra, Alemania movilizó 13 millones de soldados, dos millones perdieron la vida y cinco millones resultaron heridos. Las pérdidas humanas en Europa rondan los 10 millones. Con esas dimensiones de catástrofe, el imperio austro-húngaro que era aliado de Alemania, envió a mediados de septiembre de 1918 una nota de paz a sus enemigos y comienza el dominó de las potencias centrales (compuesto por los imperios de Alemania, Austria-Hungría y Otomano, y el reino de Bulgaria), frente a Francia, Reino Unido y Rusia (quienes también se sumó Estados Unidos en 1917). Ese mismo mes el ejército alemán informa al emperador que la guerra está perdida, y en el campo político se recomienda al gobierno introducir cambios hacia un parlamentarismo que permita conducir el proceso doméstico que ha llevado a una oposición popular a la guerra. El 30 de septiembre Guillermo II introduce un sistema parlamentario y repliega a la marina militar. Ese mismo día capitula Bulgaria.

El 3 de octubre se nombra un nuevo Canciller, el Príncipe Max von Baden, y un nuevo gobierno en cuyo gabinete se incluye a renombrados políticos de lo que hoy identificaríamos como centro derecha y centro izquierda. El Canciller transmite al presidente Woodrow Wilson el interés de iniciar negociaciones de paz; la respuesta llega el 23 de ese mes, condiciona destronar al emperador, desarmar al imperio, entregar territorios de Alsacia y Lorena a Francia. El día siguiente, Hungría se proclama independiente, y la autoridad de la armada alemana instruye preparar un ataque último contra Reino Unido –esta orden jugó un papel fundamental en el desarrollo de los acontecimientos de las semanas por venir. A fines de octubre parlamento alemán (el Reichstag) emite las leyes para transformar el Estado, que supone renunciar a la constitución del imperio y una renovación de liderazgo militar y político. Así, las reformas políticas que se estaban introduciendo en Berlín corrían en sentido contrario a los planes militares de la marina.

En ese contexto, los marineros de la armada reaccionan y se niegan a cumplir las órdenes del último ataque que se les exigía. Las ciudades portuarias se vuelven un hervidero de inconformidad: los marineros en sus barcos y en tierra se manifiestan, con el apoyo de la población. La represión violenta de las manifestaciones hace que éstas crezcan, y dentro de la marina crece también el apoyo entre oficiales que que rebelan. El 28 de octubre Guillermo II deja Berlín y se refugia en Bélica. El 30 de octubre capitula el imperio otomano. El 3 de noviembre, el Austro-Hungría capitula, y el día 4 en el puerto de Kiel la rebelión militar-popular ocupa las instalaciones de la ciudad e instituye una nueva autoridad que deroga el orden imperial. Un día más tarde todos los barcos de la marina de guerra se han sumado al movimiento contra las órdenes imperiales. En los puertos importantes el poder político es sustituido por Consejos de Trabajadores y de Soldados, y esta tendencia se reproducirá en los días siguientes por todo el país.

Con un emperador ausente y una revolución en curso contra la guerra y el orden del imperio alemán, el 9 de noviembre el Canciller Max von Baden anuncia que el emperador Guillermo II ha abdicado. Transmite el cargo de Canciller a Friedrich Ebert, líder del Partido de la Mayoría Socialdemócrata de Alemania (MSPD, hoy Partido Socialdemócrata Alemán, SPD). La agitación política existente y la división de las fuerzas políticas que han forzado el cambio doméstico propicia uno los episodios simbólicos del día, y que tendrá efectos en la historia alemana del siglo XX (en siglo XXI ya es solo una anécdota para quienes visitan Berlín): el socialdemócrata Philipp Scheidemann proclama desde un balcón el edificio del Reichstag la “república alemana”, y minutos más tarde el socialista de izquierda (posterior fundador del Partido Comunista de Alemania) Karl Liebknecht desde el Palacio de Berlín proclama la “república socialista libre de Alemania”.

Esa noche, Guillermo II deja Bélgica y se exilia en Países Bajos, condicionado a no participar en ninguna actividad política. La Primera Guerra Mundial termina de facto, y el 11 de noviembre, en un vagón de ferrocarril cerca de la ciudad francesa de Compiègne, Matthias Erzberger diputado y Secretario de Estado, firma el armisticio por Alemania.

La revolución de noviembre

Hay quien ha llamado a este periodo “revolución paradójica” pues el resultado del proceso histórico que comenzó ese noviembre y terminó años más tarde, no fue el esperado por los promotores de la república (moderados o radicales) ni por los monarquistas y aristocráticos que deseaban una restauración.

En noviembre, por toda Alemania hay consejos populares formados por obreros y soldados, y tras la abdicación se ha creado un Consejo de los Representantes del Pueblo, liderado por los dirigentes de los partidos de centro izquierda, que define la creación de un Congreso de Consejos que a partir de diciembre controle al Consejo de los Representantes, es decir un proceso tendiente a la parlamentarización de esta autoridad. Para mediados de ese mes, la revolución ha dado lugar a decisiones como acabar con la censura en la prensa, amnistía de presos políticos; voto directo y secreto para todos, incluidos mujeres y jóvenes a partir de los 20 años. En el mundo laboral, se introduce la jornada laboral de 8 horas y la igualad entre empresa y sindicato para la negociación del salario.  

La revolución de noviembre generó también impulsos en su contra. Apenas en diciembre, unidades militares monarquistas atacaron el Palacio de Berlín e intentaron apresar al Consejo de los Representantes. La asonada fracasa, pero la violencia continúa y las calles de Berlín se vuelven campo de batallas entre facciones que están contra la república, y entre aquellos moderados y radicales republicanos. El resultado de una guerra perdida y una transformación hacia la democracia republicana fue caótico por todos lados. Se atribuye a Friedrich Ebert la frase “la democracia necesita demócratas”, y el país nacido en noviembre sufría de la falta de demócratas a la izquierda y la derecha del espectro político. A mediados diciembre se reúne el Congreso anunciado un mes antes, y decide convocar a elecciones para una Asamblea nacional el día 19 de enero del año siguiente. La división entre militares y marinos, y entre partidos que apoyan la república sigue en aumento.

Enero de 1919 es testigo de batallas de fuerzas irregulares de los grupos arriba mencionados: monarquistas, moderados, comunistas. En las primeras dos semanas del año mueren 165 personas por los combates en Berlín, y finalmente las tropas del nuevo gobierno ponen fin al cruento alzamiento. Entre los saldos, los líderes del recién creado Partido Comunista de Alemania son asesinados el 15 de enero: Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.

La forma en que la guerra llegó a su fin y los meses siguientes crearon gran descontento en núcleos de militares, monarquistas y élites económicas. Entre los integrantes de estos grupos se encuentran destacados personajes que a lo largo de las próximas décadas se opusieron a la república y luego condujeron hacia el nacionalsocialismo.

La República de Weimar

La votación del 19 de enero eligió a la Asamblea nacional que redactaría una nueva constitución. Por primera vez participaron en igualdad de derecho las mujeres. Entre el centro y el centroizquierda contaban con una mayoría de tres cuartos de la representación. Porque la normalidad en Berlín aún no estaba garantizada, la asamblea constituyente con sus 423 diputados se desplazó al Teatro Nacional en Weimar a 280 kilómetros al suroeste de Berlín, donde sesionaron por primera vez el 6 de febrero. Cuatro días más tarde aprueban una ley de transición del régimen monárquico a una república. En los días siguientes eligen los socialdemócratas Friedrich Ebert como Presidente del imperio y a Philipp Scheidemann como Ministro presidente –llama la atención que los constituyentes conservaron el nombre imperio, aunque cambiaron su sistema político. El 31 de julio la Asamblea concluye la nueva constitución del imperio, que entró en vigor el 14 de agosto.

La capital de Alemania siguió siendo Berlín, pero el apelativo República de Weimar se usa para caracterizar al periodo histórico entre 1919 y 1933, año el encumbramiento del nacionalsocialismo al primer nivel de gobierno. En esa década y media de vida, la República de Weimar atestiguó dos graves crisis económicas, asesinatos políticos, enormes migraciones. Pero también un florecer en la literatura, la música, las artes plásticas, la arquitectura, el cine y su desarrollo al cine sonoro. Dos generaciones afectadas por la destrucción de una guerra sin precedente se enfrentaron a un sistema político democrático y una libertad individual tampoco vistos antes, y a una creatividad simbolizada –entre otros– por la Bauhaus.

Efectos en la relación con Francia

La Primera Guerra Mundial en Alemania guarda un gran simbolismo en su relación con Francia. Francia sufrió la muerte de 1.3 millones de soldados. El armisticio alemán tiene lugar en Francia, y la conferencia y tratado de paz que siguió a la Primera Guerra se conoce como de Versalles.

Los delegados alemanes que asistieron a la conferencia en junio de 1919 tuvieron que asumir una gran cantidad de condiciones: desmilitarización, cesión de territorios y enormes reparaciones. Un joven economista británico miembro de la delegación del Reino Unido, escribió el libro “Las consecuencias económicas de la paz” criticando los grandes impactos que tales condiciones tendrían sobre el desarrollo de Alemania y para Europa. El autor era John Maynard Keynes, y no se equivocó.

Las regiones de Alsacia y Lorena que habían sido anexionadas por Alemania en 1871 tras la guerra franco-prusiana, volvieron a Francia. En Versalles Francia y Bélgica asumieron el control sobre una zona más amplia: los alrededores del río Rin (Rheinland). Francia estimaba que esta región y el Sarre debían ser administrada por ella, o por una autoridad de las potencias victoriosas. La región tuvo un estatus especial como una zona desmilitarizada, formalmente alemana pero bajo supervisión francesa y belga. En 1925 los Ministros de Relaciones de Exteriores de Alemania y Francia, Gustav Stressemann y Aristide Briand, demostraron que era posible reducir la tensión entre sus países. En 1926 fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz, y en 1930 la ocupación franco-belga del Rheinland llegó a su fin –a condición de que continuase como zona desmilitarizada.

La regiones fronterizas franco-alemanas volvieron a ser sujeto de ocupación por Alemania en la era del nacionalsocialismo. Y tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, esta zona no dejó de jugar un rol muy importante para el futuro de los dos países: el proceso de integración que hoy conocemos como Unión Europea surgió en 1950 con la propuesta francesa a Alemania para establecer una autoridad sectorial productiva para esa región. Hoy, la República Federal Alemana no se puede entender sin su relación con Francia y su integración a Europa occidental en los años cincuenta.

 

100 años después, Alemania y Europa recuerdan

En el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial se publicaron muchos libros analizando este acontecimiento. También debates públicos, conferencias académicas y exposiciones en museos recodaron ese momento. El centenario del fin de la guerra no ha atraído tanto la atención. Más bien se percibe como la circunstancia que dio pie a la República de Weimar y con esa perspectiva se preparan las actividades recordar en 2019 cien años de república –sin soslayar que las tensiones irresueltas en esos años fueron el germen del nacionalsocialismo.

El Teatro Maxim Gorki de Berlín, con apoyo de la Agencia Federal de Educación Política, la Fundación Federal de Cultura y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores, organizó el festival War or Peace. Encrucijada de la historia. 300 participantes de Europa compartieron cómo se trata la guerra y la paz posterior a 1918 en sus países, pero también en otras regiones y sobre otros conflictos.

En el puerto de Kiel se presenta la exhibición La hora de los marineros, la primera dedicada enteramente a la participación de los marineros, que además contextualiza el tratamiento y la memoria de la revolución de noviembre en las dos Alemanias que coexistieron entre 1949 y 1990 –porque, obviamente, en los dos países había una lectura histórica muy distinta.

Para quien visite Berlín: el balcón donde hace 100 años, el 9 de noviembre Scheidemann proclamó la “república alemana” está en el Reichstag, hoy sede del pleno del Bundestag. Primer piso, segundo balcón del lado del río Spree. Actualmente es el restaurante de los diputados, y una placa colocada en 1976 recuerda el suceso.

El balcón donde Liebknecht proclamó la “república socialista” es la fachada original del Palacio de Berlín que el régimen de Alemania Oriental adosó al edificio del Consejo de Estado. El portal IV del Palacio fue removido antes de la demolición de la estructura restante tras los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. El antiguo Consejo de Estado es hoy una escuela de negocios, se encuentra en la plaza donde se está reconstruyendo el Palacio, y a un costado (un brazo del río Spree de por medio) de la sede del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores.

 

Agencia Federal de Educación Política y Teatro Maxim Gorki - Festival War or Peace (en inglés): https://www.warorpeace1818.org/

 


Zirahuén Villamar (@zirahuenvn), en exclusiva para CAI, noviembre 2018.


Zirahuén Villamar nació en la Ciudad de México, donde trabajó para una Fundación Política alemana; hoy escribe su tesis doctoral sobre política exterior germana en la Universidad Libre de Berlín. Disfruta la intensidad cultural y política berlinesas, se considera afortunado de ser testigo de estos años interesantes.

 

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