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Nina Hagen: una piedra rodante

Nina Hagen in der Wiener Stadthalle

Nina Hagen in der Wiener Stadthalle, © IMAGNO

20.06.2018 - Artículo

Si hay algo que nadie podría reprocharle a Nina Hagen (Berlín, 11 de marzo de 1955) es la falta de honestidad. Tanta transparencia, aunque en algunos momentos le ha acarreado incontables problemas y malentendidos, forma parte indivisible de su personalidad.

Incluso durante la que sería su primera aparición en televisión, por allí de principios de la década de los setenta en su natal República Democrática Alemana (RDA), la esencia de su naturaleza es absolutamente perceptible: si bien su voz responde con soltura, casi con amabilidad, a las notas del Schlager (baladas románticas y pegadizas) que interpreta, la actitud con que se desenvuelve revela una carga de ironía que ni siquiera el lindo vestido rojo que trae puesto es capaz de ocultar. Observa a la cámara no con la dulzura primaveral que de común se relaciona con este género musical sino con sorna, con ganas de que quede bien claro a todo aquel que la ve que su rostro de muñeca de porcelana praguense no refleja en ninguna medida el verdadero estado de su corazón. Algo similar puede percibirse en la interpretación que hizo de Du hast den Farbfilm vergessen, su primer gran éxito -junto con el grupo Automobil- para otro programa televisivo en 1976. Hagen, quien para entonces ya tenía 21años pero aparentaba 15, no inyecta a este tema de cabaret una vocalización suelta y dulce sino el aparatoso sonido de una tráquea castigada. Mirada desde el momento actual, su imagen responde a la de una estudiante de colegio de monjas a la que se le ha metido un demonio revoltoso y políglota que de cuando en cuando hace acto de presencia.

De la revisión de ese agitado pasado puede decirse que, en efecto, ninguna otra artista merece el mote de “la madrina del punk”. Hagen se lo ha labrado a conciencia. Su total ineptitud a la hora de poner cotos a una desmedida franqueza la ha convertido en un icono de rebeldía, rebeldía a la germana claro está, una que huele a Muro de Berlín, estoperoles, depresión post-68, Stasi y drogas duras. No es que, pasadas las década de los setenta y ochenta, Hagen haya dejado de responder a un discurso en contra de lo establecido, pero da la impresión de que aquello contra lo que era posible oponerse hace tres o cuatro décadas era más definido, acaso concreto, mientras que ahora, tras una suerte de balcanización política, social y económica mundial, se antoja menos definido. En todo caso, y a diferencia de muchas otras artistas femeninas de su generación, que por edad o por desidia han tendido a la autocensura, Hagen continúa con la misma boca floja de siempre, maldiciendo y gritando por aquí y por allá y diciendo frente al micrófono lo que le da la gana. Incluso la intensísima reconversión al cristianismo que experimentó en los últimos años puede leerse como el resultado de una necesidad de moverse a contracorriente: ¿puede haber algo más reaccionario en este planeta que un concierto de Nina Hagen en el que lo primero que la artista dice al subir al escenario es: “hola, ¿todos aquí conocen a Jesucristo?”

Más Patti Smith que Madonna y definitivamente más Janis Joplin que Joe Strummer, Hagen tuvo el buen tino de absorber las manifestaciones artísticas y sociales a las que era expuesta para luego adaptarlas a su modo. De la RDA en la que nació y creció y que abandonaría rebasados los veinte años entendió la importancia de la libertad de expresarse. El destino la puso por esa misma época en Londres, la ciudad que, vía los Sex Pistols y la contracultura fundada por el movimiento punk, miraba con simpatía -y preocupación- la anarquía y el descontento incrustado en las mentes de sus jóvenes. Pero además a lo largo de su vida ha vivido en Los Angeles, en Hamburgo y en París, y por si fuera poco ha pasado largas épocas en la India, lo que evidencia unas incombustibles ansias por conocer y comprender otras maneras de concebir la realidad.


Nina Hagen in Wien 1979
Nina Hagen in Wien 1979 © IMAGNO

Si bien la autenticidad de su afán por la desobediencia jamás ha estado en cuestión, el gusto -aunque más bien se trata de una adicción- de Hagen por el cambio no sólo se mide por sus continuas mudanzas, sus numerosos y estrambóticos cambios de look o la copiosa cantidad de parejas sentimentales que ha tenido, sino a partir de su inclinación por explorar diversos géneros musicales, hecho del que queda constancia en los diecisiete discos de estudio que ha grabado en poco más de cuatro décadas de carrera. En esta discografía, por supuesto, abundan el punk y el rock, pero también pueden hallarse rastros de rythm&blues, synth-pop, reggae, blues y gospel. Aunque suene paradójico, “La madrina del punk” nunca se resignó a la idea de interpretar para siempre canciones limitadas a cuatro acordes ruidosos y una línea melódica sencilla y contagiosa. Este impulso por la reinvención continua, tanto musical como de imagen, solamente puede equipararse a la de alguien como David Bowie -por cierto, la berlinesa hizo una versión de Ziggy Stardust que no tiene desperdicio-, pero allí donde el camaleonismo del inglés respondía a impulsos intelectuales y de pura vocación artística, en el caso de Nina Hagen el motor de transformación es un inconformismo visceral y permanente, más próximo a los versos subversivos de Bertolt Brecht que a cualquier aspiración vanguardista.

Una piedra rodante

NDR Talkshow in Hamburg
NDR Talkshow in Hamburg © dpa

Si la vida es, en efecto, una tómbola, la que le ha tocado a Nina Hagen da vueltas a una velocidad endemoniada. Al dar un repaso a su biografía se tiene la impresión de que aquello que le ha ofrecido el porvenir, ya se trate de dichas, ya de tragos amargos, no ha sido lo demasiado potente como para inducirla a la inmovilidad. La supera el impulso, la pasión por el riesgo, pero también puede identificarse en ella un enorme sentido de practicidad. Si durante la adolescencia las escuelas de teatro de las RDA rechazaron su solicitud para estudiar actuación lo que había que hacer entonces era cantar, pero si luego tampoco había margen para interpretar la música que ella quería, la opción más lógica era marcharse de allí, sin dramas ni aspavientos, como hizo en 1976, so pretexto de seguir a su padrastro, el cantautor y disidente político Wolf Biermann, en su camino al exilio.

Hagen detenta una actitud similar a la hora de relacionarse con el sexo opuesto. Dueña absoluta de su cuerpo, mantuvo escarceos amorosos con varios músicos, entre ellos el legendario rockero Udo Lindenberg, el compositor Wolfgang Niedecken, algún miembro de Apocalyptica y un muy joven Anthony Kiedis, previo a que los Red Hot Chili Peppers se convirtiesen en un grupo famoso. Músicos fueron también buena parte de los hombres con los que estableció una relación más intensa y formal. Tal fue el caso del guitarrista holandés Ferdinand Karmelk, con quien en 1981 procreó una hija llamada Cosma Shiva Hagen que actualmente se dedica a la actuación. Por desgracia la dependencia de Karmelk hacia la heroína alcanzó niveles demenciales y Hagen rompió con él tras el nacimiento de Cosma. De cualquier modo, tampoco es que la relación que mantuvo a finales de los ochenta con el maquillista francés Franck Chevalier terminase en mejor puerto: pese a la ilusión mostrada por la llegada de su hijo (Otis Chevalier-Hagen, nacido en 1990), al poco tiempo la pareja decidió continuar por rutas separadas.

Es evidente, en todo caso, que ningún amante de Nina Hagen puede alegar el haber sido engañado: si hay algo que salta a la vista de quien sea es su personalidad dominante y explosiva, difícil de sobrellevar, cierto, pero asimismo opuesta a la simulación. Baste con mirar, por ejemplo, aquel extracto del programa televisivo Talk im Turm que data de 1992 y en el que coincidió en el panel de invitados con la entonces Ministra Federal de Mujeres y Juventud, Angela Merkel -a pie de página compartiremos el enlace-, con quien se enzarza en una fuerte discusión relativa al tratamiento de la adicción de drogas: Hagen es tan cabezona, tan de una sola pieza, que volvería a alzar la voz y repetiría las mismas palabras incluso hoy mismo, sin importarle que Merkel sea la canciller y ella misma una señora de más de sesenta años.

Esa es, pues, Catherina “Nina” Hagen. Una mujer que no sabe esconderse, fingir, falsear. Eso lo deja para el escenario. Allí sí que el histrionismo tiene permiso, ya sea en un concierto frente a trescientas mil personas, como sucedió en 1985 en la primera edición del festival Rock in Rio, ya en un recital preparado para un puñado de fanáticos en las entrañas de una iglesia berlinesa. Allí sí que la artista alemana juega a ser la bruja cósmica que, vía las cuatro octavas que su voz es capaz de alcanzar, invoca a la angustia del desamor, al espíritu del blues o, de algunos lustros a la fecha, al temor de dios. Pero en cuanto baja del stage las máscaras irremediablemente se caen, una por una. Lo que queda es alguien que merece ser escuchada con cuidado, por encima del rechazo o afecto que sea capaz de provocar. Incluso aunque le dé por revelar que descubrió a Jesucristo en un viaje de LSD o que una vez contempló un ovni por alrededor de diez minutos. Después de todo Hagen es sinónimo del punk y el punk, el verdadero punk, tendrá los defectos que uno quiera pero nunca miente.

10 datos relevantes sobre Nina Hagen

  1. Su madre, Eva Maria-Hagen, era una conocida actriz de la RDA. Su padre fue Hans Hagen, un guionista de teatro. Se separaron cuando Nina tenía dos años de edad.
  2. En 1977 suma esfuerzos con el grupo berlinés Lokomotiv Kreuzberg y forma la Nina Hagen Band. Al año siguiente aparece su disco homónimo, el cual tuvo un gran éxito entre la crítica y el público.
  3. Vivió por temporadas en Estados Unidos, en donde produjo algunos discos en inglés. Durante algunos meses compartió manager con Frank Zappa.
  4. Hagen interpreta el himno del equipo de futbol 1.FC Union Berlin, el cual pertenece a la segunda división de la Bundesliga.
  5. Filmó un pequeño documental en India alrededor de la figura de su gurú personal. El título es Om Gottes Willen.
  6. Su producción discográfica décimo segunda, lanzada al mercado en 2010, obtuvo un nivel de ventas que no había observado ningún producto suyo desde 1979. El título fue Personal Jesus.
  7. En 1987 se casó con un punk sudafricano bastantes años menor que ella. El hecho fue celebrado con un EP titulado Punkhochzeit. El matrimonio duró siete días.
  8. Dobló la voz del personaje de Sally para la versión en alemán de la película de Tim Burton, The Nightmare before Christmas.
  9. Durante décadas ha sido una férrea y comprometida activista en contra del maltrato de los animales y a favor de sustituir las plantas nucleares con fuentes de energía ecológicas.
  10. Ha escrito tres autobiografías.

    Carlos Jesús González.Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa. 

     

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