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30 años sin Anna Seghers

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Anna Seghers fue una de las escritoras y feministas alemanas más importantes del siglo XX. Pero aunque hizo novelas y cuentos inspirados en las Antillas o México, donde vivió exiliada y desde donde continuó luchando contra el fascismo, en Latinoamérica poco se conoce su obra o su trascendencia.

Sus textos, políticos o literarios, son una pieza clave para comprender el exilio de los años 30 y 40 -sobre todo de los intelectuales germanoparlantes- y otros aspectos de la Europa de entreguerras, entre ellos el rol femenino.Sus biógrafos la describen como una mujer comprometida con la libertad, de gran fortaleza; exitosa en el aspecto profesional, pero con un destino adverso. Nació en 1900 en Maguncia, de la unión entre Isidor, un acaudalado comerciante de arte, y su esposa Hedwig.

Su nombre real fue Netty Reiling, una niña enfermiza que buscó refugio en los libros, según su testimonio: Por eso aprendí a leer y a escribir a temprana edad. Al encontrarme sola la mayor parte del tiempo, me creé un entorno ficticio, empecé a inventarme pequeñas historias que me contaba a mí misma”.

Escribió más de 30 libros, entre poemas, cuentos y otros géneros, firmados bajo el seudónimo de Anna Seghers, inspirado en el pintor holandés Hércules Seghers, contemporáneo de Rembrandt. Pero su novela La séptima cruz, publicada en 1942 y llevada al cine dos años después por el realizador austriaco Fred Zinnemann, está considerada “un clásico de la literatura antifascista” al exponer las atrocidades del Tercer Reich con gran fidelidad.

Sobre todo porque ella misma vivió la persecución nazi por dos causas: ser judía, aunque no practicante, y además comunista. Su esposo, Laszlo Radvanyi -un húngaro también de origen judío- estuvo detenido en el campo de internamiento de Le Vernet en Francia, y su madre Hedwig, “pereció en un campo de concentración”, afirmó Renata von Hanffstengel, una de las especialistas más reconocidas sobre la figura de Seghers.

Netty Reiling estudió Historia del arte y Sinología en las Universidades de Colonia y Heidelberg, donde conoció a su futuro marido -entonces estudiante de filosofía y economía-, con quién se casó a los 25 años. Muy joven se afilió al Partido Comunista alemán, viajó a diversos países como la URSS o España para participar en eventos antifascistas o socialistas.

En 1928 obtuvo el Premio Kleist por La revuelta de los pescadores de Santa Bárbara, una historia contra la represión, tema repetitivo en su obra. Poco después del ascenso de Hitler -en 1933- fue detenida por la Gestapo y sus libros prohibidos y quemados.

Tras escapar de Alemania, un largo peregrinaje de casi una década la llevó -junto con su marido y sus hijos, Pierre y Ruth,- de Suiza a Francia pasando brevemente por Martinica, Nueva York, Cuba, Santo Domingo y Haití hasta México, desde donde pensaban llegar a Estados Unidos. Sin embargo, no obtuvieron el visado.

La pequeña Ruth tenía una infección ocular y no admitían a gente enferma, lo que “pudo ser un pretexto para no admitir a judíos y a comunistas en Estados Unidos”, dijo von Hanffstengel, también directora del Instituto de Investigaciones Interculturales Mexicano-Alemanas.

De esta experiencia Anna creó Tránsito, en la que detalló los vericuetos de la emigración obligada. Poco después, en junio de 1941 ella y su familia arribaron al puerto mexicano de Veracruz y de allí partieron inmediatamente hacia la capital a una comida de bienvenida, ofrecida por Pablo Neruda, entonces Cónsul de Chile en el país azteca.

Se quedaron en la Ciudad de México siete años (1941-47), “una de las etapas más bonitas e importantes de mi vida”, manifestó la escritora en un discurso. Allí dirigió el Club Heinrich Heine, un centro cultural fundado por los inmigrantes de lengua alemana, y colaboró en la revista de crítica política “Alemania libre” (Freies Deutschland).

Su correspondencia de la época muestra que el comienzo estuvo lleno de dificultades culturales e idiomáticas, principalmente financieras. Rodi (su esposo), quien trabaja en dos escuelas y una imprenta, entre otras cosas, siempre está muy ocupado. Apenas tiene tiempo para nosotros”, confesó en una carta a un amigo.

El primer año vivieron con conocidos e incluso ya independizados recibían ayuda de familiares y allegados para solventar gastos como los estudios de Pierre y Ruth en el colegio francés.Por otra parte, la familia Radvanyi-Segehrs llegó a México en momentos de un apogeo cultural e ideológico, ejemplificado por el Muralismo, el Taller de Gráfica Popular y las luchas sociales. Según un estudio de la Universidad de Postdam sobre los refugiados políticos en México, fue también cuando llegaron numerosos artistas, escritores, políticos y pensadores de Europa y Latinoamérica. Todos con un punto en común: el exilio.

Pronto la autora de Los niños, La travesía y La línea entabló amistad con el escritor brasileño Jorge Amado, además de Neruda, para quienes "nadie poseyó en este mundo tanto encanto y fantasía como Anna”. Otros personajes muy cercanos a ella fueron la feminista española Constancia de la Mora y miembros de la comunidad germanohablante como Egon Erwin Kisch, Bodo Uhse y Ludwig Renn.

Su círculo no se remitió sólo a extranjeros. Sus grandes amigos mexicanos fueron los muralistas Diego Rivera y Xavier Guerrero, y el líder sindicalista Lombardo Toledano, fundador de la Universidad Obrera en la que Laszlo Radvanyi era profesor, mientras Anna trabajaba en La séptima cruz, la novela que la hizo famosa.Una vez terminada, las regalías de su publicación la liberaron de preocupaciones económicas y más aún el pago por los derechos de la filmación.

En julio de 1943, en una de las grandes avenidas de la capital mexicana la escritora sufrió un accidente automovilístico que la dejó gravemente herida y con amnesia temporal. Durante la lenta recuperación creó su novela autobiográfica y obra cumbre, La excursión de las muchachas muertas.

En una entrevista, su hija Ruth recordó que en el país azteca su madre se rehusaba a escribir sobre México –aunque hizo varios apuntes-, pero al volver a Europa creó hermosos cuentos como “Crisanta”, una joven indígena, o “El azul verdadero. Una historia de México”, luego llevado al cine. De su experiencia en las Antillas nacieron “Historias del Caribe” y “Las bodas de Haití”.

“Anna amaba a México, sus paisajes y gente, en especial a la cultura indígena”, dijo Monika Melchert, portavoz del Memorial Anna Seghers, erigido en el apartamento en que residió la autora y ensayista hasta su muerte en 1993, en el distrito Adlershof de Berlín.

Pero en la vida privada “fue infeliz”, aunque nunca lo demostró en su papel de mujer modelo, aseguró Von Hanffstegel. “Tuvo una absoluta lealtad a la línea estalinista y con una ética del comunismo de absoluta honradez y rigidez moral no podía admitir que su matrimonio ya no existía”.

Pierre Radvanyi, el hijo de la escritora, reflejó la ausencia paterna en su libro Más allá de la corriente. Recuerdos de mi madre (Jenseits des Strom. Erinnerung an meine Mutter, una retrospectiva de su niñez). “Aunque yo no tenía mucha idea de las cosas, ella a menudo me consultaba”, recordó. En contraparte, la relación con su hija Ruth siempre fue conflictiva y distante, indican sus biografías.

Al finalizar la guerra, volvió sola a Berlín en 1947. Su marido se quedó cinco años más en México, mientras sus hijos estudiaban en Francia. Poco después de su partida, Laszlo y Anna recibieron la nacionalidad mexicana. No obstante, ella nunca volvió a “su nueva nación”.

“La nostalgia hacia su patria, en especial hacia su lengua materna fueron las causas de su regreso”, así como “la promesa de una Alemania diferente de la que ella había vivido”, explicó Melchert, también estudiosa de la obra literaria de Seghers.

Como muchos antiguos exiliados apegados a la filosofía marxista la autora eligió residir en el sector soviético berlinés, en momentos en que la división alemana comenzaba a bosquejarse. Por otra parte, consideraba que Alemania occidental era demasiado generosa con quienes cometieron atrocidades bajo el régimen nazi o lo habían apoyado.

Al regresar a Berlín, “Anna tenía la esperanza de encontrar un antiguo amor de juventud”, pero él, un miembro de la resistencia, había sido asesinado por los esbirros de Hitler, planteó Renata von Hanffstengel, investigadora del exilio alemán y germanohablante, quien añadió que cuando Laszlo Radvanyi vino de México a Alemania trajo consigo a una compañera sentimental, aunque él y su esposa siguieron manteniendo las apariencias.Fiel a sus principios y a su estilo literario del realismo socialista, importado de la URSS, Anna Seghers presidió durante 28 años la Asociación de Escritores de la República Democrática Alemana (RDA), un país que pronto se convertiría en una dictadura. La Guerra Fría provocó que su obra tuviera una distinta valoración en ambas Alemanias.

De acuerdo con la revista cultural hispano-alemana “Tierra de Nadie”, mientras la RDA le dio los más importantes reconocimientos, entre ellos la Ciudadana de honor de su natal Maguncia o el Premio Georg Büchner 1947, en el Oeste se le ignoró por comunista y por “nunca haberse pronunciado en público contra el régimen de Stalin ni criticar otros gobiernos socialistas”.

Sin embargo, la autora siguió escribiendo hasta el fin de sus días con su característica disciplina, participando en actividades literarias y políticas como miembro del Consejo Mundial para la Paz o miembro fundador de la Academia de Arte de la Alemania comunista.

Su interés en promover el arte y las letras fue más lejos de su muerte. En su testamento ordenó usar las regalías de su obra para reconocer año con año a un joven escritor alemán y otro de países en vías de desarrollo. De esta forma nació el premio Anna Seghers, dotado en sus inicios de 15,000 euros, y años más tarde la fundación que lleva su nombre.

Libros de Anna Seghers traducidos al español:

La excursión de las muchachas muertas. Bruguera (2007)

Tránsito. RBA (2010)

La séptima cruz. RBA (2011)

La revuelta de los pescadores de Santa Bárbara. Cátedra (1998)

Itzel Zúniga, en exclusiva para el CAI, -reposición- 2013.

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