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Los cascanueces: embajadores navideños desde la Erzgebirge

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Teobaldo Lagos - Hombrecitos fumadores de madera que despliegan aromas a incienso o frutas, galletas decoradas con formas de árboles, corazones o flores, pastelillos de chocolate y cardamomo son aquellos compañeros que no pueden faltar durante adviento y navidad – así como tampoco las bajadas abruptas de temperatura.

¿Cascanueces? No todo es ballet

Una familia de Hohenhameln, en Baja Sajonia, diseña y produce los más locos cascanueces del siglo XXI, sobreviviendo a la modernidad, la tecnología y las nuevas costumbres.

Más allá de Chaikovski y más cerca del día a día: historia y tradición para uno de los hobbies preferidos de los alemanes durante Navidad. Abrir nueces con hombrecitos de madera, i.e., los "Cascanueces".

Provenientes de la región de la Erzgebirge, en la frontera entre Alemania y la República Checa, los cascanueces son de aquellos objetos navideños que nunca faltan y de aquellos hijos mayores de la modernidad: de expresiones simplificadas, colores llamativos, estilo y funciones claras y poco cuestionables (cascar – nueces), estas figuras viven en una frontera indefinida entre forma humana y artilugio, entre objeto decorativo y herramienta.

El abanico de personificaciones, este sí, se ha ampliado: el antiguo soldado de marcial apariencia ha dado paso a bomberos y guardias de palacios, pasando por Mickey Mouse o el Pato Donald hasta el máximo Pontífice o el mismísimo Darth Vader.

La empresa Steinbach Holzgalanteriewarenfabrik ha diseñado más de 600 cascanueces en sus más de 180 años de historia. “Somos el principal productor en Alemania”, cuenta con orgullo Karla Steinbach, quien junto a su hija Karolin, representan a la sexta y la séptima generación de fabricantes de estos instrumentos.

No todo fue fácil: el contexto económico y social de la Erzgebirge se encontraba en plena metamorfosis cuando la primera generación de cascanueces comenzaba a producirse. La zona vivía principalmente de la minería, rubro que comenzó a decaer a fines del siglo XVIII y al que el nombre de la zona respondía: “Cordillera de los metales”. De allí que los primeros cascanueces fueran representaciones de mineros o guardabosques.

La historia de los cascanueces es además una de migraciones y desencuentros: después de la 2a Guerra Mundial , la ciudad occidental de Hohenhameln se convertiría en el hogar de la empresa y también asiento de los mejores y más arriesgados negocios.

El padre de Karla sería el pionero de los viajes trasatlánticos de los cascanueces: intentando tender puentes entre ambas regiones, los nuevos cascanueces de la década de 1950 personificarían a personajes de la política estadounidense, así como militares.

El “gancho” perfecto para una sociedad que buscaba la estabilidad post-guerra y las nuevas generaciones de migrantes europeos en Estados Unidos comenzaban a construir sus identidades en movimiento. El 80% se va a Estados Unidos, donde los clubes de coleccionistas se deleitan con la producción de la familia Steinbach. Karla Steinbach viaja con frecuencia al otro lado del océano para firmarlos y compartir con los fanáticos.

En la actualidad, unas 130 personas trabajan en la instalación de Hohenhameln y en la antigua, junto a la frontera con la República Checa, en Marienberg, reabierta tras la reunificación.

Los orígenes del cascanueces

El nacimiento de los cascanueces data de 1870, cuando el artesano del pueblo de Seiffen, en la Erzgebirge, Wilhelm Friedrich Füchtner, tallaba y montaba las primeras figurillas inspirándose en las ilustraciones del libro del cuento “El rey cascanueces y el pobre Reinhold” (1851) de Heinrich Hoffmann.

El relato cuenta la historia de un niño enfermo que durante un sueño es conducido por un cascanueces de tamaño natural a través de un mundo paradisíaco poblado por juguetes. Al despertar, en la mañana de Navidad, el niño encuentra a todos los juguetes que conociera “en persona” la noche anterior, a los pies del árbol. Desde ese momento recupera la salud.

La narración de Hoffmann, psiquiatra y escritor de cuentos para niños, creador además del conocido cuento “Struwwelpeter”, es la primera que establece un nexo entre la Navidad y los cascanueces. Esta relación se alojaría hasta nuestros días en los anaqueles de la memoria de la cultura occidental.

Bonus Track: Alcance de nombres

No es siempre posible interpretar los iconos como se nos dé la gana. Sin embargo, un alcance de nombres se da a veces en múltiples direcciones. Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, jurista y escritor romántico escribiría la historia “Cascanueces y el rey de los ratones” en 1815, que inspiraría la obra musical de Piotr Ílich Chaikovski en 1890 y su coreografía en 1891, a cargo de Lev Ivanov.

La ópera se presenta hasta el día de hoy cada Navidad en los teatros y las salas de conciertos del mundo entero. Algunas obras de E. T. A. Hoffmann se consideran textos de interés fundamental para niños y psicoanalistas de los cinco continentes. Una de las más conocidas es “El hombre de arena” (Der Sandmann).

¿Dónde encontrarlos?

Tiendas departamentales como Galeria Kaufhof, Ikea o Kadewe en todo Alemania se especializan en la venta de estas interesantes herramientas de figura humana y fuerza titánica. Ojo: muchos son sólo para decoración. Asimismo, los mercadillos de navidad en todas las ciudades ofrecen las versiones clásicas: hechas a mano y defensoras de la microeconomía.

Teobaldo Lagos Preller, en exclusiva para el CAI, diciembre 2016 (actualización)

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