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El aula global
Ralph Müller-Eiselt y Julia Behrens - Personalizado y disponible en cualquier momento y lugar: opciones educativas digitales abren posibilidades totalmente nuevas y nos acercan a un antiguo ideal.
Hace ya tiempo que la gente ha decidido que la digitalización abre nuevas oportunidades en sus vidas. De ello es prueba cada día sus pautas de consumo y comunicación. Por eso Internet y Big Data avanzan también en los sistemas educativos. Pero se trata de mucho más que de equipar escuelas y universidades con tabletas o smartboards. La digitalización está modificando de forma tan fundamental la educación, como en el pasado solo la imprenta o la introducción de la enseñanza obligatoria. La digitalización en la vida educativa implica que se reducen las barreras de acceso, se adaptan los contenidos y el ritmo de aprendizaje a
En Uruguay, por ejemplo, el Gobierno ha introducido en todas las escuelas públicas un software de aprendizaje interactivo para la enseñanza de las matemáticas. Inicialmente, el programa reconoce el nivel de conocimiento del alumno y le asigna ejercicios adecuados. En función del progreso en el aprendizaje, las lecciones son cada vez más exigentes, y el programa explica los errores de cálculo en caso de problemas. Así surgen vías personales de aprendizaje y de este modo los alumnos no deben adaptarse a los libros de texto sino que el programa de aprendizaje se adapta al alumno. “Bettermarks” es el nombre de este software que desea reducir el nivel de exigencia tanto demasiado alto como demasiado bajo, así como el aburrimiento y el estrés. Con su ayuda, los maestros y profesores ganan tiempo para lo esencial. Se ocupan de los alumnos en vez de los contenidos, y ayudan allí donde es necesario, incluso en cuestiones de interacción social o problemas personales.
El programa de aprendizaje de matemáticas “Bettermarks” fue desarrollado en Berlín y es utilizado actualmente en Alemania por unas 400 escuelas. Podrían participar más colegios, pero al parecer aún no se reconoce el valor del aprendizaje digital, que no supone una carga adicional sino una contribución a la solución de muchos desafíos educativos.
Por ejemplo, alrededor del 80 por ciento de los estudiantes de la Escuela David-Boody en Brooklyn, Nueva York, reciben “free lunch“, una comida gratuita. A menudo, los estudiantes provienen de familias de bajos ingresos, de inmigrantes, y necesitan apoyo en el aprendizaje. Desde hace algún tiempo, después del “free lunch”, los alumnos reciben lecciones personalizadas. “New Classrooms” se llama el concepto que se basa en unidades de aprendizaje digitales, en vez de enseñanza frontal, y que ayuda a cada alumno a elevar su nivel personal de conocimientos. En un aula, que ocupa una planta entera, unos noventa alumnos aprenden en diferentes estaciones: algunos miran vídeos, otros utilizan un software educativo, mientras que otros trabajan en grupos o hablan con el profesor.
Historias alemanas de éxito, como el start-up Sofatutor, con sede en Berlín, que ofrece online más de 13.000 vídeos de clases de apoyo para todas las asignaturas escolares, demuestran lo que es posible. Colegios como la escuela de enseñanza profesional Oskar-von-Miller de Kassel apuestan por un amplio soporte digital y se orientan en ideas similares al “New Classrooms”. Y con éxito: el proyecto “Glassrooms”, por ejemplo, ofrece un entorno virtual en el que se puede reparar maquinaria agrícola. En la FP se está experimentando sobre todo con entornos virtuales de aprendizaje. Así los aprendices aprenden los movimientos manuales prácticos sin necesidad de un costoso equipo. Ejemplos similares hay en la industria de la impresión: por medio de tabletas, los alumnos pueden estudiar virtualmente prensas de impresión en pleno funcionamiento, lo cual sería imposible sin la digitalización.
Naturalmente la educación digital no está exento de riesgos: tanto estudiantes como profesores con su trabajo, dejan muchas huellas claras en Internet y esa información podría ser usurpada. Por eso se debería establecer un marco legal en favor de una mayor soberanía de datos e iniciar una campaña para reforzar la competencia digital de profesores y estudiantes. Pero sobre todo es necesario mucha más audacia en proyectos innovadores.
© www.deutschland.de/Ralph Müller-Eiselt y Julia Behrens, 2016.
Ralph Müller-Eiselt dirige en la Fundación Bertelsmann el proyecto “Participación en un mundo digital” y es coautor del libro “La revolución de la educación digital”. Julia Behrens es responsable en la Fundación Bertelsmann del proyecto “Monitor Digitale Bildung”.