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Tras los pasos del joven Goethe en Fráncfort

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Su nombre está profundamente ligado a la cultura alemana, de la que es representante en el mundo. Personaje ilustre de Fráncfort del Meno, Johann Wolfgang Goethe, nació en el número 23-25 de la Großer Hirschgraben el 28 de agosto de 1749. "Al mediodía, cuando el reloj daba las doce". Así lo expresa en su autobiografía Poesía y Verdad. En este solemne edificio del barroco tardío creció junto a sus padres y a su hermana Cornelia. Convertida en centro de interés cultural por partida doble (casa natal y museo adyacente), la vivienda de tres plantas de la familia Goethe constituye una de las visitas imperdibles en una ciudad –la quinta más grande del país– inhóspita y aburrida, dominada por la actividad financiera, la efervescencia y la sordidez del barrio rojo y el dinamismo de sus mil ferias, que a veces llenan de confusión.

Un paseo por la casa natal de Johann Wolfgang Goethe

Burguesía, elegancia y refinamiento se dan la mano en esta muestra del estilo de vida esplendoroso de una familia bien situada del siglo XVIII en la que nos adentramos. Reconstruida fiel al original tras la Segunda Guerra Mundial, a escasos metros de los rascacielos (en su mayoría, sucursales de entidades financieras alemanas) y del Banco Central Europeo en Willy-Brandt-Platz, no muy lejos del río Meno, atravesando el patio que todavía conserva el viejo pozo, nos introducimos en la casa por la puerta trasera rumbo a un peculiar viaje en el tiempo, en la historia, en la literatura... con una sensación de general satisfacción.

Desde la calle, en lo alto de la fachada todavía puede contemplarse el escudo de armas de Johann Caspar Goethe, padre de Wolfgang, abogado y consejero imperial retirado de la vida pública, quien educó él mismo a sus hijos. Divisamos en el vestíbulo la trampilla bajo la escalera que conduce a los dos sótanos abovedados convertidos en almacén. En el armario y la caja de seguridad que hay en el corredor podían meterse rápidamente las cosas de valor y sacarlas fuera, en caso de emergencia.

En esta planta baja también se ubica la “habitación amarilla”, donde la madre de Goethe (Catharina Elisabeth Textor, hija de un magistrado de Fráncfort) coleccionaba todos los recuerdos que recibió de Weimar después de 1775, cuando su hijo se instaló en aquella ciudad. En el centro tenemos el retrato del joven Goethe sosteniendo una silueta en la mano, obra de Johann Ehrenfried Schumann.

La “habitación azul” (con sus paredes revestidas en tono bleumourant, de moda en la época) corresponde al comedor. De él destacan el espejo barroco tallado y la alacena esquinera acristalada que contiene porcelana rococó de la familia. Y al lado, la cocina –que aún mantiene la bomba de agua original conectada a un pozo del sótano– donde solían trabajar un cocinero y dos criadas bajo la supervisión de la madre de Goethe.

Escaleras arriba

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Al acceder a la antesala de la primera planta, llama poderosamente la atención la escalera con barandilla de motivos florales, que ocupa casi un tercio del edificio. La barandilla de hierro forjado en el primer piso lleva las iniciales de los padres de Goethe: JCG y CEG. Los grabados que cuelgan de las paredes son recuerdos del viaje que el padre de Goethe realizó a Italia en 1740 y que más tarde despertarían el interés del hijo por tal país.

Esta planta refinada fue utilizada para fiestas familiares y visitas importantes. La sala de "Pekín" o salón rojo, como también fue apodado debido a la profusión del tejido de seda carmesí, refleja la inclinación del siglo XVIII por la Chinoiserie. También aquí se encuentra la que en su día fue la sala musical, signo de la predilección familiar por la música. Un piano de pirámide obra de Christian Ernst Friderici domina la habitación. El enorme reloj astronómico da la bienvenida en el segundo piso. Se cree que en una habitación de esta planta fue donde Goethe nació. Su bautismo está registrado el 29 de agosto de 1749 en el "Franckfurter Frag-und Anzeigungs-Nachrichten"; al fondo observamos una nota manuscrita por Goethe con su fecha de nacimiento. Como contraste, un retrato suyo obra de Julie von Egloffstein lo muestra en la vejez, cuando rememoraría sus días de Fráncfort en Poesía y verdad.

Además de la habitación de soltera de su hermana Cornelia, cierran la planta la galería pictórica (fruto del entusiasmo del padre por artistas contemporáneos de Fráncfort) que llena prácticamente la totalidad de las paredes, y la biblioteca de la casa compuesta de unos 2.000 volúmenes que abarcan todos los ámbitos del conocimiento.

Salón de escritura

En medio de una de las salas de la tercera planta encontramos el teatro de marionetas, regalado a Goethe cuando tenía cuatro años. En él se representó el espectáculo de títeres que más tarde él mismo hizo célebre gracias a la descripción que aparece en la novela Misión teatral de Wilhelm Meister.

Aquí también se halla una de las habitaciones más importantes del edificio: se trata de la sala de escritura en la que Goethe escribió sus primeras obras: poemas, piezas de teatro (Götz von Berlichingen, Clavijo, la primera versión de Fausto), dramas líricos, sátiras, o la novela clave del Romanticismo alemán Los sufrimientos del joven Werther. Y lo cierto es que cuesta bastante creer que alguien pudiera sumirse en idear tragedias lacrimosas entre estos cimientos almidonados… Ya solo se oye el ruido de obturadores.

Goethe: paradigma de la persona culta

Abogado, poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, paradigma, en definitiva, de la persona culta, Goethe disfrutó en vida de fama, prestigio, respeto y admiración. De inteligencia superdotada, cuya interminable curiosidad le condujo a hacer de todo en pos de una cultura completa, escapó de la abogacía y del compromiso sentimental para instalarse en Weimar en 1775 y convertirse en consejero del príncipe heredero Carlos Augusto. Gracias a este servicio, pudo relacionarse con la alta aristocracia y su contribución en todos los aspectos del saber, convirtió a esta ciudad en el centro cultural de Alemania.

Museo Goethe

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Independiente de las instalaciones de la casa, en el edificio contiguo se encuentre el Museo Goethe (creado en 1897), actualmente convertido en la única colección dedicada exclusivamente a la época en la que vivió el escritor. Aquí se depositan pinturas de artistas alemanes destacados, desde el barroco tardío, pasando por el movimiento Sturm und Drang (“tempestad e ímpetu”, preludio del romanticismo en Alemania), clasicismo y romanticismo hasta llegar al período Biedermeier. La vinculación de Goethe con el arte queda en estas dependencias patente.

La gestión y mantenimiento de la Casa y Museo Goethe, el archivo y la biblioteca de investigación con más de 130.000 volúmenes, corresponden a Freie Deutsche Hochstift (institución cultural alemana dedicada a las ciencias, las artes y la educación), fundada en 1859 por el científico Otto Volger con motivo del centenario del nacimiento de Schiller, quien en 1863, adquiría la casa de Goethe convirtiéndola en sede de la institución.

Esta asociación privada, que también se dedica a la investigación literaria y al lanzamiento de publicaciones, está subvencionada en proporciones semejantes por la nación, el estado de Hesse y la ciudad de Fráncfort. A lo que además se agregan los recursos propios de la casa.

Espectadores de la vida burguesa del siglo XVIII

Este espacio recibe unos 105.000 visitantes al año. Más de la mitad procede del exterior. “Los asiáticos (coreanos, japoneses y chinos) son el grupo más frecuente. El resto proviene principalmente de los países europeos, especialmente de Italia, Francia o España”, comenta a CAI Beatrice Humpert, portavoz de la institución. Lo sorprendente de esta casa-museo es que uno puede pasearse por sus instalaciones libremente, sin cordones fastidiosos que impidan el paso aquí o allá al estilo de otras casas tipo.

“En realidad nunca ha habido problemas. En cada piso contamos con un supervisor que se ocupa de la vigilancia” –bastante distendida, por cierto–. “En los muebles hay breves carteles que indican que no se pueden tocar, o que no es posible sentarse en las sillas, butacas o sillones”. Y debemos confiar en la buena voluntad y en que así baste, aunque a veces cueste reprimir las ganas de llevarse un pedacito de esta célebre morada escondido en el bolsillo.

CAI: Desde su punto de vista, ¿cuál es el objeto o el conjunto más valioso de la casa?

Beatrice Humpert: Es difícil de determinar, depende de la perspectiva. Yo consideraría la Goethe Haus, la casa de los padres de Goethe, en su totalidad como una obra de arte que permite vislumbrar cómo era la vida burguesa del siglo XVIII. En el Museo de Goethe, las pinturas de Caspar David Friedrich y Füssli se incluyen entre los tesoros más valiosos. Además, el departamento de investigación de la institución se centra en manuscritos únicos de poetas como Clemens Brentano, Goethe, Novalis, Eichendorff, etc. La casa de Goethe es con total seguridad una de las principales atracciones culturales de la ciudad. Como tal, se incluye naturalmente en todas las guías. No creo que exista otro lugar en Fráncfort en el que pueda vivirse la historia de la ciudad como aquí.

www.goethehaus-frankfurt.de

Paco Arteaga Tacoronte
Paco Arteaga Tacoronte © Paco Arteaga Tacoronte

Paco Arteaga Tacoronte, en exclusiva para CAI, septiembre de 2013.

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