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"Nada en la vida he amado más que mis cuadros": muere Cornelius Gurlitt

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la edad de 81 años y a causa de una grave condición cardiaca.

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VGA Bildkunst/dpa. "Domador de leones" de Max Beckmann: Gurlitt lo había vendido a la casa de subastas Lempertz. Expertos creen que pertenece a la colección de Alfred Flechtheim. © (c) dpa

A la edad de 81 años y a causa de una grave condición cardiaca, el heredero de más de 1200 cuadros de uno de los cuatro marchantes del régimen nazi, Cornelius Gurlitt, quien últimamente se había convertido en el centro de atención de un supuesto robo de arte, murió este martes 6 de mayo en su casa de Múnich.

El descubrimiento que lo colocó bajo los focos de atención de todos los medios se hizo por azar: Cornelius Gurlitt traía mucho dinero en efectivo en aquel septiembre del 2010 cuando le revisaron el boleto de tren en su viaje entre Suiza y Múnich. Las investigaciones revelaron que su padre, Hildebrand Gurlitt, era uno de los comerciantes de objetos de arte a los que contrataba el régimen nazi para vender al extranjero sobre todo arte moderno que, por cuestiones de teorías de raza, había sido difamado. Su hijo Cornelius heredó las obras y consideraba la conservación de ellas en sus casas en Múnich y Salzburgo como la tarea de su vida.

La acusación de una posible evasión de impuestos en el extranjero no se ha podido confirmar a pesar de un control de las llamadas telefónicas de Gurlitt. La orden de confiscar por cerca de dos años los cuadros parece así carecer de justificación legal, sin embargo, este sorprendente hallazgo sirvió para comprobar el deseo del Gobierno Alemán de hacer justicia a las víctimas judías de aproximadamente 500 piezas que cambiaron de propietario a través de robo de arte. Este paso abre la puerta, según el ministro bávaro de Justicia, el socialcristiano Winfried Bausback, “a que otras víctimas del terror nazi hagan valer sus derechos sobre las obras de arte”.

Las investigaciones para aclarar la procedencia de las obras van a seguir en pie hasta finales de este año, financiadas por los contribuyentes alemanes. Por si se encuentran herederos legítimos, Cornelius Gurlitt se había comprometido en un acuerdo con el Gobierno Alemán y el Estado de Baviera a regresarles su propiedad. El miércoles pasado se dio a conocer que la última voluntad de Gurlitt fue que su colección entera se trasladara a la Fundación del Museo de Arte en Berna, ya que el coleccionista se había sentido traicionado por el gobierno alemán por la confiscación del tesoro que tanto adoraba y que hasta su muerte no volvió a ver.

CAI (k) -actualización- con información de DW, Süddeutsche Zeitung, a 6 de mayo 2014.

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