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Sociedad por los Pueblos Amenazados: La lucha por los derechos humanos desde Göttingen
Andrea Pagani - Hoy en día, son tiempos difíciles para ser joven. Somos una generación mucho más cualificada que las anteriores, con sueños más grandes y menos límites. Hemos crecido rodeados del fenómeno de la globalización, que todo lo abarca. Con la idea de labrarme un futuro en el ámbito la cooperación internacional, me dirigí a Alemania para hacer unas prácticas en la Sociedad por los Pueblos Amenazados. Entonces, ¿cómo se siente estar en Alemania y saber que estás luchando por los derechos de personas que se encuentran al otro lado del mundo?
Llegué a Alemania un cuatro de enero, cargada de ilusiones. El camino desde la estación central (o Hauptbahnhof, como la llaman los alemanes) hasta la Sociedad por los Pueblos Amenazados (Gesellschaft für bedrohte Völker/GfbV) es bien corto, pero no por ello menos encantador, y me permitió vislumbrar lo que sería vivir en aquella ciudad, comparable a otras pequeñas ciudades en el centro del país. Sobre ella sabía yo poco, sobre mi futuro lugar de trabajo mucho en comparación, pero mucho menos de lo que yo descubriría en los próximos meses.La Sociedad por los Pueblos Amenazados tiene una fachada de color azul, con una puerta pintada de blanco, que una persona amablemente abrió para así permitirnos a mí (y a mis dos grandes maletas traídas desde España) la entrada a aquel edificio, aún desconocido para mí.
Pregunté por Hanno Schedler, la única persona de referencia que yo tenía en aquel momento. Con una sonrisa me enseñó el edificio, hasta conducirme a lo que sería mi oficina e introducirme a mi futura coordinatora, Yvonne Bangert, que me dio la posibilidad de escoger cuál sería mi ámbito de trabajo en los próximos meses. Ante tal responsabilidad, me sentí momentáneamente abrumada. ¿Qué podía hacer yo, una española residente en Alemania, para ayudar a cualquier minoría amenazada en el mundo? En aquel entonces me pregunté si quizás el problema de los jóvenes hoy en día no es la falta de posibilidades, sino la sobreabundancia de éstas.
Yvonne me propuso escribir e investigar sobre el pueblo mapuche, asentado predominantemente en el sur de Chile y Argentina, sobre los cuales me avergüenza decir no conocía gran cosa. No obstante, el reto me atrajo y acepté su oferta.
Durante las primeras semanas me dediqué a reunir información. Comencé a leer artículos y diversos documentos sobre los pueblos indígenas en Chile, mientras tomaba notas en mi cuaderno azul, que me servirían para posteriormente escribir mis propios artículos sobre el tema. Me sentí por primera vez como aquellos periodistas que relatan in situ emocionantes historias, aunque yo no hubiera estado nunca en Chile. Además, la Sociedad por los Pueblos Amenazados recibe a menudo visitas de colaboradores apasionados por su trabajo, que traían historias que consiguieron que se me erizara la piel. La visita de algún antiguo pasante con nostalgia tampoco era inusual.
A veces también me gustaba observar el trabajo que se realizaba en la Sociedad, en la que hay tantos departamentos como continentes existen. Cada departamento tiene un coordinador, que sobre su ámbito todo lo sabe. Poco a poco fui conociendo a cada uno de ellos, que entusiasmados compartían sus conocimientos con todo aquel que quisiera saber un poco más sobre otros mundos lejanos.
En la Sociedad por los Pueblos Amenazados no sólo se trabaja en equipo, sino que también se coopera con otras organizaciones que comparten un mismo objetivo: la lucha por los derechos humanos y la defensa de las minorías. De este modo, también tuve la oportunidad de conocer un poco más el maravillo país que es Alemania y viajar a Berlín, donde participé en un evento con motivo del día nacional de Australia, en el que se habló de los pueblos indígenas que habitan allí. Aquel día no sólo aprendí muchísimo sobre otra nueva sorprendente cultura, sino que además puedo sin duda afirmar que aquel día me sentí como una pequeña revolucionaria, con la capacidad de realmente de cambiar el mundo.
Sin embargo, con lo que verdaderamente me quedo de mi estancia en la Sociedad por los Pueblos Amenazados es el apoyo recibido por todos los que forman parte de ella. En la Sociedad por los Pueblos Amenazados hay cabida para las nuevas ideas, para las nuevas experiencias, para experimentar con lo desconocido, para aprender de los demás, para aprender de otras culturas, para manifestarse, para autosuperarse. En definitiva: para crecer.
Hoy en día son tiempos difíciles para ser joven. Por suerte hay lugares como este, en los que aprender y sentir que uno está luchando por una buena causa en un país tan enriquecedor como es Alemania, aunque al principio uno crea que no puede hacer nada por aquellas personas que estas se encuentran al otro lado del mundo.
La Sociedad por los Pueblos Amenazados (GfbV)
La GfbV tiene su origen en la organización Aktion Biafra-Hilfe, fundada en 1968 en Hamburgo por Tilman Zülch y Klaus Guerke con el objetivo de enfocar la atención del mundo en los hechos de la Guerra de Biafra (actualmente Nigeria). Esta experiencia incentivó campañas para otras minorías, naciendo así en 1970 la Sociedad por los Pueblos Amenazados, una de las organizaciones de derechos de minorías más grandes de Europa hoy en día. En 1978 la GfbV se trasladó a Göttingen (Gotinga) y desde el 1993 ostenta el status de consejera en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y también es miembro del Comité para una ONU democrática. Además, desde 2005 también tiene status de participación en el Consejo de Europa. Personalidades renombradas como Willy Brand (político) o Günter Grass (escritor) son seguidores de la GfbV.
En la actualidad la lucha contra la migración forzada, el racismo, el genocidio y la defensa de minorías ante todas las formas de opresión es una parte central del trabajo en la GfbV. Entre otros muchos medios, la GfbV lucha por sus intereses a través de campañas, escritura de caras para ejercer presión y usa sus publicaciones para atraer atención sobre temas que son ignorados o indebidamente representados en la prensa.
Enlace
Andrea Pagani Ábalos, en exclusiva para CAI, 17 de marzo de 2017.