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Petra Roth: Destacada figura de la política alemana

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Petra Roth wird Frankfurter Ehrenb�rgerin
Petra Roth (CDU) steht am 08.06.2017 in Frankfurt am Main (Hessen) auf einer Terrasse. Der ehemaligen Oberb�rgermeisterin von Frankfurt wird am 09.06.2017 die Ehrenb�rgerschaft der Mainmetropole verliehen. Foto: Andreas Arnold/dpa | Verwendung weltweit© picture alliance / Andreas Arnol

Carlos González - En Alemania se ha hablado y escrito mucho sobre Petra Roth (1944, Bremen) a lo largo de los últimos quince años. La última gran noticia que se tuvo con su nombre impreso en el titular data apenas del pasado mes de junio, cuando recibió el reconocimiento de Ehrenbürgerin (ciudadana de honor) de la ciudad de Frankfurt am Main de manos de su actual alcalde, Peter Feldmann.

Dicho acontecimiento de alguna forma refuerza el pronóstico que nos atrevemos a formular y que no se antoja desproporcionado: en los próximo años esta destacada política continuará siendo citada con el mismo trato de deferencia y respeto que se le reserva en la actualidad. Las referencias a su persona serán incluso comparables a las de Angela Merkel, Ursula von der Leyen y tantas otras mujeres que abrieron brecha en lo que se refiere a la igualdad de géneros dentro del gobierno alemán. Ciertamente, y tal vez por los cargos que ha ocupado, su nombre resuena poco fuera de los confines germanos, pero dentro de ellos su labor ha sido fundamental en la consolidación de la Alemania del siglo XXI. Así entonces: ¿quién es Petra Roth?

De perfil

La manera más justa para empezar a hablar de ella sería, sin duda, a partir de su labor como alcaldesa de Frankfurt, puesto que ejerció desde 1995 hasta 2012. En su caso, sin embargo, no pesa tanto la cantidad de tiempo que mantuvo el cargo -aunque también: 17 años es mucho- como la percepción que los ciudadanos, a fin de cuentas sus votantes, guardaron con relación a sus dotes como gobernante. Es en esto segundo donde los hechos hablan por sí solos. De personalidad instintiva pero a la vez práctica, Roth supo aprovechar los grandes recursos con los que contaba la ciudad y explotar al máximo sus atributos, pero además logró involucrar a sus habitantes, haciéndolos copartícipes del esfuerzo, como si todo ello se tratase de una misión. Fue así que a Frankfurt ya no sólo se la reconocería por tratarse de la urbe más poblada del estado o Land de Hesse o aquella en donde se redactó la constitución para la primera Alemania unificada -en 1848, en la histórica iglesia de San Pablo (Paulskirche)- sino que en el proceso se consolidaron otras cualidades que hoy por hoy son relacionadas con la ciudad de manera intrínseca, como la posesión del tercer aeropuerto más grande de Europa, de la segunda estación de trenes más visitada de Alemania -450 mil pasajeros por día- y de algunos de los puertos fluviales más modernos del mundo. Ello por no mencionar, por supuesto, su indiscutible posicionamiento como uno de los centro financieros más sólidos del continente -alberga al Banco Central Europeo- mismo que, tras el fenómeno Brexit, es muy probable que se transforme en su principal centro operativo.

Una de las partes más curiosas, y a la vez significativas de la ecuación se halla en el modo en el que Petra Roth -militante del partido CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands) desde 1972- fue capaz de conectar con la gente. De hecho su candidatura para la alcaldía de Frankfurt parecía tener todo en contra: no era originaria de Hesse sino del Land de Bremen -“mi patria es Bremen pero mi casa es Frankfurt” dijo cierta vez al respecto-; su contrincante en las elecciones era el carismático candidato del partido socialista SPD (Sozialdemokratische Partei), Andreas von Schoerle, quien buscaba la reelección en el cargo, y encima el segundo esposo de Roth, el productor e ingeniero Edwin Roth, murió dramáticamente a causa de un infarto en 1994, es decir, prácticamente en los albores de la campaña. Este último acontecimiento fue, por supuesto, el reto más complicado de todos. “El apoyo de mis hijos fue fundamental”, confesaría años después a la revista Stern, “uno estaba en medio del Abitur y el otro comenzando sus estudios en leyes, fue gracias a que permanecimos juntos que logramos superarlo. Aun así, fue muy pesado para mí el tomar decisiones sola”.

Ya se sabe, pues, que pese a todas estas adversidades, a las que habría que sumar su condición de mujer en un medio que en aquel entonces era prácticamente dominado por hombres -todavía lo es pero en todo este tiempo se han hecho grandes avances al respecto- Roth fue elegida alcaldesa de Frankfurt en 1995, puesto que, tras ser reelegida dos veces, ocuparía hasta 2012, cuando se retiró motu proprio en aras de “dejar el campo libre para un cambio generacional”. Tal muestra de sensatez en un universo tan caníbal y ambicioso como es el de la política, explica de buena manera las razones por las que Roth gozó del apoyo popular durante más de tres lustros, récord que ninguna otra mujer ostenta en un cargo similar en Alemania.

Considerada por sí misma como una negociadora nata, alguien que, en sus propias palabras, por lo común logra que “las personas se reúnan y trabajen en conjunto”, Roth no sólo medió en lo necesario para que el saneamiento del río Rin o la reconstrucción del casco antiguo de la ciudad, entre otras obras de infraestructura que se realizaron bajo su administración, fueran posibles, sino que además hizo lo necesario para que la cohesión social de la quinta ciudad más poblada de Alemania no sufriera desgastes importantes. Gracias a su apuesta por la tolerancia religiosa y su comportamiento moderado y prudente hacia cuestiones como el fenómeno migratorio, por tomar un par de ejemplos, Frankfurt se consolidó como una ciudad tan cosmopolita como funcional, en la que el 35 por ciento de la población proviene de 180 nacionalidades diferentes.

De frente al espejo

A sus 73 años, las condecoraciones y reconocimientos obtenidos por Petra Roth alcanzarían para adornar la fachada de la famosa Goethe-Haus. Entre ellos cabría mencionar la Cruz Federal al Mérito (Bundesverdienstkreuze, 1. Klasse) que en 2015 le fue otorgada por la República Federal de Alemania, o la Orden de la Legión de Honor en clase de oficial que en 2001 le convidó el gobierno francés. No hay que olvidar además que, desde el término del mandato de Johannes Rau en 2004, su nombre sonó y una y otra vez como una de las posibles candidatas a la presidencia de Alemania, hecho que de haberse confirmado la habría convertido en la primera mujer en obtener el prestigiado cargo. Con un currículo de ese calibre a nadie extrañó que en junio de 2012 la ceremonia de su, llamémosla “despedida política”, tuviese lugar en los interiores de la ya mencionada Paulskirche, ni mucho menos que la canciller Angela Merkel le dedicara un merecido ramillete de elogios.

Arreglada, como siempre, con esmero sobresaliente, como si en el cuidado personal y el peinado inalterable residiese su fuerza, Petra Roth ha rechazado la idea suplir el alejamiento de la vida pública con viajes a playas y recuperación de hobbies olvidados. Es cierto que, como confesó hace poco a Stern, disfruta de sus partidas de golf y de jugar con sus nietos, y se siente “agradecida por ello”, pero se ha negado a dar un paso radical hacia el retiro definitivo, como lo prueban las asesorías que todavía brinda a diversas fundaciones y empresas privadas. Tal afecto por la movilidad constante, sospecha, le viene por parte su madre, a quien tampoco se le dio nunca una vida de total apacibilidad. A tal virtud habría que agregar la apremiante necesidad de superación que se vislumbra a lo largo de su carrera política. Cual corredora de maratones, Roth no se conformó con ser la primera persona del sexo femenino que ocupó puestos estratégicos -entre ellos el de la primer mujer que presidió a la asociación del distrito de la CDU en Frankfurt, de 1990 a 1994- sino que siempre aspiró a más y luchó por conseguirlo. Gracias a dicha entereza su trayectoria es vista ahora como una muestra clara -una más- de la necesidad de que existan cuotas de mujeres en cargos públicos -y, por supuesto, privados- no sólo por una cuestión de justicia evidente sino también por los beneficios que dicho balance ha traído al desarrollo económico, político y social de las democracias.

En su caso, podría decirse que el camino fue trazado con claridad y se vislumbra como un ejemplo de esmero, dedicación y constancia. Y quizá ya no haya mucho que hacer en él. Llegará entonces el día en el que, consciente de la importancia de su legado, Roth decida retirarse -ahora sí- de manera definitiva y se conforme con acudir de vez en cuando a una que otra exposición -es una gran coleccionista de arte- y con mirar por la televisión los partidos del SC Frankfurt 1880, su equipo de hockey sobre hielo favorito. Aunque de momento, ese día todavía parece muy lejano.

Carlos Jesús González, en exclusiva para CAI, a 8 de septiembre 2017.

Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

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