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La tradición de la excelencia musical (y una breve historia de amor)

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CAI (g) - En su página web (en castellano) la empresa norteamericana -de origen alemán- fabricante de los, acaso, pianos más famosos en todo el mundo dice de sí misma que "el nombre Steinway & Sons es sinónimo de tradición en la construcción de pianos, que se desarrolla desde hace más de 160 años e incluye todas las fases hasta el acabado. Con el desarrollo de 128 patentes, la empresa se considera la fundadora de la construcción de pianos moderna."

A más de un siglo y medio desde que Heinrich Engelhard Steinweg construyera en la cocina de su casa el primer "Steinway" de la historia, acá un repaso por los momentos más memorables de su trayectoria... Y una breve historia de amor para finalizar.

El artesano que se convirtió en artista

La historia de la reconocida marca de pianos Steinway tiene un principio muy concreto: el 15 de febrero de 1797 nace Heinrich Engelhard Steinweg, hijo del guardabosques del poblado de Wolfshagen, en la región del Harz. Muy temprano Heinrich aprende el oficio de carpintero para después dedicarse a la elaboración de muebles. Pero acaso el dios griego de la música -hermano de otro grande, Héfesto el artesano, también partícipe en esta historia excepcional- quería hacer de Steinweg uno de sus súbditos en planos más líricos.Así que condujo las inclinaciones musicales del joven Heinrich por el camino de la creación de instrumentos. Steinweg aprende el oficio de constructor de órganos y su amor a la música lo lleva a convertirse, él mismo, en un organista destacado. Para 1836 data el primer piano de cola construido por sus manos. ¿Su taller?, la cocina de su casa en Seesen. Su vida había quedado marcada para siempre.

Las penurias económicas llevan -entonces y ahora- a los seres humanos en búsqueda de mejores horizontes y por esa razón Heinrich decide emigrar en 1851 a los EE.UU. Le acompañan su esposa Julianne y siete hijos (tres mujeres y cuatro varones) fruto de su matrimonio. Un octavo hijo se quedará en Alemania. Nueva York es la ciudad de destino y el sitio donde -americanizado- su apellido cambia de Steinweg a Steinway -segundo nombramiento en la corte de Apolo y Héfesto-. Para 1853 Steinway logra fundar -con ayuda de sus hijos- la empresa fabricante de pianos que llevará desde entonces el nombre de Steinway&Sons.

Es allí cuando aparece en escena el heredero Theodor Steinweg, el octavo hijo de la saga que habíase quedado en Seesen a cargo de la fabricación de pianos que su padre comenzara entre los fogones y los trastes de la cocina de su casa. Logra salir adelante con la pequeña empresa, hacerla crecer y trasladarla de Seesen a la ciudad de Wolfenbüttel y de allí a Braunschweig.

Dos empresas a uno y otro lado del Atlántico que verán sus trayectos unirse cuando el hijo siga al padre, venda la empresa de Braunschweig y en 1865 alcance a sus hermanos, justo a tiempo para asistir a la muerte del fundador de Steinway&Sons. Heinrich Engelhard Steinweg moriría el 7 de febrero de 1871 -y Apolo y Héfesto lo recibirían en su particular Parnaso con las herramientas depuestas y un abrazo de gratitud.

Es la hora de los hijos -siempre llega esa hora- y son William y Albert quienes toman el mando de la empresa, mientras Theodor asume el control técnico: La hechura de los pianos y el desarrollo de toda una tecnología y patentes al servicio de la música. De esta segunda etapa provienen la creación de la sala de conciertos Steinway en Nueva York -una combinación de tienda y auditorio, idea comercial y cultural única- en 1866 y la de Londres en 1875. Así como la refundación de la fábrica de Steinway en Alemania. La ciudad elegida para este segundo aire europeo será Hamburgo y para 1880 abrirá la empresa los talleres y oficinas con los que cubrirá la creciente demanda de sus pianos, ya para entonces de reconocida fama mundial.

La fábrica de Hamburgo nace con el nombre de Steinway's Pianofortefabrik y tendrá su sitio original en la calle de Schanzenstrasse en el barrio de Sant Pauli. Theodor, el heredero artesano, vuelve a Alemania para asumir el control de la empresa y morir en su tierra natal en 1889.

Damos un paso de gigante -nada raro en esta historia de titanes- y llegamos a la tercera metamorfosis de la empresa Steinway. Es 1960 y a pesar de que, por ejemplo, la fábrica de Hamburgo llega a producir hasta 1,000 pianos de cola al año el ritmo comercial demanda más rapidez en la producción, bajan las ganancias y la firma se ve obligada a venderse -ella misma- al mejor postor.

Es entonces cuando pasa a manos de la compañía CBS (Columbia Broadcasting Systems Inc.) y de estas a otros empresarios que crearan, por fin y último trayecto del viaje, la Steinway Musical Instruments Inc., un consorcio de múltiples empresas que desde 1996 cotizaba en la bolsa norteamericana. En 2013, a punto de la quiebra económica Steinway & Sons es adquirida por 512millones de dólares por el gestor de fondos de inversión, John Paulson. Su intención: Recuperar el brillo económico de la empresa al mismo tiempo que preservar su indiscutible calidad artesanal.Pero esta ya es otra historia.

Una historia de amor

La historia de una tradición, de una empresa, la historia de la fábrica constructora de pianos Steinway&Sons bien puede haber concluido unas cuantas líneas atrás. Pero de su música, de la música que ha salido de tantos y tantos pianos suyos, y del amor a esa música -del amor a la música en general- poco se ha dicho aquí. Y el amor es grande, es profundo. Por eso, sólo y breve, una historia de amor.

En junio de 1960 Glenn Gould, uno de los pianistas más fabulosos que ha dado la música -porque sólo ella pare monstruos de esa talla- camina de un lado a otro, entre los bastidores del auditorio de Eaton, en la ciudad de Toronto. Uno lo mira e intuye que está nervioso, está a punto de dar un concierto, eso sí es seguro. De pronto, fija su mirada en un piano Steinway viejo, arrumbado en el fondo del teatro, se sienta en el piano CD 318 -adquirido por el teatro 14 años atrás, en una tienda de la calle Eaton's College Street- y comienza a tocar.El sonido proveniente de las entrañas umbrosas y vilipendiadas de ese Steinway umbroso derrumban de amor a Gould. O bien, dos almas se encuentran. O bien, Glenn Gould encuentra en ese instrumento -C porque con esa letra queda aclarado que se trata de un piano para conciertos y la letra D para indicar su modelo de cola más larga, 318 su número de serie- el sonido que tanto buscaba, un sonido que pareciera "como salido de un clavicordio castrado" recordaría más tarde el propio pianista.

Pero el piano era viejo (había salido del taller en 1945) y requería de un cuidadoso y bondadoso instrumentista. El tercero en discordia, el que cierra este triángulo amoroso: Verne Edquist, el encargado de afinar y proteger el piano Steinway CD 318. Fue Edquist el encargado de transformar el viejo Steinway en un isntrumento único, fortísimo, que acompañaría a Gould en muchos de sus viajes.

Todas las historias tienen un final y el de esta amor llega once años después. En Ohio alguien, en una mudanza del instrumento de un lugar a otro, maltrataría la tapa del piano de cola hasta tal extremo que ni con todos los mimos de Edquist volvería a sonar igual. Gould no se recuperaría de esa desilusión. La historia de amor y la historia de la empresa Steinway&Sons terminan aquí. Muchas gracias.

CAI (gordillo), junio 2017.

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