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Wilson Díaz: “Chimera”, una exposición en Berlín

Artículo

BKP- DAAD Berlin
BKP- DAAD Berlin © BPK/Krzysztof Zielinski

daadgalerie Berlin (16 de septiembre – 29 de octubre de 2017)

Oranienstrasse 161, 10969 Berlín

Wilson Díaz (Pitalito, 1963) nace en una región crucial para el conflicto que determina al escenario político y la cultura visual de Colombia desde hace más de cincuenta años. La exposición es una versión más rica de otras que ha hecho – explica Díaz - y que relacionan al poder con la música y al memorial de la cultura popular. Así, el artista trabaja con tensiones de su propia biografía en relación con la compleja historia de negociaciones y conflictos en el país sudamericano.

“Chimera” es un archivo vivo: Díaz colecciona desde hace años discos de vinilo que empresas, partidos, gobiernos, bandos de la misma guerrilla regalaban a sus miembros y simpatizantes, cumpliendo una función de amuletos y objetos de divertimento. Un disco regalado por la Bayer conmemora los quinientos años de la llegada de Colón con sus tres carabelas a América. Otro de música tropical y política tiene en su portada al entonces candidato presidencial Misael Pastrana, quien gobernaría al país entre 1970 y 1974.

El extenso bosque de discos y sus fundas a lo largo y alto de la muralla deja entrever las pinturas de Díaz que, a manera de un cómic, representan en viñetas del tamaño de un disco escenas de la vida de oficiales de los diferentes ejércitos de la historia reciente colombianas, documentan algunas de sus performances y muestran imágenes que parecen reproducir aquellas propias de la industria discográfica. Un tocadiscos interpreta de forma permanente una música similar al vallenato, similar a la cumbia o similar a cualquier música de este tramo de presente, de esta región imaginaria en un viernes en Kreuzberg.

Al medio del muro de colores, una pintura mostrando el logo de Astro Son Records, un sello de patrocinio del narcotráfico cerrado por las autoridades, con el título: “Una jugada más del hombre de los mil rostros”. El sello no publicaba música del narco, sino todo aquello que correspondiera con gustos populares, según explica Díaz: “salsa caleña, de Nueva York o Puerto Rico. Los hermanos Lebrón tienen también discos en ese sello”.

En otro punto de la sala, una pintura en un pendón muestra a un extraterrestre gigante peleando contra un robot tomado del cómic “Hombres de acero”, historieta noventera que buscaba cercanía entre el ejército nacional y los niños y jóvenes del país. Al otro lado, un retrato a cuerpo entero de un soldado y un texto que explica la escena: el uniformado vende cómics afuera de un centro comercial a los pasantes.

Música, imagen y poder: desde Colombia a Berlín

La investigación de Díaz acerca de la música y el poder en Colombia comienza en la región de San Vicente del Caguán y Los Pozos, en el departamento de Caquetá. Esta “zona de distensión” fue determinada por el presidente Andrés Pastrana (1998-2002) para detener el fuego y abrir el diálogo entre las FARC y el gobierno. “Visité esta región que es era de la mitad del tamaño de Suiza el año 2000”, según explica Díaz, “y estuve en el momento de las conversaciones de 'cultura y empleo'”. Ahí Díaz filmó con una cámara portátil cómo los soldados de la guerrilla tocaban vallenato mientras otros les acompañan bailando con armas. El vídeo “Los rebeldes del sur” (2002), censurado el 2007 en Gran Bretaña en la exposición Displaced Contemporary Art from Colombia, muestra a la banda de la FARC “Julián Conrado y los compañeros”. Conrado había sido cantante de vallenato al margen de toda actividad política o militar y ahora lideraba una banda guerrillera. Mostrando la escena, Díaz apela a la contradicción inherente de una música normalmente asociada a lo festivo y la alegría. En un otro ahora, en la imagen pixelada, es sutil arenga.

“'Quimera' o 'Chimera', como se le ha llamado aquí, recorre y recupera las preocupaciones que daban origen a estos proyectos y las lleva a otro punto” - explica el artista. “La colección de vinilos se compone de unos 400 discos y tres historias insertadas allí por medio de acuarelas que ayudan a construir relatos. En 'Quimera' se puede encontrar las producciones discográficas del músico Julián Conrado. De él tengo vinilos producidos por las FARC y otros que hizo antes de unirse a la guerrilla”.

Explicar la historia acerca de cómo Wilson Díaz llega a Berlín con ella pasa por diferentes capas de historia. “Quimera” fue realizada por primera vez en el 2015 en Medellín para el Museo de Antioquía, específicamente para el evento MDE15. Luego estuvo en 2017 en el Museo Rufino Tamayo en la Ciudad de México.

“Manuela Moscoso, la curadora ecuatoriana que trabaja en el Museo Rufino Tamayo en México, vino en 2014 a ver mi exposición curada por el equipo colombiano TransHisTor(ia) (María Sol Barón y Camilo Ordóñez): Después me preguntó el año 2016 si estaba de acuerdo con que ella propusiera mi trabajo para la residencia del DAAD en Berlín. Yo estuve de acuerdo y entusiasmado le mandé material y fotos, etc. para que una comisión de curadores decidiera. Me eligieron y estaba muy feliz.Manuela entonces me invitó a exponer “Quimera” en México en abril de este 2017 en el Museo Rufino Tamayo en Ciudad de México. Ha sucedido algo con este trabajo que tiene que ver con la itinerancia y con estar en otros contextos y otros países, que es algo que a mí me ha interesado mucho. Fue diferente en Medellín, en México y Berlín”. Díaz explica que el espíritu de la propuesta es el de un work in progress, siempre abierto a complejizarse y a nuevas lecturas, por lo que coincide con la idea de un proyecto inacabado.

CAI: Wilson, por una parte está este archivo de discos que tú has recopilado a través del tiempo. Por otro estas pinturas que muestran la vida de soldados. Por otro lado, hay un ejercicio de autocitación de tu trabajo y estas reproducciones de tus propios trabajos... ¿Cuál es la historia de la colección de discos?

Wilson Díaz: Yo tengo mucha influencia del arte de apropiación de los sesentas, cuando los artistas se plantearon una pregunta muy importante: '¿de quién son las imágenes públicas? ¿Quién las produce o de quien las consume?' Yo crecí en un pueblo con mucha televisión y otros medios que te ayudaban a conectarte con el mundo. No crecí en una ciudad grande, entonces tenía el cine, los teatros y museos itinerantes, el circo, los cómics, los álbumes. Fui muy permeado por la publicidad también: estuve expuesto a ella. ¡Nosotros veíamos televisión y veíamos spots publicitarios y nos sabíamos de memoria quién hablaba y las canciones y sus bandas y todo! Muchos de mis trabajos desde los noventas hasta ahora tienen entonces que ver con acumulación de imágenes, con sus cantidades y serialidad.

WD: Fui coleccionista de todos estos álbumes de pegatinas que circulaban en América Latina en los sesentas y setentas. Ahí circulaba cierta subcultura de diseño gráfico propio de esa época. En cuanto a los vinilos Comencé a coleccionar estos discos en 2008 por un capricho. Tenía un trabajo estable y una forma de relajarme era buscar vinilos. Iba por las tiendas de segunda mano en Cali y compraba música que me gustaba. Y luego descubrí algo que me sorprendió mucho: que los políticos producían vinilos. Y luego empecé a encontrar otros hechos por empresas, partidos, instituciones, etc. El 2011 entonces hice una exposición acerca de este tema, sobre la relación entre músicos, narcos y políticos, poder y política. Todas las empresas: las privadas, las estatales, las ilegales emitían discos de vinilo, haciendo de ello una economía visual, sonora, simbólica.

CAI: ¿Y qué rol cumplen los personajes militares en relación con la estética del cómic?

WD: Es mi interpretación y según documentos consultados. A fines de la década de 1980 cambia algo en las políticas del ejército colombiano, sobre todo en relación a cambiar su imagen, también crear respaldos y nuevas formas de relacionarse con la comunidad. Comienzan a hacer un cómic que se llama “Hombres de acero” que también es publicado en varios periódicos de Colombia. Este proyecto surge después de la toma del Palacio de Justicia, sede de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado, por parte de guerrilleros del M-19, el 6 y el 7 de noviembre de 1985 como respuesta al incumplimiento de los acuerdos de paz realizados el año anterior entre este gobierno y la guerrilla del M-19. Los militares realizan una re-toma usando tanques para disparar contra el edificio incendiándolo, la rama ejecutiva en cabeza del presidente de la republica corto la comunicación con la rama judicial, no dando pie a ningún tipo de negociación, y así el presidente no estorbo a los militares para que convirtieran la retoma en una carnicería, según se ha dicho murieron cerca de 100 personas, 12 de ellos magistrados, incluyendo el presidente de la corte suprema de justicia.11 más salieron vivas y fueron desaparecidas. Eso nunca ha sido presentado oficialmente como un golpe de estado temporal, ni tampoco el presidente reconoció su culpabilidad y cobardía. Entonces queda una cosa ambigua y problemática por resolver. Por otro lado, el cómic lo que hace después no es recuperar el pasado reciente, sino contar historias de un presente de los militares. Muchos de los personajes son reales, como soldados y capitanes, personajes importantes del ejército con nombre propio y retratados en el cómic. Pero en ese cómic los militares pelean contra extraterrestres, monstruos mecánicos, shamanes o grupos terroristas. Estas historietas no tienen el impacto esperado por ellos, como que no son tan útiles, no sé si es por la mala distribución o porque mezcla el mundo real y ficticio de esa manera o por qué. Años después ví cómo los soldados vendían esos cómics afuera de centros comerciales en Cali, aún después de que había pasado de cierto modo la vigencia de la publicación. Luego continuaron haciendo series de televisión.

CAI: Y este cómic tiene relación directa con las pinturas que tú has hecho...

WD: Esa pintura que vemos ahí colgando de un pendón está basada en una fotografía que tomé del soldado vendiendo los cómics en el centro comercial en Cali. Por eso, el texto dice: “Los soldados vendiendo cómics en Unicentro”. Por el otro lado puede verse a una figura posiblemente influida por “Alien, el octavo pasajero” peleando contra un robot.

CAI: Y en medio de los discos también podemos ver unas viñetas en acuarela que muestran episodios de historia, ¿no?

WD: Claro. Mi trabajo se basa mucho en una pulsión por recolectar, por la cantidad y repetición. Antes hice varios trabajos en los que me interesé por comparar fotografía y pintura. Durante los 90s también hice instalaciones en las que hacía algo similar, porque me interesaba el enfrentamiento, el pasar de un medio a otro, de una sensación a otra. En relación con esto hay algunas pinturas que hice a partir de covers, también aparecen documentados algunos performances que hice, esto en relación a que también hago un performance para Quimera. Y esto responde a que me interesa documentar en pintura situaciones y performances y no usar el vídeo o la fotografía como sería más obvio. Se relaciona a su vez con la historia del arte: usar la pintura como forma de documentar.

El performance como traducción

Es un tranquilo domingo 17 de septiembre; tan tranquilo como pueden ser dos días antes de un terremoto en Ciudad de México que, con su poder de destrucción, recordaría al de 1985 en su mismo día de aniversario. Wilson Díaz está acompañado por un traductor angloparlante. Frente a ellos hay una mesa con una serie de discos, una tornamesa. Junto a la pared, unas pancartas con reproducciones de pinturas hechas por el mismo artista. Una muestra a un banano con rostro humano resbalándose sobre una cáscara de plátano – acaso Díaz mismo.

El traductor lee pasajes que intentan presentar las diferentes facetas del artista, intercalados por pequeños actos de presencia de lo contenido en los vinilos. Díaz abre las fundas, posa los discos y los escucha, altera sus velocidades. En un momento toma el micrófono y canta sobre su propia voz en una canción de la banda “Las Malas Amistades”, con la que cantara en Cali desde los 90s y que era formada por artistas que aprendían a tocar improvisando: “Hoy quiero reír, quiero llorar, quiero escuchar, quiero hablar/pues no te tengo adentro / Me he quedado vacío con tu risa / Vacío pero contigo / Hoy quiero reír, quiero llorar, quiero escuchar/ Me cabe el universo / en ese gran vacío / Vacío pero contigo...”.

(Sigue en una segunda entrega)

Teobaldo Lagos Preller (Puerto Montt, Chile) es un periodista y escritor residente en Berlín. Candidato a Doctor por la Universitat de Barcelona e investigador asociado al grupo “Arte, globalización, interculturalidad” de la misma, se concentra en actualidad alemana y las relaciones entre arte contemporáneo y espacio público. Colabora regularmente con el Centro Alemán de Información así como con Revista Artishock (Chile), La Tempestad (México), ERRATA# (Colombia), Camera Austria (Austria) entre otros medios especializados.

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Una de las cortas tardes de otoño, antes de elecciones, hablamos con Wilson Díaz. En su taller podemos ver la pintura de un pan de molde cortado en trozos y con un rostro humano. Un banano también…

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