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Fundaciones Políticas Alemanas en Latinoamérica: Protección del Medio Ambiente
HSB, © CAI
Tal y como ha quedado revelado en las acciones y compromisos que se han adoptado en al menos la última década, las políticas medioambientales ocupan cada vez más un lugar preponderante en la agenda del gobierno alemán y su adopción ha avanzado en consonancia con la observada por los sectores económicos y productivos y, sobre todo, con las demandas efectuadas por la sociedad misma. Al igual que tantos otros organismos, las fundaciones de los partidos políticos alemanes han sido permeables a las preocupaciones que este tema ha generado en todos los niveles y, por tanto, han integrado a su plan de trabajo la promoción de medidas concretas para la protección y el resguardo del medio ambiente. En el caso de América Latina, algunas de ellas han acompañado procesos dirigidos específicamente para dicha finalidad.
En palabras de Ingrid Spiller, de la Fundación Heinrich Böll (Bündnis 90/Die Grünen), uno de los retos a vencer es el llamado extractivismo (extracción de recursos naturales para vender en el mercado mundial) dado que sus altas capacidades nocivas se localizan en varios países de la región. “Este modelo es fatal no sólo para el medio ambiente sino también para los que viven en donde se practica”, explica, “en muchos casos la gente pierde sus tierras a causa de un proyecto, uno de minería, por ejemplo: el agua se contamina en el proceso, y también las tierras que hay para sembrar, el aire… como sea, hemos visto que la población local se planta cada vez más en contra de esta tendencia y, asimismo, existen movimientos populares mucho más grandes que, en contra lo que les han dicho, han comprobado que la economía también crece con modelos más sustentables. Sin embargo, esta postura representa aún una amenaza para la base de las estructuras, para ciertas élites poderosas, las cuales criminalizan a estos activistas, los señalan como enemigos del Estado, los amenazan”. Spiller aclara que, si bien se ha brindado orientación y consejo a algunas de estas personas, el papel de la fundación, así como el de los que laboran en ella, debe de atenerse invariablemente a los límites marcados por sí misma y por las leyes del país en el que tiene presencia. En todo caso, cree que la la manera en la que el hombre se relaciona con su medio es factible de transformarse: “la cuestión no es sólo denunciar, sino buscar alternativas, dar paso a una transformación sociecológica, es decir, aprender a usar menos recursos, hacer más reciclaje, producir con métodos ambientalmente más limpios. Impulsar otro tipo de desarrollo económico, uno que posea un elemento social y a la vez un elemento ambiental sustentable”.
La concientización sobre los efectos negativos del extractivismo es también, de acuerdo a las declaraciones de Karin Gabbert, una de las misiones de la Fundación Rosa Luxemburg (Die Linke), la cual apoya en lo posible a los sectores de la población que se resisten a la creación de megaproyectos o que no están a favor de los monocultivos: “nos preocupa que este modelo (extractivismo) se haya intensificado en América Latina, con lo que la destrucción de bosques y ríos, así como la explotación de recursos naturales como el petróleo o los minerales se ha expandido a una velocidad increíble”, asegura, “es por ello que apoyamos sobre todo a las organizaciones y comunidades que no ceden a la presión y prefieren llevar un desarrollo propio, comprometido con el cuidado de la naturaleza y que proponen modelos económicos diferentes”.
No son menos loables los esfuerzos que la Fundación Friedrich Ebert (SPD) ha hecho al respecto. De acuerdo a Valeska Hessse, existe un proyecto que inicialmente se ha planeado para México con miras a promoverlo a posteriori en toda la región: “el plan está conformado por una serie investigaciones y publicaciones, así como por la organización de diferentes debates”, indica, “nuestro objetivo es ubicar modelos económicos que sean viables para el futuro, por un lado sustentables ecológicamente, dado que los actuales se basan en la explotación de recursos naturales, y por el otro enfocados en el aspecto social”. La necesidad de un intercambio de ideas es algo que también defiende Diana Luna, de la Fundación Friedrich Naumann (FDP), quien lo considera el vehículo ideal para la concreción de planes específicos tales como el Centro de Investigación Ideal en Latinoamérica, con base en Costa Rica. Éste consistió en un manual que, de 2015 a 2017, recopiló prácticas ambientales positivas de Centroamérica y de México en diferentes ámbitos: “el espectro abarcó reciclaje, manejo de basura, energías renovables variadas, etcétera”, aclara Luna, “dicho manual fue el resultado final de las reuniones que por muchos meses mantuvieron distintos actores, académicos, expertos ambientales, mismos que identificaron las mejores prácticas a nivel local. Había municipios que hasta ese momento no tenían ningún diseño de política ambiental y que luego de esta iniciativa se dieron a la tarea de adoptar uno. En Puerto Cortés, Honduras, por ejemplo, se asesoró y acompañó en la implementación de proyectos puntuales”.
Por su parte Esther Stark, de la Fundación Hanns Seidel (CSU), hace hincapié en la necesidad de crear una consciencia medioambiental en la sociedad: “nuestros proyectos van dirigidos hacia ese objetivo, pero también hacia la implementación de una silvicultura sostenible o el fortalecimiento del sistema de gestión de reciclaje, lo que se ha logrado en algunas comunidades específicas de Sudamérica”, señala, “ con nuestras actividades queremos prevenir o contribuir a prevenir una peligrosa perturbación del sistema ecológico, así como frenar el calentamiento global y mitigar las consecuencias del cambio climático. En esta cuestión trabajamos sobre todo con redes de jóvenes, con comunidades y con organizaciones de la sociedad civil que laboran en este campo”.
Stefan Reith, de la Fundación Konrad Adenauer (CDU), considera que el tema del medio ambiente crea una conversación entre Alemania, Europa y América Latina. “Desde hace años Alemania tiene una política que apuesta por el cambio de modelo en la creación de energía, pero la relación con nuestros socios de América Latina en este asunto es vital”, aclara, “aquí también hay desafíos. Países como Costa Rica ya tienen el cien por ciento de energía renovable y otros no cuentan con plantas nucleares sino con hidroeléctricas… aprendemos de países latinoamericanos, de allí la importancia del intercambio de experiencias”. En cuanto a asuntos delicados, como los incendios ocurridos en el Amazonas durante el verano pesado, Reith apuesta por abordarlos con una perspectiva lo más objetiva posible: “es complicado. Europa no se puede limitar a señalar con el dedo y decir que no corten los árboles en la Selva Amazónica. Así no funciona. Las naciones y los países de América Latina también tienen el derecho a desarrollarse. La cuestión es contribuir en el debate que permita hallar una vía de desarrollo más sostenible y el papel de nuestra fundación es servir de mediador en dicho debate”. En cuanto a las contrapartes con las que la fundación colabora, Reith menciona en primer lugar a la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe): “se trata de una institución muy importante en la región y con la que estamos en diálogo constante, aunque también trabajamos con muchas otras contrapartes, como lo son las universidades. A veces varía de acuerdo al país. En Panamá, por ejemplo, trabajamos con el ministerio del medio ambiente. En un plano general incluiría también a otros actores como agencias públicas, ONG y medios de comunicación”, concluye.