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FUNDACIONES POLÍTICAS ALEMANAS EN LATINOAMÉRICADemocracia y Estado de Derecho
Como veremos en la serie de artículos que hemos preparado al respecto, las fundaciones de los partidos políticos alemanes encauzan sus esfuerzos en el cumplimiento de objetivos específicos, mismos que obedecen a diferentes temas. Si bien, tal y como aseguran los directores de las unidades para América Latina a los que entrevistamos, ninguna de estas acciones tendría el seguimiento adecuado si no se realizaran de manera paralela al apoyo en en el fortalecimiento de la democracia y de un estado de derecho democrático en la región. “Es una tarea fundamental de todas las fundaciones alemanas”, asegura al respecto Diana Luna, de la Fundación Friedrich Naumann (FDP), y tal aseveración queda reafirmada con las declaraciones que sus colegas nos brindaron con relación a este punto.
Ingrid Spiller, por ejemplo, de la Fundación Heinrich Böll (Bündnis 90/Die Grünen), nos comenta que es uno de los temas prioritarios de su fundación no sólo en los países latinoamericanos sino en todo el mundo: “nos preocupa el tema del respeto de los derechos humanos, por supuesto, y tenemos la convicción de que en la democracia debe de existir la participación de todos los sectores de la población, incluyendo la de las minorías. En este sentido estamos enfocados en el tema de la democracia de género porque pensamos que si no hay democracia entre los géneros, no hay democracia real”. Spiller considera asimismo que la corrupción es uno de los principales problemas por resolver: “por desgracia la corrupción es endémica en América Latina y su presencia lastra la equidad social y la democracia. En algunos países hemos observado además una fuerte influencia por parte del crimen organizado en algunos niveles de gobierno y un elevado nivel de impunidad, lo que afecta en la creación de un óptimo estado de derecho democrático”.
“El fomento a la democracia es realmente el origen de nuestro trabajo como fundación política”, asevera por su parte Valeska Hesse, de la Fundación Friedrich Ebert (SPD), “nuestra idea es crear una educación cívica, promover los valores de la democracia”. En este sentido, Hesse hace además hincapié en la buena relación que existe entre los representantes de las diferentes fundaciones políticas alemanas en la obtención de metas comunes: “en el caso de América Latina cada fundación cuenta con sus socios, sus contrapartes, y tratamos de no pisar el terreno del otro, pero es cierto que en lo general hay una muy buena relación cuando estamos allí afuera. Permanecemos en diálogo y mantenemos un intercambio estrecho”. Una mirada más global de la situación democrática es la ofrecida por Stefan Reith, de la Fundación Konrad Adenauer (CDU), quien afirma que en los últimos años la disputa entre las democracias y los sistemas autoritarios en el mundo es cada vez más acendrada: “ante esta situación nosotros tratamos de fortalecer ese vínculo que debe existir entre las democracias en aras de fortalecer las alianzas a nivel internacional. Cabe decir que, pese sus grandes desafíos, América Latina todavía es una región bastante democrática. Diferentes estudios, como los del Freedom House, indican que después de Europa y América del Norte, América Latina es la zona más democrática del mundo, mucho más que África o Asia, donde prevalecen sistemas autoritarios”.
Un enfoque un tanto distinto del tema es el expuesto por Karin Gabbert, de la fundación Rosa Luxemburg (Die Linke), ya que en su caso la exportación de la democracia o el estado de derecho alemán o europeo no es considerada una finalidad: “creemos en un concepto que procede de allá, de América Latina, y que que se llama “‘democratizar la democracia”’, explica, “eso significa que hay que democratizar constantemente a la democracia a todos los niveles: a nivel local, privado, hasta llegar a un nivel regional o de nación. Hemos encontrado ideas y experiencias muy valiosas al respecto en América Latina. En las constituciones de Ecuador y Bolivia, por ejemplo, se definen distintas formas de democracia. Se habla de estados plurinacionales, que es un concepto muy amplio de abarcar distintas formas propias de organizarse. Ejemplos como esos nos sirven de inspiración”.
En cuanto a los resultados de los esfuerzos que se han realizado en esta dirección, prácticamente todas las fundaciones son capaces de presumir hechos concretos, proyectos que han logrado materializarse en países variados y con orientaciones distintas. “En México, por dar una muestra, nos hemos hemos especializado en el tema de la reforma penal, puesto que allí el grado de impunidad es muy alto y un caso puede tomar años en resolverse”, sostiene Luna, “es una forma de ayudar a traer justicia, entre otras, a las familias de las víctimas de desapariciones. Para ello nuestra fundación colabora con México Evalúa, que es un centro de pensamiento muy importante en México, a través de una publicación llamada ‘Hallazgos’, que se edita desde 2013 pero con la que comenzamos a trabajar en conjunto desde 2016. El objetivo es medir a a nivel nacional cuáles estados de ese país han implementado de mejor manera la reforma penal de 2008, misma que busca priorizar la persecución de delitos. Para nosotros es efectivo comenzar iniciativas, pero también sumarnos a proyectos que ya existen y que se verían beneficiados con algún tipo de apoyo”.
Para la directora de la unidad de América Latina de la Fundación Hanns Seidel (CSU), Esther Stark, el balance entre democracia y estado de derecho es el propósito más apremiante del organismo. “Nos dedicamos a la tarea de promover instituciones, como los parlamentos o las administraciones locales, a través de programas de intercambio o de asesoramiento, sobre todo en temas como la rendición de cuentas o la transparencia”, asegura. “Ahora mismo, por ejemplo, coordinamos un proyecto cooperación entre la policía de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y la policía de operaciones y de formación de Baviera. Consiste en crear un nuevo y ampliado sistema de formación modular para los policías que vienen a visitarnos, a quienes también se les orientará en el respeto de los derechos humanos y cómo reaccionar en aquellos casos en los que ciertas situaciones escalen”.
No menos considerables son los avances que en esta materia ha observado el resto de fundaciones. Entre varios más podríamos mencionar los programas “Democracia y Cooperación con los Partidos Políticos” y “Estado de Derecho”, que la Fundación Konrad Adenauer promueve en Uruguay y Colombia, respectivamente, o aquel otro que la Fundación Friedrich Ebert apoya y que se llama “Agentes de Cambio”. Éste puede hallarse en República Dominicana y Centroamérica y algunos de sus egresados han ocupado con el tiempo puestos en diferentes áreas de sus gobiernos. Igualmente loables son los mecanismos que la Fundación Heinrich Böll ha desarrollado para que diferentes activistas de la región cuenten con apoyo jurídico o aprendan métodos de seguridad -digital, por ejemplo- que los haga menos vulnerables, o las investigaciones que la Fundación Rosa Luxemburg realiza para integrar de manera efectiva la justicia indígena en la justicia ordinaria, tal y como indican las constituciones boliviana y ecuatoriana.
Para concluir, baste agregar que las fundaciones no se limitan a compartir una idea más o menos uniforme sobre la importancia de preservar los valores democráticos, sino que también revelan un comportamiento similar al momento de hablar del relevante papel que sus contrapartes poseen en el cumplimiento de objetivos. Es así que el espectro de cooperación que observan en los países o zonas donde tienen representación no se limita a miembros de partidos de una inclinación política similar, sino que se extiende a sociedades civiles, ONG, Think Tanks, académicos, investigadores, periodistas y Universidades, todos ellos actores primordiales e insustituibles en la preservación y el fortalecimiento de la democracia latinoamericana.