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Alemanes que hacen historia/Otto Waalkes… Otto a secas

Artículo

Carlos González - Dicen que el sentido del humor es diferente de acuerdo a su nacionalidad de origen. Al inglés se le suele describir como negro e incisivo, mientras que al estadounidense se le califica de ligero y políticamente correcto. Al humor germano, en cambio, se le considera complejo y demasiado localista.

Nadie se explica, por ejemplo, cómo es posible que en Alemania un sketch escrito por un británico y hablado en inglés sea programado religiosamente por la televisión en la Noche Vieja de cada año. El hecho es incomprensible no sólo porque Dinner for one, que es como se llama el episodio, apenas y es conocido en el mundo anglosajón, sino porque todos los 31 de diciembre los alemanes se destornillan de risa con él como si se tratase de la primera vez que lo ven.

Dentro de este arbitrario esquema de arquetipos hay, sin embargo, un alemán que es capaz de arrancarle risas hasta a un nómada mongol perdido en el Desierto de Gobi. Su nombre es Otto Waalkes y se lo conoce sencillamente como Otto.

Nacido en 1948 en la ciudad de Emden, en el Land de la Baja Sajonia, Otto es, sin más, el cómico alemán vivo más conocido dentro y fuera de las fronteras teutonas. Conciliado siempre con sus orígenes, en las entrevistas explica que la razón de su éxito se debe a su humor frisón, propio del grupo étnico al que pertenece y que históricamente se estableció en el noroeste del país desde tiempos inmemoriales.

Cierto o no, su talento para hacer reír a los demás es fuera de serie. Lo avalan cientos de miles de copias vendidas de sus discos y un tanto más de entradas de cine para ver las películas que ha protagonizado. Y también el aura de placer culpable con que se lo identifica en buena parte de la cultura alemana.

La fórmula “Otto”

Si hubiese que definir la escuela a la que se emparenta el estilo humorístico de Otto, ésta definitivamente sería de corte clásico. Dotado de unos músculos faciales que logra estirar hasta niveles alarmantes, el de Emsen posee un gesto para cada ocasión, con lo que su desempeño es más de mimo que de humorista surgido en las canteras del stand-up. Se nota que en su juventud se pasó horas estudiando a Chaplin y a Buster Keaton, y probablemente no pasó por desapercibido las películas del primer Cantinflas.Durante una conversación que mantuvo con el diario Die Welt, Waalkes confesó que, como era de esperarse, desde pequeño fue un niño inquieto y el encargado de hacer reír a sus compañeritos: “era el más chico del salón y continuamente hacía el intento por sobresalir”. Esa habilidad para robarse el centro de atención no hizo sino acrecentarse con el tiempo.

A los gestos y la lengua rápida y ocurrente agregó el cabello largo y delgado que se despeina con la brisa más tenue. A la ecuación sumó su habilidad en la guitarra y una voz cuya ductilidad pasa del timbre rasposo y agresivo del rockero al agudo gemido del infante.

Un Otto ya armado en al menos tres cuartos de su personaje fue el que habitó la llamada Villa Kunterbunt, en la calle Rondeel 29 de Hamburgo. Ello resulta relevante en su biografía no tanto por su el abandono de su natal Emsen como por el hecho de que vivió en el mismo edificio que Udo Lindenberg, Marius-Müller Westernhagen y otros distinguidos músicos de la llamada “escena de Hamburgo”.

Con ellos un Otto ahora inimaginable organizó fiestas que se prolongaban hasta la madrugada y de las que se recuerda que también entre las mujeres era sumamente popular. Desde entonces no es raro que el comediante comparta escenario con alguno de sus ex vecinos, en especial Udo Linderberg, con quien canta a la par la imperdible Auf dem Heimweg wirds Hell, versión satírica del conocido tema Highway to hell, de AC/DC.

De hecho, la combinación entre música y humor es otro de los sellos ottonianos por excelencia. Siempre igual y a la vez siempre distinto, su número titulado Hänsel und Gretel ha permanecido en forma de constante en sus shows. El sketch inicia con la interpretación original de esta melodía infantil (Hänsel und Gretel verliefen sich im Wald) con Waalkes en la voz y en la guitarra, y paulatinamente se transforma según el estilo musical de aquel artista al que Otto considere digno de ser parodiado.

Es así que a lo largo de treinta años, el Hänsel und Gretel de Otto ha pasado por más de cuarenta versiones diversas que han ido de algunos de los representantes de la llamada Nueva Ola Alemana (NDW: Neue Deutsche Welle), Trio o Nena entre ellos, a figuras actuales de la música alemana, como Xavier Naidoo.

En realidad, no se necesita una mayor evidencia que la que brinda Youtube para constatar que, por encima de las casi diez películas que tiene en su haber, algunas de ellas exitosísimas –7 Zwerge- Männer allein im Wald, con 7 millones de entradas vendidas fue el segundo filme que más taquillero de 2004- y los múltiples discos de oro y platino que ha ganado por la venta de sus discos y DVD, el mejor Otto es el que se encuentra arriba del escenario. Es en la interacción con el público donde puede vérselo en su verdadero elemento, allí, entre las improvisaciones, los aplausos y la celebración de cada tontería que arroja a escena. Sin más, Otto califica como un absoluto animal del stage, y de esos ya no quedan muchos.

El placer culpable

Fiel al trágico caso de los héroes de infancia, es común que el gusto por Otto sea renegado por una buena parte de los adultos alemanes. Contrario al estilo de los comediantes de cabaret, el humor del frisio es más bien simplón, barnizado con apenas una que otra pincelada de corte político o de crítica social. Es, quizá, hasta que estos adultos acuden a sus shows con sus hijos o les ponen un video suyo en la computadora, que rememoran lo bien que lo pasaron en la infancia con esos chistes de naturaleza ingenua que solamente Otto podría contar sin parecer un tonto.

Placeres culpables aparte, resulta curioso –o no- lo poco que se conoce de la vida íntima del cómico. En cada entrevista suya parece haber ocasión para la guasada, como si ésta tuviera la función de ocultar sus sentimientos más íntimos. Se sabe que ha estado casado dos veces y que el hijo que tuvo con su primera esposa, Benjamin Karl Otto Gregory –los cuatro nombres también parecen parte de una broma- no tuvo intención de seguir los pasos de su padre. Contrario a ello, se dedica al deporte y trabaja como su entrenador físico, diseñándole rutinas que lo ayuden a soportar el desgaste físico que cada show le exige. Después de todo, el de Emden ya tiene los 68 años cumplidos.La manera con la que elude hablar de vida privada contrasta, eso sí, con el entusiasmo que Otto muestra a la hora de citar a los Ottifanten (combinación del nombre “Otto” con la palabra elefante en alemán: “Elefant”), criaturas que el propio comediante diseñó y que aparecieron por vez primera en la portada de su disco debut: Otto vesaut Hamburg. Posteriormente se transformaron en tiras cómicas que fueron publicadas en algunos periódicos. Su popularidad no tardó en transformarlas en productos de merchandising que van de peluches a gomitas con sabores de frutas.

Este legado ha sido tan importante para Otto que en 1987 abrió Dat Otto Huus (la casa de Otto, en dialecto frisio) en su añorada Emden. El edificio, situado en el centro de la ciudad y con un inconfundible Ottifante de considerables dimensiones dispuesto sobre su fachada principal, sirve a la vez de museo y punto de venta. Allí cualquier fanático del comediante tiene la posibilidad de mirar de cerca alguno de los objetos más preciados o reconocibles de su ídolo –o mirar alguna de sus películas en el pequeño cine dispuesto en el interior- y hacerse de un Ottifante en sus variadísimas presentaciones.

Otto para rato

El primer pago que Otto Waalkes recibió en su vida fue a las edad de once años. A cambio de treinta marcos, el frisio de nombre capicúa aceptó el reto de anunciar las bondades de cierto carrito para niños que estaba a la venta. La historia no cuenta si al final el objeto en cuestión fue vendido pero deja entrever una personalidad sin temor al ridículo y con un sentido nato de autopromoción.

El día de hoy, tras incontables películas, discos, museos, exhibiciones en galerías y, por encima de todo, shows en vivo, podemos decir que Otto hizo bien en hacer en explotar su tendencia a la simpatía hiperactiva y desbocada como forma de expresión. Tal rasgo lo ha colocado al tiempo como influencia indiscutible de nuevas generaciones de comediantes y santo patrono de una forma única e insustituible de ejercitar el humor.

Se recomienda, por tanto, disfrutarlo y reírlo a manos llenas. Y sin ningún tipo de culpa.

Más información en:

www.ottifant.de

Carlos Jesús González (en Twitter @CjChuy), en exclusiva para CAI, septiembre 2016.

Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

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