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Alemanes que hacen historia/El último mohicano de la crítica cultural

Artículo

Carlos Jesús González - Aparentemente a Joachim Kaiser (Milken, Prusia Oriental, 1928) no le gustaba el mote de “Papa de la crítica musical” que algún ocurrente le puso y que pronto se extendió como la pólvora. Prefería referirse a sí mismo como “El último mohicano”, apodo que tomaría prestado para titular la autobiografía que elaboró junto con su hija Henriette –“Ich bin der letzte Mohikaner”- y que fue publicada en 2008 bajo el sello de la editorial Ullstein.

¿Pretensión?; ¿arrogancia? Tal vez haya algo de eso. Un simple vistazo a Kaisers Klassik-Kunde, aquel conjunto de cápsulas informativas semanales que realizó durante varios años bajo el auspicio del periódico Süddetusche Zeitung (SZ) y que ahora pueden revisarse en Internet, o la lectura de alguna de sus incontables y afamadas críticas, son material suficiente como para revelar una personalidad que difícilmente podría calificarse de humilde. Con voz suave, rumiada a golpes de dicción exagerada e histriónica, a la que habría que añadir gesticulaciones y modos de estudiada elegancia, Joachim Kaiser parecía un individuo nacido en otra era o, mejor aún, alguien que pasaba la vida viajando en una máquina del tiempo. Sus aseveraciones eran tan doctas y contundentes que uno juraría que el crítico acababa de conversar con Bach en los interiores de alguna Iglesia junto al Rin o de beberse un par de Schnapps con Brahms previo a agarrar la pluma o sentarse frente a la cámara. Su erudición era, pues, intimidante, y no tenía miedo alguno en mostrarla aunque, como ya hemos dicho, cooperase en alimentar una imagen que algunos calificaban de distante o elitista. Aun así, el probado estudioso, a fin de cuentas un consumado profesional, bajaba sin problemas a la Tierra para responder, con la diligencia de un profesor de geografía de la primara, a cualquier tipo de preguntas que le hiciera la audiencia, desde las posibilidades que habría de que, de estar vivo, Richard Wagner apoyase a la NPD –Natiolademokratische Partei Deutschlands- partido alemán de extrema derecha, hasta las razones por las cuales la música clásica podría o no considerarse mejor que la música pop que, por ejemplo, ha producido el “ingenio” de Britney Spears.

El último de una estirpe

Es así que con el fallecimiento de Joachim Kaiser, acaecido el 11 de mayo pasado tras varios años de padecer una penosa enfermedad, se cierra un capítulo importante de la historia del periodismo cultural de Alemania. Kaiser es algo así como el Günter Grass de su ramo, el estudioso musical que, caminando a paso paralelo con los grandes pensadores germanos de su época, brindó una bocanada de aire fresco al sector intelectual de la Alemania de la posguerra –en este caso, de la República Federal Alemana-, y colaboró en la recuperación de la confianza y credibilidad que dicho sector había perdido a partir de la relación que mantuvo con la dictadura nazi en la primera mitad del siglo XX.

Hijo de un médico rural, Kaiser absorbió de los paisajes bucólicos una sensibilidad fuera de serie que lo acercó a los estudios en filosofía y sociología. Su intención no era solamente disfrutar y contemplar a la naturaleza y el producto de la relación de ésta con el hombre: su deseo era comprenderla y aprehenderla, diseccionarla, describirla. Por azares del destino su mente, ya de por sí dotada de una potencia inusual, tendría la fortuna de recibir singulares estimulaciones surgidas de todos lados, desde las provistas por sus compañeros de clase –en la Universidad de Gotinga tuvo como compañero de banca al musicólogo Carl Dahlhaus- hasta las provenientes de sus maestros, entre ellos el celebérrimo filósofo, Theodor Adorno.

Fiel a su naturaleza protagonista y pregonera, Kaiser encontró en el periodismo el vehículo idóneo para compartir a los otros su visión del mundo. En 1951 empieza a colaborar para el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung y, algunos años después, se convierte en un elemento fundamental del equipo del Süddeutsche Zeitung. Gracias a sus rápidos reflejos y a su capacidad de análisis, tan articulada a la hora de debatir a viva voz como cuando la desarrollaba sobre papel, no tardó en ingresar de inmediato en los círculos de opinión más distinguidos de la República Federal Alemana. Así, un día podía entrevistar al director de orquesta Herbert von Karajan y luego de eso pasarse a discutir sobre los tinos y desatinos del gobierno en turno con Heinrich Böll o cualquier otro miembro del Grupo 47, selecto club de intelectuales del cual era miembro.

Un inquieto incorregible, Kaiser no se limitó a desgajar las partituras de Mozart o de Mahler y la manera en la que eran ejecutadas por tal o cual sinfónica, sino que también examinó con idénticas meticulosidad y sapiencia otras ramas del arte, como la literatura o, de forma especialmente rigurosa, el teatro, en donde William Shakespeare y Samuel Beckett figuraban entre sus dramaturgos favoritos. En realidad, fueron contados los nombres de fama universal que no pasaron por el filtro de Kaiser, por sus escritos saturados de descripciones y una objetividad y justicia insobornables. Amado o aborrecido, si hay algo que nadie podrá reprocharle jamás al crítico prusiano es la fidelidad que mantuvo hacia sí mismo hasta el día en que decidió jubilarse. “En mi vejez no me he vuelto más piadoso”, decía, como para que a nadie le quedara en duda que era un hombre de una sola pieza.

Legado

En uno de los artículos dedicados a su memoria, el Süddeutsche Zeitung lo llamó un “titán de la crítica cultural”, y Joachim Kaiser no fue menos que eso. Es verdad que sus textos difícilmente empatarían con el modo en el que actualmente – ya a partir de la revolución tecnológica, ya por los cambios propios de cada época- se hace periodismo cultural, pero es indudable que fue gracias a personajes como él que se restableció un vínculo importante entre la sociedad alemana y el campo artístico. El pianista y director de orquesta de origen ruso, Vladímir Áshkenazi dijo de Kaiser en una ocasión: “sus aseveraciones, aunque a veces eran tendenciosas, estaban perfectamente armadas, con lo que se les trataba como sagradas en un amplio espectro del universo musical de Alemania”.Sabedor en todo momento del peso que tenía su palabra, Kaiser reunió sus opiniones en varios libros, entre ellos habría que mencionar de manera distinguida Grandes pianistas de nuestro tiempoGroße Pianisten unserer Zeit- editado por vez primera en 1965 y en donde realiza una serie de detallados retratos de algunos de los más grandes ejecutantes de este instrumento, entre ellos Glenn Gould, Artur Rubinstein y Sviatoslav Richter. En dicho compendio – a la fecha un libro de cabecera para incontables musicólogos- no solamente queda de manifiesto la abrumadora riqueza de conocimientos que Kaiser poseía, sino también la pasión que la música le provocaba y cuya falta acusó en las nuevas generaciones de periodistas y analistas musicales. “Sólo aquel que ama, debe criticar”, aseguraba, como para dejar en claro que incluso la mayor erudición del mundo sería inservible si no es utilizada en aquello que se quiere obsesivamente, de forma ciega e irracional.

Acusado por graves problemas de salud, Joachim Kaiser decidió retirarse en 2011. A partir de ese año las cápsulas Kaisers Klassik-Kunde dejaron de transmitirse y, en conjunto, se dio por concluida una era en donde filosofía, literatura y ejercicio informativo se unieron en un solo texto. El último mohicano, el primer ganador del premio literario Ludwig-Börne, el hombre de la prosa de millón de adjetivos, continuó rumiando el arte en silencio, escribiendo hacia dentro, solo hacia dentro, hasta que la última nota de su Opus favorito se disolvió en el aire.

Descanse en paz, Maestro.

Enlaces sugeridos:

Un joven Kaiser entrevista a Herbert von Karajan:

https://www.youtube.com/watch?v=VbnU_Cq5tNU

Una de sus cápsulas, Kaisers-Klassik-Kunde:

https://www.youtube.com/watch?v=e81_lAwOBgg

Semblanza:

https://www.youtube.com/watch?v=Y97snj7wb-I

Carlos Jesús González (en twitter @CjChuy), en exclusiva para CAI, mayo de 2017.

Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

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