Willkommen auf den Seiten des Auswärtigen Amts
“Nosotros somos el pueblo”
Großdemonstration in Ostberlin am 04. November 1989, © dpa
CAI (g) - Un 9 de octubre de hace 27 años, tuvo lugar uno de los momentos culminantes de la Revolución Pacífica que llevó a la caída del Muro de Berlín y a la posterior reunificación de Alemania. El lunes nueve del décimo mes de 1989, unos 70mil alemanes marcharon, con la única fuerza de las velas y al grito de “Nosotros somos el pueblo”, por las calles de Leipzig, desafiando a las autoridades de la RDA con su clamor de libertad.
De la fe a la valentía
Retrocedamos unos años atrás, recorramos de reversa el fotomatón, teniendo en la memoria esta imagen que daría inicio al fin del mundo, de ese mundo autoritario: 70mil personas (mujeres, jóvenes, hombres mayores, niños) caminando desde la Iglesia de San Nicolás por las calles de Leipzig hasta romper sin violencia el cerco de policías y guardias de seguridad de la RDA, mientras gritaban consignas como “nosotros somos el pueblo” y “no a la violencia”.
La historia comienza -volvamos un poco más en el pasado-, digamos que en 1982, cuando el desilusionado pastor de la Iglesia de San Nicolás, Christian Führer, decide organizar unas jornadas de oración por la paz cada lunes por la tarde. Al principio acuden unos cuantos feligreses, el vigilante régimen de Alemania Oriental está atento a cualquier reunión pública que, a sus ojos, aliente deseos contrarrevolucionarios y no duda en reprimir a los ciudadanos en los casos que crea convenientes.
La llamada a la oración no cesa, sin embargo, y llega entonces el año de 1985. Al pastor alemán no le basta la presencia de sus hermanos de fe: cuelga en las puertas de la iglesia el anuncio “Abierta para todos” y con ello abre la Iglesia de San Nicolás a todos los descontentos y críticos contra el régimen. Un oasis de libre pensamiento y opinión en medio de la asfixia del espionaje y la represión de Estado. La sed de libertad convoca a muchos más.
El cambio era inminente: “El 8 de mayo de 1989 las autoridades pusieron barricadas en las calles que iban a la iglesia con el objetivo de alejar a la gente, pero tuvo el efecto contrario y nuestra congregación creció. Había golpizas y arrestos de manifestantes en protestas que tenían lugar en Leipzig, Berlín y Dresde”, recordaría años después el pastor Führer.
Para ese momento las “Manifestaciones de los Lunes” eran ya una realidad en muchas partes de Alemania: cientos de personas reunidas en distintos puntos del país para protestar de forma cívica y pacífica pidiendo más libertades al Estado de la República Democrática Alemana.
9 de octubre no se olvida
Llegó el mes de octubre de ese año emblemático en la historia de Alemania (1989) y en apenas 30 días se fueron acumulando las fuerzas que darían pie al estallido pacífico que terminaría por derrumbar los cimientos de un régimen cada vez más agotado. El 7 de octubre la RDA había celebrado con bombo y platillo –es decir, con un intimidante despliegue militar- el 40 aniversario de la creación del Estado comunista.
En la memoria reciente de los ciudadanos alemanes orientales que seguían asistiendo a la Iglesia de San Nicolás y a las “Manifestaciones de los Lunes” en el resto del país, estaban los sucesos de la Plaza de Tiananmen: el 4 de junio de aquél mismo año el gobierno chino, de ideología familiar a la RDA, había reprimido con saña y violencia extrema a la población civil, en un baño de sangre que quedaría plasmado en la historia. Declaraciones en los periódicos oficialistas de aquellos días amenazaban a los manifestantes de posibles represalias en el caso de que insistieran en su “actos revoltosos”. En el aire los días previos al lunes 9 de octubre de 1989 crecía el miedo a medidas represivas de aguda violencia. Hasta los oídos del pastor y de los manifestantes llegaban rumores de que los hospitales estaban preparados para recibir un gran numero de heridos: cientos de camas listas, los bancos de sangre preparados.
El mismo 9 de octubre desde temprano, los ciudadanos de Leipzig vieron cómo la ciudad era invadida por las fuerzas de seguridad, por todas partes la presencia policiaca hacía presagiar lo peor. El miedo aconsejaba renunciar a cualquier protesta. Pero el deseo de libertad era más fuerte, así que tras la jornada laboral 8,000 personas se congregaron en el interior de San Nicolás y en otras iglesias de Leipzig sucedió lo mismo, hasta reunir un total de 70mil personas (las protestas más numerosas desde la última demostración multitudinaria contra la RDA en junio de ¡1953!).
Tomando San Nicolás como punto de partida comenzaron a caminar por la ciudad armados con su esperanza y miles de velas encendidas. El cerco de policías antidisturbios alrededor de la Plaza de Augustus se rompió y ya nadie pudo detener la oleada que la “Revolución Pacífica” de la sociedad civil había traído consigo: “no atacaron, no tenían ningún motivo por qué hacerlo. Funcionarios de la Alemania Oriental luego dijeron que estaban preparados para todo, todo menos velas y oraciones”, relataría el pastor años después.
A partir de esa noche –que fue filmada, registrada y retransmitida a muchísimas partes de Alemania y el mundo entero- la caída del régimen socialista era cuestión de horas. Al lunes siguientes 120mil personas tomaron las calles de Leipzig y dos días después renunciaría Erick Hoenecker, presidente de la RDA. Exactamente un mes más tarde el mundo entero presenciaría la caída del Muro de Berlín. La voluntad de la ciudadanía había triunfado sobre la cerrazón política.
Apunte final: ¿quién es el pueblo?
La consigna que los 70mil manifestantes gritaron aquél 9 de octubre de 1989: “Nosotros somos el pueblo”, había nacido una semana atrás. El segundo día de aquél mes felicísimo, en la “Manifestación de los Lunes”, los uniformados que controlaban y vigilaban la marcha se habían atrevido a gritar desde los altavoces en forma de amenaza: “Les está hablando la Policía del Pueblo”.
Ese día unos pocos se habían atrevido a responder y corregir el error de los represores: “Nosotros somos el pueblo”. Esa consigna, esa consciencia, ese despertar, sería la fuerza que impulsaría el cambio en la Alemania de aquél entonces y la que hoy conocemos unida sin más.
CAI (gordillo), -actualización- a 10 de octubre de 2016.