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Steffi Graf: la mejor tenista de la historia

Artículo

Steffi Graf pr�sentiert das Projekt Honig Helden
Die ehemalige Tennisweltranglisten-Erste Steffi Graf erl�utert am 23.06.2017 in einer Hamburger Ganztagsschule ihr Projekt �HonigHelden - Kinder f�r morgen stark machen� . Dieses ist eine Kooperation zwischen der Stefanie Graf-Stiftung �Children for tomorrow� und der Hamburger Schulbeh�rde und erm�glicht Migrantenkindern kunsttherapeutischen Unterricht an einer Ganztagsschule. Foto: Markus Scholz/dpa | Verwendung weltweit© picture alliance / Markus Scholz

Primer Set

Adicción. Tal es el primer fenómeno que ocurre al sumergirse en la vida de Steffi Graf (Mannheim, 14 de junio de 1969), una gozosa adicción que se genera sin que uno apenas se dé cuenta. Basta con buscar por Internet alguno de los múltiples “programas” dedicados a su memoria para querer verlos todos. Si se desea, con unos cuantos clics es posible atestiguar -no necesariamente de forma cronológica- los hechos más relevantes alrededor de quien es aún considerada la mejor tenista de la historia. Se halla localizable, por ejemplo, su debut en la televisión alemana, cuando Stefanie Maria Graf, que así es su nombre completo, apenas contaba con quince años pero ya comenzaba a destacar en el tenis. En pantalla aparecen Heidi, la madre, Peter, el padre, Michael, el hermano y hasta el perrito Ben. Steffi y su progenitor intercambian algunos pases en una cancha improvisada mientras el reportero presenta, uno por uno, a toda la familia y se refiere a Graf como una la nueva promesa alemana del deporte blanco. Ella brinca y sonríe. Su corte de pelo es similar al de las actrices de Los Ángeles de Charlie, la serie televisiva más popular del momento y se adivina que su rostro está plagado de pecas.

Otro clic nos lleva a muchos años después, hasta 1996, cuando Graf disputaba la semifinal de Wimbledon contra la japonesa Kimico Date, una de sus clásicas oponentes. Graf bota la pelota verde con la mano. Se alista para dar un servicio que, bien ejecutado, era capaz de alcanzar los 174 kilómetros por hora. De repente alguien del público, estimulado por el juego -o por un par de cervezas de más- le grita desde las tribunas: “ Steffi, ¿te casarías conmigo?”. La tenista, conocida por su rostro adusto, de concentración absoluta, sonríe, desconcertada, y luego vuelve a ponerse seria. Bota la pelota dos o tres veces más y después, con la sonrisa colgando de sus labios, al fin responde elevando la voz: “¿cuánto dinero tienes?”

De allí lo lógico es conectar ese momento chusco con una realidad que en sí no tenía nada de graciosa, pues precisamente ese 1996 fue el año en el que Peter Graf, el padre de Steffi, ingresó a la cárcel germana acusado de fraude fiscal, haciendo trampa con un dinero que ni siquiera era suyo sino de su hija. Tal sería el golpe más duro hasta ese momento en la existencia de la tenista. Su padre no sólo había sido la persona que la había ingresado en el mundo del tenis y que la había entrenado en sus primeros años, sino también la figura en la que más confiaba y, por tanto, en quien delegaba todos los asuntos relacionados con su carrera. Ahora, y si bien es cierto que mientras se desempeño como su manager Peter Graf sobreprotegió a su hija al punto aislarla del mundo -se sabe que Graf casi no socializaba con nadie y dedicaba por entero su tiempo a entrenar- también es verdad que su presencia sirvió para distanciar a Graf de esa vorágine de la fama que en realidad ella siempre vio con recelo. Propios y extraños coinciden que la joven era una persona tímida, introvertida, desinteresada de cualquier cosa que no tuviera que ver con el deporte.

Llegados a este punto, vale la pena detenerse por un momento y tratar de descifrar el tipo de carácter que Graf fue desarrollando conforme crecía físicamente pero también como figura destacada del tenis. Valga decir que mientras que a los 13 años era considerada la número 124 del mundo, para 1985, es decir, apenas un par de años después, se había convertido ya en la número 6. En pocas palabras, mientras que otras adolescentes de su edad estudiaban o se divertían con sus amigos, Graf pasaba los días inmersa en mejorar drives, voleas y reveses, con la seguridad de que, si bien su talento era fuera de serie, no bastaba para alcanzar su deseo, el cual no consistía tanto en ganar a los demás como en superarse a sí misma. Su propio hermano Michael ha declarado en más de una ocasión que el padre nunca la presionó para que entrenara, sino que era ella misma quien tomaba la raqueta y se ponía a practicar por horas enteras hasta que regresaba al hogar familiar con las manos ampolladas.

De allí que, tal y como confesaron varias colegas suyas en un programa que un canal de deporte le dedicó hace unos años -y al que se puede acceder vía un nuevo clic- Graf tenga la apariencia de no ser una persona feliz en su primera etapa profesional. No se la ve satisfecha ni en las ceremonias en las que gana el primer premio de tal o cual torneo importante, casi como si en vez de un triunfo hubiese obtenido un doloroso recordatorio de que podía ser aun mejor. Y cuando perdía alguna partida la situación se tornaba incluso más dramática: se iba a su habitación de hotel en silencio, bajaba cortinas, cerraba la puerta y no salía de allí en un par de días. Para fortuna suya, y del tenis, Steffi Graf se comprobó a sí misma -y de paso al mundo-, de manera paulatina pero constante, que siempre es posible superar las propias expectativas.

Segundo set

De entre todos los partidos o fragmentos de partidos de Steffi Graf a los que se puede acceder en la red, uno de los más visitados es aquel en el que puede observarse la última disputa importante que tuvo previo a su retiro definitivo, en 1999. En ese verano, para ser más exactos el 5 de junio, Graf, a sus treinta años ya toda una veterana, se enfrentó contra la suiza Martina Hingis, de apenas dieciocho, en la final femenina del torneo Roland Garros, en París. Cabe mencionar que en aquel entonces Graf, si bien continuaba en el top ten, ya no era considerada dentro de las cinco mejores tenistas del mundo. Así las cosas, en el recorrido para llegar a la final, la alemana venció a Lindsay Devenport (número dos) y Monica Seles (número tres) antes de verse cara a cara con Hingis, quien ostentaba, por supuesto, la primera posición. Se trató de un juego cardíaco, en el que cada una de las oponentes dio lo mejor de sí y que concluyó con el triunfo absoluto de Graf. Es predecible que para entonces Graf ya tuviera decidido su pronto retiro -lo anunciaría tres meses después, el 13 de agosto en un torneo menor en San Diego, Estados Unidos- y quizá por ello festejó ese triunfo como ningún otro, orgullosa de haber encontrado la manera de salir por la puerta grande.

Si nos vamos a cifras, ese Roland Garros fue nada más y nada menos que el número 22 de los torneos Grand Slam que ganó a lo largo de su carrera. Asimismo, hay que recordar que Graf es la única tenista que ha ganado cada evento de Grand Slam por lo menos cuatro veces, lo que demuestra la versatilidad y alcances de su talento. Para ella daba igual si se trataba de cancha dura, de arcilla o césped, siempre y cuando la pelota cumpliera la esperada función de botar. Además acumuló 107 títulos individuales y por si fuera poco es aún la única jugadora de tenis en el mundo -en categoría tanto femenina como masculina- que puede presumir un Golden Slam, consistente en los títulos de los cuatro Grand Slam (el Abierto de Francia o Roland Garros; Wimbledon; el Abierto de Australia y el Abierto de los Estados Unidos) más la medalla de oro olímpico en el mismo año, hecho que Graf consumó en 1988. Máquina imparable de triunfos, Graf se mantuvo 188 semanas en el número uno del mundo -hazaña que solamente Serena Williams fue capaz de igualar- de un total de 377 semanas en dicha posición, y su inigualable talento fue y es reconocido por propios y extraños. La legendaria Billie Jean King dijo acerca de ella: “definitivamente es la mejor jugadora de tenis de todos los tiempos”, al tiempo que su otrora fiera oponente, Chris Evert, declaró sin empachos: “Graf es la mejor. Martina (Navratilova) ganaba en las canchas rápidas y yo era mejor en las lentas, pero Steffi era capaz de dominar sin problemas ambas superficies”.

Tercer Set

Con su retiro el planeta perdió sin duda a una gran deportista pero, paradójicamente, para Graf el suceso simbolizó una ganancia, una suerte de recuperación de sí misma. Deslindada del juego que la hizo famosa, la alemana parecía librada de un peso de enormes proporciones. Ni siquiera con el acoso mediático sufrido cuando se ventiló su relación amorosa con el también tenista Andre Agassi, con quien terminaría casándose en 2001, se la mira tan acongojada como cuando su porvenir lo definía la elasticidad de sus muñecas y la rapidez de sus reflejos. De repente ya no tenía que demostrarle a nadie que sus 1.75 metros ornamentados con faldas vaporosas y camisetas de manga ancha debían marcar la batuta de una nueva manera de jugar al tenis. Todo ello había sido permutado por tareas de otro tipo, distintas. Para empezar, enfocadas a cuidar con esmero a sus dos hijos (Jaden Gil, de quince años, y Jaz Elle, de trece) y de paso permitirse actividades que siempre le habían gustado pero a las que nunca había accedido, como la fotografía y el diseño.

Por fortuna, en todo este tiempo que ha transcurrido desde que decidió colgar la raqueta, Graf no se ha limitado en reinvertir el dinero que Agassi y ella ganaron a lo largo de sus respectivas carreras deportivas -en su caso se calculan ganancias por 21 millones de dólares- en cadenas de gimnasios y restaurantes y sabrá dios qué otras cosas, y en general su perfil tampoco se ajusta al del habitante común de la zona residencial más exclusiva de Las Vegas, ciudad en la que vive desde hace más de tres lustros. Lejos de permitirse un tipo de vida determinado por la ostentación y la frivolidad, Graf dedica varios meses por año a Children for Tomorrow, fundación que ella misma creó en 1998 y que ofrece auxilio psicológico y logístico a menores de edad que sufren algún tipo de trauma debido a la violencia. Niños procedentes de zonas que padecen algún conflicto armado como Siria, Afganistán, Eritrea y otros países africanos han sido beneficiarios de este programa.

Tan es así que si a la tenista se la ha visto en alguna cancha en los últimos quince años ha sido gracias a los eventos que ha organizado para obtener fondos para su fundación. Es exclusivamente en ella y en su familia, a la que llama “mi centro de gravedad”, en donde Stefanie Marie Graf concentra hoy día toda esa energía que alguna vez le dedicó al juego que revolucionó para siempre y que, de paso, popularizó como nadie en su Alemania natal. Ese juego que la hizo pasar a la historia.

Sitios relacionados:

www.children-for-tomorrow.com

http://steffi-graf.net/

Carlos Jesús González

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