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Rindo homenaje a las víctimas del sistema opresor de la "Colonia Dignidad"
En un acto conmemorativo, celebrado en el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores en Berlín, el pasado 26 de abril, el Ministro de Exteriores anunció su decisión de acortar el plazo para la desclasificación de la documentación sobre el caso, accesible ahora para investigadores y medios.
Discurso del Ministro Federal de Relaciones Exteriores Frank-Walter Steinmeier con motivo del evento “Colonia Dignidad“ en el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores.
26.4.2016
--- Es válida la palabra hablada ---
Estimados colaboradores,
estimados amigos e invitados:
Bueno, espero que aquellos que hoy han visto la película por primera vez hayan podido tener un breve respiro. Sería recomendable antes empezar a dialogar con algunos testigos. Pero antes quiero dar un profundo agradecimiento al director, Florian Gallenberger, por estar aquí, y por ofrecernos una cinta tan importante y tan extremadamente impresionante. Sin usted seguramente no estaríamos ahora aquí en la gran sala de conferencias “Weltsaal” del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores. Fue el impulso artístico que por lo visto también nosotros necesitábamos para retomar el tema de Colonia Dignidad y del papel de la Embajada de Alemania en Chile.
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La película que acabamos de ver no es un documental. Contiene algunos elementos ficticios, como la historia de amor de Daniel Brühl y Emma Watson, así como el héroe de Lufthansa al final. Sin embargo, la cinta es de una realidad abrumadora. Y por lo mismo algunos pasajes quizá sean difíciles de soportar para el espectador.
En otras palabras: la cinta es la ocasión. Pero no queremos hablar sobre la veracidad de escenas específicas. Queremos hablar sobre el papel de la diplomacia y las personas que actuaron. Como podrán imaginarse, esto no es una empresa sencilla. A nadie le gusta hablar del lado oscuro de su propia historia, sobre todo si se trata de una historia relativamente reciente.
***No, el tema de Colonia Dignidad no constituye una página honrosa de la historia del Ministerio de Relaciones Exteriores. Durante muchos años, desde la década de los sesenta hasta los años ochenta, los diplomáticos alemanes a lo sumo apartaron la vista… el caso es que definitivamente hicieron demasiado poco por defender a sus compatriotas de esta colonia. Y también más tarde, cuando Colonia Dignidad se había disuelto y las personas ya no tenían que soportar el martirio diario, al Ministerio le faltó la determinación y la transparencia necesarias para identificar su responsabilidad y tener aprendizajes a raíz de esto.
Hoy nos ocuparemos de explicarnos por qué sucedió esto; temo que quizá decepcionaré a quien espere respuestas sencillas.
Ustedes acaban de ver imágenes de la colonia, las palabras salen sobrando. A principios de los años sesenta un idílico valle andino se convirtió en el hogar de un grupo de alemanes de una comunidad evangélica. La secta era dirigida por Paul Schäfer, quien era buscado en Alemania –y cuando menos eso debió saberse– por abuso infantil. Pronto, y también más tarde, después de establecerse en Chile, se dieron a conocer recriminaciones de privación de la libertad, abuso sexual y tratamientos médicos forzados.
La colonia tuvo su auge en 1973, con la dictadura militar del general Pinochet. Colonia Dignidad gozaba del favor del régimen: lo abastecía de armamento y le permitió a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) establecer ahí un campo de tortura. Esta es la época en la cual se relata la historia de la cinta de Florian Gallenberg.
Mientras Willy Brandt propagaba la política de distención en Europa, la guerra fría acuñaba en todo el mundo ideas sobre amigos y enemigos. Pinochet tenía amigos poderosos para quienes su régimen no era primordialmente una dictadura militar que pisoteaba los valores liberales sino que era y debía ser ante todo un baluarte contra la amenaza comunista. El respeto de las libertades políticas, la consideración de los derechos humanos en otros continentes era un tema en los círculos políticos y en las universidades alemanas, pero no era objeto de interés prioritario en la política exterior de los europeos entre los cuales muchos en esa época tenían dificultades con el manejo de la herencia colonial, ni tampoco lo era para la política exterior de Alemania. Quizá esto nos ayude a entender que en 1977 un colaborador de la Embajada de Alemania en Santiago de Chile describiera las condiciones de Colonia Dignidad con las siguientes palabras: “Lugar ordenado y limpio, incluso en las pocilgas”.
Y así el Embajador de Alemania Erich Strätling honraba en público a la colonia, mientras que a la vez había informes sobre menores que huían de la colonia y solicitaban protección en la Embajada de Santiago, y eran devueltos a quienes ejercían su custodia. En Chile la opinión pública ya relacionaba a la colonia con el abuso de menores, la privación de la libertad y la tortura.
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Con gran lentitud el Ministerio de Relaciones Exteriores comprendió la dimensión del problema que representaba Colonia Dignidad.
Y esto no sucedió a raíz de un cambio en la política en Bonn sino gracias a personas aisladas, a colegas como Dieter Haller, quien se encuentra aquí en la primera fila. En su juventud, en los años ochenta, estuvo en servicio en Chile. En 1987 escribió que “los ciudadanos alemanes que viven en Colonia Dignidad” probablemente eran “víctimas de privación de libertad permanente”. Después de una visita en la colonia asentó: “Así debió de ser el campo de Theresienstadt”.
Dieter Haller y los pocos que lo apoyaron, también actuaron en ese entonces. Se dio por terminada la práctica de las concesiones de rentas fijas. Pero algo que hoy nos resulta casi inimaginable: la increíble disputa relativa a la implementación de una “consulta consular”. Quizá en unos momentos escuchemos más al respecto. La idea era encontrar la forma de darles a los habitantes de la colonia la posibilidad de expresar ante la Embajada su visión de las cosas, sus apuros y aflicciones, sin el acompañamiento de los cómplices de Paul Schäfer. En respuesta de la colonia, Dieter Haller tuvo que lidiar con los recursos jerárquicos por parte de los abogados de la misma. En esa época la Embajada de Alemania no gozaba de mucho prestigio. Un matrimonio que había huido de la colonia se dirigió a la Embajada de Canadá por temor a ser devuelto por la Embajada de Alemania. Entonces Dieter Haller escondió a la pareja en un asilo de ancianos en Santiago.
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El día de hoy hemos reunido a un grupo de personas; muchas de ellas saben más acerca de Colonia Dignidad, la cual hoy se llama Villa Baviera. Solamente quisiera mencionar en representación de ellas a Dagmar Müller, Anna Schnellenkamp, Peter Rahl, Esther y Michael Müller, quienes pasaron ahí toda o gran parte de su vida. Wolfgang Kneese logró ser uno de los primeros en huir de la colonia, en el tercer intento, en 1966, y desde entonces ha luchado para esclarecer los hechos, junto con su esposa y al lado de Hernán Fernández, abogado defensor de los derechos humanos de Santiago, a quien también saludo como nuestro invitado. En 1977, Dieter Maier publicó en Fráncfort para amnesty international un informe que causó gran revuelo. Margarita Romero ha luchado durante muchos años por los derechos de las tantas víctimas chilenas y nos acompaña el día de hoy. ¡Sean bienvenidos!
Ustedes y otros más merecen un gran reconocimiento, pues cada uno a su manera, pero con coraje y determinación, logró que al final saliera a la luz la verdad.
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Permítanme tratar de explicar cómo veo el papel del Ministerio y su responsabilidad en esto, y en especial, qué aprendizajes queremos sacar de ello. Desde luego debemos evitar la tentación de emitir juicios a la ligera.
El Ministerio Federal de Relaciones Exteriores no tiene la culpa de que en Chile hubiera un golpe de Estado y una dictadura militar durante 17 años. Tampoco es responsable de los abusos de Paul Schäfer y sus cómplices, en parte en coordinación con los militares y los dictadores.
Pero el Ministerio pudo haber proporcionado con mayor determinación a los ciudadanos alemanes, de manera discrecional, asesoría y apoyo, tal como lo establece la Ley Consular. Y pudo haber intentado mucho antes reducir, mediante la presión diplomática, el margen de maniobra de los dirigentes de la colonia y dar paso a procedimientos jurídicos.
La Embajada omitió durante demasiado tiempo insistir en que ciudadanos alemanes –y los habitantes de la colonia ciertamente lo eran– pudieran hablar libremente con los colaboradores del Consulado. En el conflicto entre el interés de mantener buenas relaciones con el país anfitrión y el interés por respetar los derechos humanos evidentemente el Ministerio y la Embajada perdieron la orientación.Cuando se habla de política exterior por lo general se piensa en las relaciones entre distintos Estados. Pero la realidad es que la diplomacia no es abstracta. La política exterior la hacen las personas. No se trata solamente de la brújula de un Estado, cómo define y pondera sus intereses. Se trata también de la brújula de cada individuo. Por eso en nuestra discusión de hoy, en el caso de Colonia Dignidad, se incluye la pregunta para cada uno de nosotros: ¿qué habría hecho yo? ¿Cómo pudo suceder eso? Y también: ¿cómo podemos evitar que vuelva a suceder algo así?
Estas preguntas son demasiado importantes para nuestro trabajo para de alguna manera darlas por resueltas con un evento único. Internamente hemos discutido mucho acerca de cómo manejaremos el caso “Colonia Dignidad” con respecto al futuro. Primero tenemos que crear una mayor transparencia. El periodo de protección legal para abrir los expedientes del archivo político es de 30 años; así pues, ya hay acceso a los expedientes anteriores a 1985. He tomado la decisión de reducir el periodo de protección por diez años. De esta manera los científicos y los medios tendrán acceso a los expedientes de 1986 a 1996. Desde luego será necesario proteger ampliamente los derechos de privacidad de las víctimas.
El investigador del caso de Colonia Dignidad Dieter Maier alguna vez se preguntó por qué los diplomáticos alemanes dieron crédito a las mentiras de Schäfer y sus compañeros. Supuso que quizá no pudieron imaginar “tanto engaño, tanta crueldad y destructividad. Quizá el Ministerio debería enviar a los diplomáticos en formación a realizar prácticas con alguna mafia para estar más alertos con respecto a lo malo”.
Yo no iría tan lejos, pero estar alertos es un término que tal vez deberíamos recordar. El Ministerio de Relaciones Exteriores desea aprender a partir de Colonia Dignidad. El contenido de los expedientes se va a estudiar; no solamente para tenerlo y para juzgar hechos pasados, sino para utilizarlo en la formación y la capacitación continua de colaboradores jóvenes.
¿Qué se descuidó, qué habría podido hacerse mejor? ¿De qué manera se podrían prevenir hoy posibles situaciones conflictivas similares?
Para nuestros aspirantes de todas las carreras el estudio del caso “Colonia Dignidad” será el núcleo de una nueva unidad de estudio en la institución de formación de Tegel. Lo mismo es válido para la capacitación continua: la discusión sobre la “brújula interna” y la “alerta” necesaria será un contenido fijo del currículo de nuestros seminarios de liderazgo.
La cuestión de la escala ética para nuestro proceder no es una cuestión histórica sino que se nos presenta nuevamente cada día, cuando debemos sopesar por un lado las buenas relaciones con el país anfitrión y por el otro la crítica de circunstancias dignas de ser criticadas.
En algunos casos no es suficiente actuar según el derecho y la ley. Casos en los que la responsabilidad que tenemos todos nos obliga a hacer más. La falta de una instrucción nunca debe ser la justificación para apartar la vista o para permanecer pasivos. El corazón y la razón, y el valor para actuar según estos, deberían ser una orientación suficiente para hacer lo necesario y con ello, lo correcto.
En este sentido doy las gracias a todos los participantes por esta noche. Me inclino ante las víctimas del sistema de coerción de Colonia Dignidad. Señora Schnellenkamp, señor Kneese: muchas gracias por estar aquí. Y gracias también al director. Señor Gallenberger, vea usted la importancia que puede tener un impulso del ámbito cultural para la política, incluso para la política exterior. Muchas gracias.
AA, abril 2016.