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Alemanes que hacen historia/Helge Schneier: Humor único "made in Deutschland"

Artículo

Carlos Jesús González - En lo relativo al humorista Helge Schneider (Müllheim del Ruhr, Renania del Norte-Westfalia, 1955), sí adquiere sentido ese citado lugar común en el que sólo hay posibilidades para el amor o para el odio. Y además llevados a un nivel extremo.

En pocas palabras, si se decide por lo segundo hay que aborrecerlo bien, a lo profesional, como los progresistas abominan a las ultraderechas y los heavymetaleros a Justin Beaver. Idénticos sentimientos, pero en sentido contrario, son los que debieran presentarse en el caso de apreciar su estilo de comedia. Entonces se lo defenderá a capa y espada frente a sus detractores y además se emprenderá la misión de darlo a conocer a amigos y allegados. Y más aun: hay una alta probabilidad de que gracias a Youtube y otras plataformas cibernéticas, el helgeschneiderismo se transforme en una suerte de adicción. La inevitable pregunta es: ¿por qué?

Para empezar sus métodos para arrancar risas son, por describirlos de alguna manera, poco convencionales. En él parecen combinarse la contradictoria solemnidad de Buster Keaton con el anarquismo propio de un payaso de circo que revienta globos y reparte pastelazos al por mayor, aunque también hay ecos de la gracia estrambótica del finado comediante estadounidense Andy Kaufman –sobre todo de Latka, el personaje que creó para la serie de televisión Taxi- y de los disparates propios del teatro del absurdo. A todo ello añadamos copiosas cantidades de música –interpretada, claro está, por el mismo Schneider- y todos y cada uno de los elementos que suelen asociarse con el sentido del humor germano: juego de palabras, gesticulaciones exageradas y las infaltables dosis de Schadenfreude. De allí que no sea casualidad que el principal género musical cultivado por Schneider sea el jazz. El tipo de comedia que cultiva es similar a un revoltijo de trombones, platillos, pianos y guitarras que pese a contar con la guía que provee la partitura encuentran su mayor riqueza en la improvisación. Paradójicamente, en el centro de ese caos ordenado que orbita alrededor de Schneider se encuentra, claro está, el propio Schneider, ese hombrecillo flaco y de apariencia frágil que se ufana de hallar “el sentido en el sinsentido”.

Hoy día, y gracias al Internet, cualquiera tiene la oportunidad de hacerse una idea más concisa del humorismo freak de Schneider. Baste con buscar, por ejemplo, un número suyo llamado Die Trompeten von Mexiko (las trompetas de México) cuya genialidad radica no tanto en la vestimenta rebosante de clichés elegida por él y sus músicos acompañantes –cactus, sarapes, sombreros de paja- ni en el texto propio de la canción –cuando lo hay- sino en un detalle bastante más sofisticado, el cual ocurre cuando Schneider canta en español de forma tan errática como graciosa, es decir, del modo en el que un alemán cualquiera que no tiene noción del español trataría de imitar la fonética del idioma después de pasearse tres días por Guadalajara. Al cuadro, de por sí atípico dentro de los estándares del género, habría que agregar otro sello distintivo del cómico: Schneider deja escapar varias risas ahogadas durante sus presentaciones, como si fuera el primero en encontrar la diversión en los dislates que exhibe.

Helge antes de Helge

La extroversión ha quedado reservada para el escenario y el plató televisivo. Quien quiera saber más, que se sumerja en las páginas de Guten Tach- Auf Wiedersehen, la autobiografía que publicó en 1992. Allí es posible dar cuenta de sus años de juventud, época en la que en la vida de Schneider, como en la de tantos chicos de su edad, abundaron las fiestas, las borracheras y las drogas. Incapaz de reconocer su propio virtuosismo –aprendió a tocar el piano a los cinco años- Schneider se desempeñó en varios oficios. Fue aprendiz de dibujante de planos de construcción pero también se afanó como jardinero, decorador, cuidador de animales y tapicero. Ciertamente acabó por ingresar al Conservatorio de Música de Duisburgo con piano como instrumento principal, pero al parecer no terminó los estudios.Para fortuna suya –y, al tiempo, de todos los que lo admiran- el hombre oriundo de la región del Ruhr acabó por rendirse a una vocación que lo clamaba a gritos. Más que un comediante que hace música, Schneider merece ser clasificado como un músico al que se le da muy bien hacer reír a la gente. Así lo revelan no sólo la gran cantidad de discos que ha grabado -11 de estudio y 6 en vivo- y en donde la música, sobre todo el jazz, juegan un papel fundamental, sino también sus probadas aptitudes como multi-instrumentalista. Además del piano, Schneider es capaz de ejecutar con maestría la guitarra, el ukelele, la marimba, el vibráfono, la batería, el clarinete, el chelo, el saxofón, el clarinete, el acordeón y el órgano Hammond. Y probablemente habría que agregar algunos instrumentos más a esta lista.

Ante un talento de dicho tamaño, a nadie sorprende que Schneider se halla encumbrado al tiempo como uno de los hombres espectáculo más conocidos dentro de la región germana. Porque si bien ha incursionado en varias ocasiones en programas televisivos –se recuerda sobre todo su papel de co-moderador en el programa Off-Show, en donde participó de 1985 a 1991-, ha reconocido en varias entrevistas que lo verdaderamente suyo es el escenario. Es allí donde este padre de seis hijos –con cuatro mujeres distintas- que gusta de leer a Peter Sloterdijk encuentra su hábitat natural, aquella zona de confort en la que deja de ser un poco él mismo para convertirse en ese otro Helge Schneider que interpreta en vivo Katzeklo (algo así como “bandeja de arena para gatos”), una tema que Tristan Tzara habría considerado una obra maestra y que, cosa curiosa, a la fecha continúa siendo su máximo hit –llegó al lugar 14 en los charts alemanes en 1994-.

Dirigir, actuar, escribir y más

Como si no fuera suficiente con hacer sonar con gracia cualquier cosa que le llegue a las manos o gatillar la risa del público de innumerables auditorios, Schneider ha permitido que la hiperactividad creativa fluya sin límites dentro de su organismo. Ello se ha traducido en la dirección de seis largometrajes y un corto, la escritura de una docena de libros y la participación como actor en un sinnúmero de cintas humorísticas. Una de las más recientes, y sin duda la más controvertida, fue Mein Führer – Die wirklich wahrste Wahrheit über Adolf Hitler (Mi Führer, la verdadera verídica verdad sobre Adolf Hitler), de 2007, cinta en la que interpretó al impresentable dictador germano agregándole su habitual don para la parodia.

Curiosamente, y más allá de aquellas otras publicaciones suyas que han salido a la venta y que detentan su peculiar estilo humorístico, Schneider es el autor de una serie de Krimis (novelas policíacas) protagonizadas por el comisario Schneider –conociéndolo, no podía llamarse de otra manera- policía que si bien posee la ironía sello de la casa, no duda en actuar de manera brutal si con ello consigue resolver un crimen. El sexto y hasta el momento último libro de la saga data de 2011 y lleva el sugerente título de Satan Loco.

Tras lo relatado, ¿habría que agregar que Schneider también pinta cuadros y dibuja ilustraciones?

Cuatro por diez

Si tomamos en cuenta la formación del grupo de jazz, Helge Schneider Trio, en 1977, como punto de partida, son ya casi cuarenta los años que podrían sumarse a su carrera. No hay duda de que a lo largo de este tiempo se han presentado diversos altibajos de tipo profesional, pero Schneider ha sido capaz de mantener una línea estilística singular, una que se encuentra por encima de las pasiones encontradas que genera y de las cuales se habló al inicio de este artículo. Demasiado anarquista como para ubicarlo en los usuales parámetros del humor blanco, y a la vez un tanto infantil –a lo dadaísta- para clasificarlo en los márgenes típicos del cabaret, Schneider es el eterno comediante ubicado en la frontera: en medio del delirio y la tontería, entre el rollo arty y la franca estupidez. Y mientras algunos lo acusan de crear un tipo de humor que, una vez hallado el éxito comercial, no ha hecho sino explotar hasta el cansancio, otros lo arropan bajo el estatus de culto y lo defienden como uno de los últimos bastiones de la contracultura. Se lo considere de la manera que sea, lo cierto es que Helge Schneider ha dejado ya una huella imborrable en la comedia germana contemporánea.

Nada mal para un hombre que, para empezar, se considera el más optimista entre los optimistas.

Enlaces

www.helge-schneider.de

Video de la canción Katzeklo:

https://www.youtube.com/watch?v=RZq3_mASEbo

Video del número Die Trompeten von Mexiko:

https://www.youtube.com/watch?v=gs9rcvtmYAA

Video imitando a un cantaor de flamenco:

https://www.youtube.com/watch?v=R0aoe5gxW3A

Video de Es gibt Reis:

https://www.youtube.com/watch?v=eKvYDpmSX2Y

Carlos Jesús González (twitter @CjChuy), en exclusiva para CAI, diciembre de 2016.

Carlos Jesús González. Periodista y escritor mexicano. Vive en Berlín desde 2006, donde labora como corresponsal de CAI y como colaborador free-lance de diferentes medios mexicanos y alemanes. Tiene un especial interés por los temas culturales y políticos. Es amante absoluto del cine, la literatura y la agitada vida berlinesa.

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